LITURGIA
Hoy va por partida doble. De
una parte va el final de la autobiografía que, leído con cuidado, es
enormemente expresivo. Y no he querido cortarlo por la riqueza que encierra
para comprender la personalidad de Ignacio.
De su liturgia tengo
que ir un poco a la memoria porque en mi “diáspora” no tengo el Misal propio de
la Compañía de Jesús para hacer una parada más detenida.
Pero sé que la primera
lectura es una referencia a la característica ignaciana del DISCERNIMIENTO, del
saber elegir a la luz de Dios. Te pongo
delante el bien y el mal, la vida y la muerte. ELIGE el bien y vivirás.
Punto central de los
Ejercicios espirituales de San Ignacio es el discernimiento, porque se trata de
buscar y hallar la voluntad de Dios, sin
perderse en cosa alguna desordenada. [Y el “desorden” en la mentalidad
ignaciana es lo que no va derechamente hecho o elegido por agradar a Dios]. De
ahí que el discernimiento vaya como frontispicio de la liturgia de este día.
El evangelio es el muy
conocido: ¿Quién dicen los hombres que es
el Hijo del hombre? Responde también al núcleo de los Ejercicios de un mes
entero, del que 20 días se pasan conociendo
internamente al Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que MAS LE AME Y LE
SIGA. A base de pasarse 5 horas diarias contemplando a Jesucristo, es como
se puede dar respuesta a la pregunta que Jesús hizo en el Evangelio.
Hay una observación
curiosa: que Ignacio no pide “el conocimiento de Jesús” sino el conocimiento interno del Señor. Se
trata de no quedarse en la humanidad de Jesucristo, con ser ella el centro de
las contemplaciones, sino dar el salto al SEÑOR, al Cristo resucitado, al
Cristo Hijo de Dios y al Cristo que se prolonga en los hombres que tienen
hambre o sed o están enfermos o presos…, y al Cristo ACTUAL con el que se
encuentra cada uno de los que lo buscan en la contemplación. Porque no estamos
haciendo ciencia ficción cuando oramos: estamos poniéndonos ante la presencia
misma de Jesús, que se nos comunica por el Espíritu Santo.
Es evidente que eso no
se conseguiría sino parándose hora tras hora en la persona, la obra y la
enseñanza de Jesús, EL EVANGELIO. Eso es lo que determinó la personalidad de
Ignacio y por eso ese evangelio tiene ahí su lugar concreto en la fiesta del
Santo de Loyola.
Quizá un santo poco conocido
y admirado por los que no han mantenido una relación con su obra –la Compañía
de Jesús- pero un santo de cuerpo entero que entró en las mismas regiones de la
mística, como puede apreciarse en el final de su autobiografía
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