La prisión en Alcalá
61. Diecisiete días estuvo en la prisión, sin que le examinasen ni él
supiese la causa de ello; al fin de los cuales vino Figueroa a la cárcel, y le
examinó de muchas cosas, hasta preguntarle si hacía guardar el sábado. Y si
conocía dos ciertas mujeres, que eran madre y hija; y de esto dijo que sí. Y si
había sabido de su partida antes que se partiesen; y dijo que no, por el
juramento que había recibido. Y el vicario entonces, poniéndole la mano en el
hombro con muestra de alegría, le dijo: «esta era la causa porque sois aquí
venido». Entre las muchas personas que seguían al peregrino había una madre y
una hija, entrambas viudas, y la hija muy moza, y muy vistosa, las cuales
habían entrado mucho en espíritu, máxime la hija; y en tanto que, siendo
nobles, eran idas a la Verónica de Jaén a pie, y no sé si mendicando, y solas;
y esto hizo grande rumor en Alcalá; y el doctor Ciruelo, que tenía alguna
protección de ellas, pensó que el preso las había inducido, y por eso le hizo
prender. Pues como el preso vio lo que había dicho el vicario, le dijo:
«queréis que hable un poco más largo sobre esta materia?» dice: sí. «Pues
habéis de saber, dice el preso, que estas dos mujeres muchas veces me han
instado para que querían ir por todo el mundo servir a los pobres por unos
hospitales y por otros; y yo las he siempre desviado de este propósito, por ser
la hija tan moza y tan vistosa, etc.; y les he dicho que, cuando quisiesen
visitar a pobres, lo podían hacer en Alcalá, y ir acompañar el santísimo sacramento».
Y acabadas estas pláticas, el Figueroa se fue con su notario, llevando escrito
todo.
62. Desde el día que entró en la cárcel el peregrino, hasta que le
sacaron, se pasaron cuarenta y 2 días; al fin de los cuales, siendo ya venidas
las dos devotas, fue el notario a la cárcel a leerle la sentencia, que fuese
libre, y que se vistiesen como los otros estudiantes, y que no hablasen de
cosas de la fe dentro de 4 años que hubiesen más estudiado, pues que no sabían
letras. Porque, a la verdad, el peregrino era el que sabía más, y ellas eran
con poco fundamento: y esta era la primera cosa que él solía decir cuando le
examinaban.
63. Con esta sentencia estuvo un poco dudoso lo que haría, porque
parece que le tapaban la puerta para aprovechar a las ánimas, no le dando causa
ninguna, sino porque no había estudiado. Y en fin él se determinó de ir al
arzobispo de Toledo, Fonseca, y poner la cosa en sus manos. Partióse de Alcalá,
y halló el arzobispo en Valladolid; y contándole la cosa que pasaba fielmente,
le dijo que, aunque no estaba ya en su jurisdicción, ni era obligado a guardar
la sentencia, todavía haría en ello lo que ordenase (hablándole de vos, como
solía a todos). El arzobispo le recibió muy bien, y [entendiendo que deseaba
pasar a Salamanca, dijo] que también en Salamanca tenía amigos y un colegio,
todo le ofreciendo; y le mandó luego, cuatro escudos.
Liturgia
Hay un salto notable en los capítulos del Éxodo y pasamos a
11,10-12.14. Comienza advirtiéndonos que el Faraón no hizo caso a los prodigios
que le hicieron presentes Moisés y Aarón. Y el Señor toma la iniciativa y los
convoca para este mes que será para
vosotros el principal mes del año. Va a ser el mes de la salida de Egipto
para lo que Dios da una serie de normas para preparar al pueblo para esa hora.
Por lo pronto hay una preparación de orden espiritual, que es la preparación de
la Pascua o momento del PASO de salida del pueblo, obligado incluso por el
Faraón, ante quien las manifestaciones extremas de Dios con la muerte de los
primogénitos, le han hecho cambiar de criterio. Éste será un día memorable para
vosotros y lo celebraréis de fiesta en honor del Señor, de generación en
generación. Decretaréis que sea
fiesta para siempre.
Pasamos al conocido evangelio de las espigas cogidas en
sábado (Mt 12,1-8), una queja más y una “persecución” más de los puritanos
fariseos, que no dejaban pasar ocasión para atacar a Jesús o a los discípulos
de Jesús (que era la manera de ridiculizar al Maestro).
Los Doce venían a campo traviesa por entre unos sembrados
de trigo, y como con un instinto espontáneo, propio de gente tan sencilla y
acostumbrada al campo, arrancan unas espigas que trituran entre sus palmas y se
comen los granos. Hoy es posible que el mundo actual, tan centrado en el
cemento de las ciudades, no pueda hacerse cargo de la fruición que suponía
aquellas pocas espigas cogidas al paso. Puedo asegurar que era “una tentación”
incoercible. Y lo que era un simple juego sin malicia ni trascendencia, es
tomado por los fariseos como una “violación del sábado” por el “trabajo” que
suponía aquel desmenuzar las espigas entre las palmas de las manos. Y se lo
critican a Jesús.
Jesús se fue a un caso histórico del venerado David, que
“viola una ley” por causa de necesidad, para ponerles delante a aquellos hombres
que las leyes se han hecho para el hombre, y no al hombre como esclavo de las
leyes. Quiero misericordia y no sacrificios.
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