Embarcado para Jerusalén
43. Y esta fue la causa porque el hombre de bien con toda su casa tanto
se aficionaron a él, que le quisieron tener, y esforzaron a estar en ella; y el
mismo huésped lo llevó al Duque de Venecia para que le hablase, le hizo dar entrada
y audiencia. El Duque, como oyó al peregrino, mandó que le diesen embarcación
en la nave de los gobernadores que iban a Chipre. Aunque aquel año eran venidos
muchos peregrinos a Jerusalén, los más de ellos eran vueltos a sus tierras y
ocho o nueve quedaban para la nave de los gobernadores; la cual estando para
partirse, le viene al nuestro peregrino una grave enfermedad de calenturas; y
después de haberle tratado mal algunos días, le dejaron, y la nave se partía el
día que él había tomado una purga. Preguntaron los de casa al médico si podría
embarcarse para Jerusalén, y el médico dijo que, para allá ser sepultado, bien
se podría embarcar; mas él se embarcó y partió aquel día; y vomitó tanto, que
se halló muy ligero y fue del todo comenzando a sanar. En esta nave se hacían
algunas suciedades y torpezas manifiestas, las cuales él reprehendía con
severidad.
44. Los españoles que allí iban le avisaban no lo hiciese, porque
trataban los de la nave de dejarlo en alguna ínsula. Mas quiso nuestro Señor
que llegaron presto a Chipre, a donde, dejada aquella nave, se fueron por
tierra a otro puerto que se dice las Salinas, que estaba diez leguas de allí, y
entraron en la nave pelegrina, en la cual tampoco no metió más para su
mantenimiento, que la esperanza que llevaba en Dios, como había hecho en la
otra. En todo este tiempo le aparecía muchas veces nuestro Señor, el cual le
daba mucha consolación y esfuerzo; llegaron a Jafa; y caminando para Jerusalén
en sus asnillos, como se acostumbra, antes de llegar a Jerusalén dos millas,
dijo un español, noble, según parecía, llamado por nombre Diego Manes, con
mucha devoción a todos los pelegrinos, que, pues de ahí a poco habían de llegar
al lugar de donde se podría ver la santa ciudad, que sería bueno todos se
aparejasen en sus consciencias, y que fuesen en silencio.
45. Y pareciendo bien a todos, se empezó cada uno a recoger; y un poco
antes de llegar al lugar donde se veía, se apearon, porque vieron los frailes
con la cruz, que los estaban esperando. Y viendo la ciudad tuvo el peregrino
grande consolación; y según los otros decían, fue universal en todos, con una
alegría que no parecía natural; y la misma devoción sintió siempre en las
visitaciones de los lugares santos. Su firme propósito era quedarse en
Jerusalén, visitando siempre aquellos lugares santos; y también tenía propósito
de ayudar las ánimas; y para este efecto traía cartas de encomienda para el
guardián, las cuales le dio y le dijo su intención de quedar allí por su
devoción. El guardián le respondió que no veía cómo su quedada pudiese ser,
porque la casa estaba en tanta necesidad, que no podía mantener los frailes, y
por esa causa estaba determinado de mandar con los pelegrinos algunos a estas
partes. Y el peregrino respondió que no quería ninguna cosa de la casa, sino
solamente que, cuando algunas veces él viniese a confesarse, le oyesen de
confesión. Y con esto el guardián le dijo, que de aquella manera se podría
hacer; mas que esperase hasta que viniese el provincial (creo que era el
supremo de la orden en aquella tierra), el cual estaba en Belén.
Liturgia
Gn 46,1-7.28-30 es el encuentro de Jacob con José. Jacob
(=Israel) se había desplazado con toda su familia, ganado y posesiones a
Egipto, siguiendo una revelación de Dios. Como era anciano, lo llevaron, junto
con los niños, en una carreta.
José le salió al encuentro en Gosén para recibir a su
padre, y se le echó al cuello y lloró abrazado a él. Israel pudo entonces hacer
su oración de agradecimiento a Dios, manifestando que ya podía morir, después
de volver a ver el rostro de José y saber que vivía.
Tras el viaje apostólico, Jesús les hizo advertencias muy
importantes a sus Doce (Mt 10,16-23): Mirad
que os envío como corderos en medio de lobos; por eso, sed sagaces como
serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os
entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer
ante gobernadores y reyes por mi causa. Así daréis testimonio ante ellos y ante
los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de
cómo lo diréis. En ese momento se os sugerirá lo que tenéis que decir. No
seréis vosotros los que habléis; el Espíritu Santo hablará por vosotros.
Cuando leemos estas cosas los que vivimos “en el lado de
acá”, nos pueden parecer tremendistas. Los cristianos que viven en “el lado de
allá”, saben que esto es lo que tienen encima y lo que viven a cada paso. Y lo
vivieron los primeros cristianos y lo han vivido tantos y tantos a lo largo de
los siglos. Lo tremendo es que los que vivimos una fe fácil no llegamos ni a
plantearnos el valor que se requiere para vivir la fe de verdad. No se
explicarían muchas formas amorfas de vivir la fe y la moral personal.
El Evangelio de hoy nos pide coherencia. Jesús envía a los Doce por todo Israel; deben anunciar el Reino de Dios que ya está muy próximo. Antes de partir, el Maestro les da unos consejos muy precisos sobre lo que tienen que hablar y les anticipa ya que se encontrarán con dificultades. Han de ser precavidos para no dejarse engañar por el maligno; para reconocer los lobos disfrazados de corderitos que se interpondrán para evitar que se anuncie el EVangelio y que se haga el Bien. Sencillos y astutos. Deben ser muy prudentes porque esta virtud se convertirá en astucia y el cristiano, conocerá con objetividad todo lo que tiene que hacerel hombre para ser santo. Es necesario tener una buena formación religiosa y saber que somos lmitados y que siempre , siempre tenemos que consultar a una persona capacitada y que viva animada por los mismos deseos de amar a Dios y ser un buen colaborador suyo en el Plan de la Salvación de la Humanidad.En una sociedad secularizada com la nuestra importan mucho los hechos. Importa la manera de acoger a las personas que acuden a nosotros y la idea que nostros tengamos de Dios. Tener confiana porque si tenemos que hablar, Él mismo nos inspirará las palabras adecuadas. Sólo necesitamos estar muy unidos a Él y que tratemos de responder a las necesidades de los hermanos.
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