Preparando viaje a Jerusalén
35. Y así al principio del año de
23 se partió para Barcelona para embarcarse. Y aunque se le ofrecían algunas
compañías, no quiso ir sino solo; que toda su cosa era tener a solo Dios por
refugio…, porque él deseaba tener tres virtudes: caridad y fe y esperanza; y
que esta confianza y afición y esperanza la quería tener en solo Dios. Y esto,
que decía de esta manera, lo sentía así en su corazón. Y con estos pensamientos
él tenía deseos de embarcarse, no solamente solo, mas sin ninguna provisión. Y
empezando a negociar la embarcación, alcanzó del maestro de la nave que le
llevase de balde, pues que no tenía dineros, mas con tal condición, que había
de meter en la nave algún biscocho para mantenerse, y que de otra manera de
ningún modo del mundo le recibirían.
36. El cual biscocho queriendo
negociar, le vinieron grandes escrúpulos: ¿esta es la esperanza y la fe que tú
tenías en Dios, que no te faltaría? etc. Y esto con tanta eficacia, que le daba
gran trabajo. Y al fin, no sabiendo qué hacer, porque dentrambas partes veía
razones probables, se determinó de ponerse en manos de su confesor; y así le
declaró cuánto deseaba seguir la perfección, y lo que más fuese gloria de Dios,
y las causas que le hacían dudar si debería llevar mantenimiento. El confesor
se resolvió que pidiese lo necesario y que lo llevase consigo; y pidiéndolo a
una señora, ella le demandó para dónde se quería embarcar. El estuvo dudando un
poco si se lo diría. Y la causa por que él no osó decir que iba a Jerusalén fue
por temor de la vanagloria. Al fin, habido el biscocho, se embarcó; mas
hallándose en la playa con cinco o seis blancas, de las que le habían dado
pidiendo por las puertas (porque de esta manera solía vivir), las dejó en un
banco que halló allí junto a la playa.
Liturgia
Hay un salto vertiginoso en los capítulos que utiliza la
liturgia, y nos encontramos en el 41,55-57; 42,5-24, con José –hijo de Jacob-
ya en Egipto como administrador de las posesiones del Faraón. José abre los
graneros a los egipcios para que no falte el pan. Pero el hambre se extiende y
los hijos de Israel (=Jacob) (hermanos de José) han de acudir a Egipto por
víveres. José (que había sido maltratado por sus hermanos) los reconoce y les
habla duramente. Ellos no lo reconocieron. Y José los hace detener tres días y
finalmente les da el trigo, con la condición de que lleven a la vuelta a su
hermano menor, Benjamín. Ellos aceptaron y se comunicaban entre ellos
diciéndose que estaban pagando por lo mal que lo hicieron con José. Lo que no sabían
era que José les entendía perfectamente. Y José se retiró y lloró. Finalmente
los despidió.
Es una historia que era conocida al dedillo por las
generaciones nuestras, que tuvimos la suerte de estudiar la HISTORIA SAGRADA,
que nos educó en valores y en conocimientos, y nos era familiar todas estas
narraciones bíblicas.
En el evangelio (Mt 10, 1-7), llegamos a ese momento
importantísimo de la llamada de Jesús a Doce hombres que habían de estar con
él, y a los que les dio autoridad para
expulsar demonios, y curar toda enfermedad y dolencia. Elegía doce hombres,
siguiendo la tradición de las doce tribus de Israel. Y los doce eran igualmente
elegidos e igualmente destinados a esa misión que continuaba la propia acción
de Jesús.
A continuación se van desgranando los nombres y
sobrenombres de algunos. Los llamó “apóstoles”, y el primero que aparece es Simón, el llamado PEDRO, y su hermano
Andrés. En el orden de las llamadas primeras, ellos son los testigos
directos de pesca milagrosa. Y casi simultáneamente, Santiago el Zebedeo y su hermano Juan, también participes directos
de aquel momento en que hubieron de echar una mano cuando la pesca era tan
abundante que no se podían valer solos los dos primeros.
Continúa la lista por Felipe
y Bartolomé, citados por San Juan en su evangelio como de los primeros a
quienes se dirigió Jesús. Tomás y Mateo
el publicano. No consta el momento de la llamada de Tomás. Sí la de Mateo
(cuya llamada hace poco que hemos visto siguiendo la lectura continua). Y luego
va siguiendo una lista de algunos nombres de los que no hemos tenido noticia en
ninguno de los 4 evangelios. Son Santiago
Alfeo, Tadeo (el popularmente conocido por Judas Tadeo), Simón el fanático, y Judas Iscariote. Junto al nombre de éste,
siempre aparece una coletilla en las diversas listas que nos trasmiten los
sinópticos: el que lo entregó. Pero
junto a esa coletilla, lo que sigue diciendo el Evangelio es: A estos
Doce los envió Jesús con estas instrucciones: No vayáis a tierras de
paganos, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad
que el reino de los cielos está cerca.
Jesús nos conoce a fondo; sabe hasta dónde puede contar con cada uno. A todos nos ha echado a la vida con una misión concreta. Tal vez, esta misión puede no coincidir con lo que nosotros hemos pensdo que sería lo mejor para la Iglesia o para el mundo.Se nos pide que seamos fieles a lo que el Señor espera de nosotros, a vivir y actuar como auténticos discípulos...Somos enviados, no protagonistas de la misión.El Señor nos pide que todo lo que hagamos sea para colaborar en sus planes salvíficos.
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