Asciende entre aclamaciones
La liturgia de hoy nos lleva a través de las tres lecturas.
Y la 2ª es la que aplica los efectos de la ascensión a la vida de cada día.
Porque San Pablo nos hace sentir que este hecho nos tiene que dar espíritu de sabiduría y revelación para
conocer a Jesucristo; tiene que iluminar los ojos de nuestro corazón para
comprender la esperanza a la que nos llama, y la riqueza de gloria que da en
herencia a los fieles del Señor. Por tanto no nos quedamos “mirando al
Cielo” –como les dijo el ángel a los apóstoles y discípulos, sino que hemos de
aterrizar en unos efectos prácticos en la vida diaria.
Esos efectos son una nueva sabiduría que nos tiene que
hacer comprender que nuestra vida no se queda reducida a lo de aquí abajo; que
tenemos que vivir con una esperanza, y que vamos caminando hacia un triunfo,
que es el mismo triunfo de Jesucristo. Él ha marchado primero pero no lo ha
hecho separándose de nuestro mundo, sino precisamente acercándose al mundo
entero. Mientras estuvo físicamente en Palestina, Jesús estaba reducido a unos
límites geográficos. Cuando Jesús sube al Cielo está mucho más cerca de todos,
y hoy nosotros sentimos a Jesús tan nuestro como puede sentirlo otro
cualquiera. Y eso excita nuestra esperanza y confianza porque sabemos que Jesús
no está lejos, porque “el mismo Jesús que
habéis visto subir, lo mismo bajará”…, y en realidad ha bajado y está al
alcance de todos.
Lo que eso deja en nosotros es un efecto muy especial, como
nos describe metafóricamente el evangelio: nuestra fe en el Cristo triunfador nos
libera del demonio; nos libera de la esclavitud del mal, aunque el mal
ronde nuestras entradas y salidas. Y tanto más cuanto la esclavitud que
experimentamos está anidada dentro de nosotros por nuestro egoísmo y nuestro
afán de goce sin límites. Jesús, subiendo, nos hace despegar el corazón de todo
ese mundo que nos atrapa.
Nos hace tener otro lenguaje…, no necesariamente el de la
expresión oral sino el de las actitudes del alma, el de los sentimientos del
corazón. Lenguaje nuevo que no se deja vencer por el pesimismo sino que eleva
la mirada, viéndolo subir, y así
eleva nuestro modo de enfocar la vida y de mirar hacia los demás.
El veneno sutil del mundo no nos puede ganar. El veneno existe.
El veneno engaña. El veneno atrae. El mundo es un conjunto de llamadas a lo
fácil, lo útil, lo placentero… Y Jesús elevado al Cielo nos sirve de imán que
atrae hacia la altura, como antídoto frente a todo el veneno que nos apega a
los bienes terrenos.
Y no sólo nos libera a cada uno como individuos sino que nos
hace ser medicina para otros.
Impondrán las manos en los enfermos, y sanarán. Ésta es la “nueva venida”
de Jesús, “de la misma manera que le
habéis visto marchar”. Ya no será Jesús el de Palestina sino ese “Jesús”
que tiene que estar dentro de cada uno de nosotros, para ser nosotros “la misma
manera de presencia del Jesús que subió al Cielo”. Y Jesús hizo el bien por
donde pasó; miró a su alrededor y salió a sanar a quien estuvo en su camino.
Hoy nos ha dejado a nosotros esa misión.
Aunque partiendo de un supuesto necesario: Que Él está en medio. Que la Eucaristía
es la bajada diaria de Jesús a nuestro mundo y a nuestras personas. Y que esa
presencia tiene que personalizarse en cada uno de nosotros que, porque comulgamos,
vamos repitiendo cada día la PRESENCIA DE JESUCRISTO EN SU IGLESIA hoy.
En el día del triunfo definitivo de Jesucristo, nos sentimos atraídos por su fuerza, que no eleva a más altura
ResponderEliminar- Porque necesitamos despegarnos de lo que nos esclaviza y apega a la tierra, Roguemos al Señor.
- Porque Jesús subiendo al Cielo nos hace pensar en otra forma de vida en la que elevemos nuestra mirada, Roguemos al Señor.
- Porque necesitamos vivir la esperanza y no perdernos en el pesimismo del día a día, Roguemos al Señor.
- Porque estamos llamado a ser medicina que sane y ayude a otros, y no víctimas de los venenos que el mundo nos pone, Roguemos al Señor.
Señor Jesús: al subir al Cielo lleva hasta el Padre nuestras oraciones y necesidades. Y que la Eucaristía nos haga modificar aquellas conductas que no son acordes con nuestra vocación cristiana.
Por medio de María te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
AMÉN . No tenemos que mirar embobados al cielo; a Jesús lo tenemos que encontrar en la tierra.No tenemos que andar preocupados ni pensar tanto en una escatología inminente, sino en esa presencia inmanente que el propio Jesús nos prometió:"Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo".
ResponderEliminarLa Palabra de Dios muy poco habla de la Ascensión de Jesús con ser un acontecimiento sobrenatural; nos habla de la misión que Él nos deja. La glorificación de Jesús lo sitúa como Cabeza de todo el Universo y de la Iglesia, de la cual somos miembros. No resulta fácil comprender la extraordinaria grandeza a la que estamos destinados.