Estudios en París
82. Poco después vino San Remigio, que cae al principio de octubre, y
entró a oír el curso de Artes bajo un Maestro llamado Mro. Juan Pena, y entró
con propósito de conservar aquellos que habían propuesto servir al Señor, pero
no seguir buscando otros, a fin de poder estudiar más cómodamente. Empezando a
oír las lecciones del curso, comenzaron a venirle las mismas tentaciones que le
habían venido cuando en Barcelona estudiaba gramática; y cada vez que oía la
lección, no podía estar atento, con las muchas cosas espirituales que le
ocurrían. Y viendo que de este modo hacía poco provecho en las letras, se fue a
su maestro le prometió que no faltaría nunca de seguir todo el curso, mientras
pudiese encontrar pan y agua para poder sustentarse. Y hecha esta promesa,
todas aquellas devociones que le venían fuera de tiempo le dejaron, y prosiguió
sus estudios tranquilamente.
En este tiempo conversaba con Mro. Pedro Fabro con Mro. Francisco
Javier, los cuales después ganó para el servicio de Dios por medio de los
Ejercicios. En aquel tiempo del curso no le perseguían como antes. Y a este
propósito, una vez le dijo el doctor Frago que se maravillaba de que anduviese
tan tranquilo, sin que nadie le molestase. Y él le respondió: -La cosa es
porque yo no hablo con nadie de las cosas de Dios; pero, terminado el curso,
volveremos a lo de siempre.
83. Y mientras los dos hablaban, se acercó un fraile para pedir al
doctor Frago que le buscase una casa, porque en aquella donde él se hospedaba
habían muerto muchos, y creía que de peste, porque entonces comenzaba la peste
en París. El doctor Frago y el peregrino quisieron ir a ver la casa, y llevaron
a una mujer que entendía mucho en esto, la cual, entrando en la casa, afirmó
que era peste. El peregrino quiso entrar también, y encontrando un enfermo, lo
consoló, tocándole en la mano la llaga; y después de haberle consolado y
animado un poco, se fue solo; y la mano le empezó a doler, de modo que le
pareció que tenía la peste. Y esta imaginación era tan vehemente, que no la
podía vencer, hasta que con gran ímpetu se metió la mano en la boca, dándole
muchas vueltas dentro, diciendo: -Si tú tienes la peste en la mano, la tendrás
también en la boca. Y habiendo hecho esto, se le quitó la imaginación y el
dolor en la mano.
84. Pero, cuando volvió al colegio de Santa Bárbara, donde entonces
vivía y seguía el curso, los del colegio, que sabían que había estado en la
casa apestada, huían de él, y no quisieron dejarle entrar; y así se vio
obligado a vivir fuera algunos días.
Liturgia
Aunque la “memoria” litúrgica de SAN JOAQUÍN y SANTA ANA
tienen sus lecturas propias, voy a seguir con la lectura continuada, Ya ayer
quedaba sin tratar el momento sublime del paso del mar Rojo (al prevalecer la
liturgia de Santiago), pero no quiero pasarla por alto cuando ya hoy esa
lectura nos muestra a la comunidad israelita caminando a la otra orilla del Mar
Rojo, mientras los egipcios, con sus carros y jinetes se han hundido en las
aguas. El mal, representado por el Faraón y su abundante ejército, ha quedado
vencido por la acción de Dios, que ha conjugado diversas causas, De una parte,
la estratagema de la columna de humo, puesta a retaguardia de los israelitas,
que ha despistado a los egipcios, porque han creído que Israel estaba copado
por el mar y que allí los iban a apresar. Pero mientras la columna de humo
engañaba a los egipcios, los israelitas atravesaban el Mar Rojo en el momento
de la marea baja, por un istmo que había en aquel lugar que Moisés señaló con
su cayado.
Pero en Ex 16,1-5.9-15 el pueblo empieza sus protestas
contra Moisés porque no tiene pan ni carne, y ahora se acuerda de que en Egipto
no le faltaba. Dios le envió el maná, aquella especie de escarcha que podían
amasar y comer como pan, y a la caída de la tarde cayó sobre el campamento una
bandada de codornices. Dios cuidaba de su pueblo, aunque era un pueblo duro y
díscolo que se pasó la travesía del desierto protestando contra Moisés y contra
Dios
En Mt 13,1-9 tenemos la parábola del Sembrador, tan
perfectamente conocida y que hace tan poco que la hemos tratado en un domingo.
El problema que siempre presenta la comprensión de esta parábola es que induce
a pensar en 4 clases de personas. Sin embargo debemos encontrar en esa parábola
como 4 zonas que se dan en muchas personas, en nosotros, que teniendo buenas
capacidades de dar fruto, sin embargo pierden muchas posibilidades por no
tomarse las cosas en serio y dejar perder la enseñanza que Jesús (y los
evangelios) le aportan, o porque van tan a lo superficial que no echan raíces,
o se entremezclan con tantas otras preocupaciones o distracciones que acaban
por perder el sentido de su obligación como cristianos. No quita que en algún
aspecto cuaje la buena semilla. Pero la responsabilidad es lo mucho que se dejó
perder cuando la semilla estaba destinada a dar el ciento por uno.
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