HOY ES PRIMER VIERNES DE MES,
y nos reunimos a las 5’30
para el APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
Juntamos hoy
tres celebraciones: es PRIMER VIERNES, es el día de San José Obrero y comienza
el Mes de la Virgen.
En la
liturgia, aunque sin rango especial festivo, la Iglesia cristianiza el “día del
trabajo” con una mirada a San José
en su condición de obrero,
trabajador… Se le asignan unas lecturas que lo identifican como “el carpintero” conocido en el pueblo de
Nazaret, esposo de María y “padre” de Jesús. (Mt 13, 54-58). Y su labor es una
continuación práctica de la obra del Gran Artífice, que ha puesto toda la
creación en las manos del hombre para que él las transforme, desarrolle, embellezca
y saque adelante con su trabajo. Y creado el hombre a imagen de Dios, también
imita a Dios en el descanso, porque Dios realizó su trabajo en 6 días y al séptimo
descansó. (Gn 1, 26-2,3) Queda como lectura en reserva unos párrafos de la
carta a los colosenses, que señalan el amor como la razón de todo lo que el
hombre realice, en un clima de paz (no de tensiones), y siempre a gloria de
Dios. (Col 3, 14-15, 17, 23-24).
Comienza el MES DE
MARÍA, un mes para tener a la Virgen ante los ojos del corazón de un modo
especial. Un mes en que la naturaleza se viste de flores: se engalana y parece
reventar de vida por todas partes. Y esa primavera nos hace a los hijos volver
nuestra atención hacia María, como la gran primavera que nos orienta a los
frutos maduros de nuestro encuentro con Jesús. Las flores, tan llenas de colorido y belleza, son ahora un símbolo de algo mucho más
consistente: el regalo del alma a la Virgen: con flores a María, que van mucho más allá que el colorido y el
olor de una flor natural: se trata de obsequiar a María con ofrecimientos de
detalles personales que sean del agrado de nuestra Madre. Y será agrado de ella
lo que sea del agrado de su Hijo, lo que lleva a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla por obra. Una vida
cristiana no se queda en el color y el olor y las formas externas. Las admira y
las goza, pero desde ellas se eleva a Dios y convierte cada detalle de esos en
un acto de reconocimiento, admiración y agradecimiento a Dios.
El PRIMER VIERNES
nos mete en el interior mismo del Corazón de Jesucristo. Nos hace sentir los
pálpitos mismos de su Corazón, y nos exige un conocimiento cada vez más interno
de sus sentimientos y de su Persona, para que sea nuestra fe cada vez
más profunda y nuestra vivencia de amor a Dios más práctica y concreta.
Carecería de fuerza si nos redujéramos al “primer viernes”. Su razón de ser es
de botón de fuego que levanta toda
una mística de oración y de acción que se extiende a todo el mes, a todas las
facetas de la persona, a toda la expresión de nuestra vivencia cristiana. Tiene
una base fundamental en LA ORACIÓN, cuyos efectos se deben contagiar hacia
afuera, haciéndonos APÓSTOLES DE LA ORACIÓN, y desembocándonos en la EUCARISTÍA
como motor y camino que nos lleva al honor y amor al Padre Dios. Caminamos bajo
la acción del Espíritu Santo de Dios, y de la mano de María Virgen.
Así arranca este mes. Y nuestra ilusión es que cuando acabe, hayamos podido formar un ramillete de
flores del alma que agraden a María y honren al Hijo y sean gloria del Padre.
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