LA SALIDA DE LOYOLA
Cuenta la AUTOBIOGRAFÍA de Ignacio (10) que “su hermano como todos los demás de casa,
fueron conociendo por lo exterior la mudanza que se había hecho en su alma
interiormente”. Él no se escondía de ello y (11) perseveraba en sus buenos
propósitos “y el tiempo que con los de
casa conversaba, todo lo gastaba en cosas de Dios, con lo cual hacía provecho
en sus ánimas… Pensaba muchas veces en
su propósito, deseando ya ser sano del todo Para ponerse en camino”.
12. Echaba cuentas de qué haría al regresar de Jerusalén y
en las penitencias que haría, pero esto lo dejaba para cuando regresase. “Hallándose con algunas fuerzas, le pareció
que era tiempo de partirse y lo dijo a su hermano, el duque de Nájera”, quien
lo llevó de una habitación a otra para disuadirle, lo que no logró.
CAPÍTULO II, 13. Cabalgando en una mula –un hermano suyo lo
acompañó hasta Oñate- se dirigió al Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu,
haciendo vigilia de oración aquella noche, dejó a su hermano, y repartió entre
pobres una suma que le debían en Navarrete.
14-16. Iba pensando en las grandes penitencias que hicieron
los santos, y quería hacerlas mayores y experimentaba consolación en esos
pensamientos, “no mirando a cosa alguna
interior, ni sabiendo qué cosa era humildad, ni paciencia, ni discernimiento,
sino toda su intención era hacer estas obras grandes exteriores porque las
habían hecho los santos para gloria de Dios”. Y yendo de camino se le unió
un moro y entablaron conversación, y llegaron al tema de la Virgen María, y el
moro admitía lla concepción virginal pero no el parto virginal. Eso disgustó
mucho a Ignacio. El moro se adelantó hacia una villa, fuera del camino real, e
Ignacio sintió deseos de vengarse del moro por su falta de respeto a la Virgen.
Y en su disgusto pensó buscar al moro pero luego reflexionó y dejó sueltas las
riendas de la mula, y si se iba hacia la villa –camino muy bueno- él buscaría
al moro para vengarse. Y si la mula se iba por el camino real, abandonaba la
idea de su venganza. Y la mula siguió el camino real. Y así llegó a Montserrat.
Liturgia
Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. (Gn.
21, 5.8-20). Él sería quien continuara la descendencia prometida al patriarca.
Sara no quiso que permaneciera en la casa la esclava Hagar y su hijo Ismael, y
Abrahán la despidió, proveyéndola para el viaje. Y Dios bendijo también a
Ismael, del que sacó de él un pueblo grande que habitó en la montaña.
Mt 8,28-34 es uno de esos relatos en los que aparece la
mano providencial de Dios, a la vez que la dureza humana, que desaprovecha la
gran oportunidad. Tras la tempestad, la barca vino a dar –sin rumbo previsto-,
en la región de los gerasenos, lugar agreste y en donde lo primero que se
encontraban era el cementerio. Y en el cementerio dos endemoniados, tan
furiosos que nadie había podido domeñarlos, ni nadie se atrevía a pasar por aquel
camino. [No perdamos de vista que estamos en Mateo, y que su costumbre es
emplear “el plural”; por eso no basta con un endemoniado, como lo hace otro
evangelista, sino que pone dos].
Cuando aparece por aquella playa Jesús y los apóstoles, los
endemoniados se encaran con Jesús y le
increpan: “Qué quieres de nosotros, Hijo
de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?
Mateo no da muchos más detalles de la situación sino que se
va directo al tema de los cerdos que hozaban a poca distancia, y los demonios rogaron a Jesús: si nos echas, mándanos a la
piara. Era el lugar más propio para aquellos demonios, contando –además-
con que el cerdo era animal prohibido y cuya crianza suponía una ofensa para el
pueblo bueno. Pero como en todas partes ocurre, había quienes cultivaban esos
cerdos como negocio hacia los extranjeros. Jesús permitió a los demonios irse a
los cerdos, que entraron en estampida y se abalanzaron hacia el precipicio del
acantilado, ahogándose aquellos animales.
Los pastores, asustados (y al fin y al cabo eran los
responsables de la piara), se fueron corriendo al pueblo para dar la noticia. Y
el pueblo entero salió adonde estaba Jesús y los endemoniados ya curados y en
vez de aprovechar la oportunidad de aquel Sanador, lo que hicieron fue rogarle
que se marchara de su país. ¡Se perdían todo lo bueno que podían haber tenido
con la presencia de Jesús entre ellos! Se perdían la acción de aquella arribada
providencial.
Así estoy yo, como Ignacio,luchando con mis achaques y esperando todos los días recuperar un poco de salud para poder ir a donde yo quiera que es a donde el Señor me permita. No me importaría volver a Monserrat a cantarle a la Virgen su ROSA de ABRIL-cada 27 de Abril nos desplazábamos desde Barcelonaa felicitar a la Madre. Y, saludaría al P. Hilario Raguer que me enseñó a orar con los Salmos.
ResponderEliminar¿Qué vale más una persona o un cerdo? Teóricamente sabemos que las personas valemos más, pero, la realidad nos traslada junto a los miles de refugiados a los que somos incapaces de acoger y, al igual que los endemoniados viven echados en territorios de muerte como apestados y no hacemos nada por ir a buscarlos, para tratarlos como hermanos, mirarles a los ojos, regalarles una sonrisa y ayudarlos en lo que podamos. En esta forma de actuar nuestra, Satanás obtiene su triunfo...
Y yendo de camino se le unió un moro y entablaron conversación, y llegaron al tema de la Virgen María, y el moro admitía la concepción virginal pero no el parto virginal. Eso disgustó mucho a Ignacio. El moro se adelantó hacia una villa, fuera del camino real, e Ignacio sintió deseos de vengarse del moro por su falta de respeto a la Virgen.
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