San Matías, apóstol
Hoy celebramos la fiesta litúrgica de San Matías, el
apóstol que completó la lista de los Doce tras la perdición de Judas, “cuya morada queda desierta” (Hech
1,15-17; 20-26), como dice Pedro antes de proceder a la elección del “apóstol
número doce”, que ha de llenar el vacío que dejó la traición del Iscariote.
En la elección intervienen dos factores: uno, el humano: condiciones
que debe tener quien vaya a ocupar ese puesto. Y son dos: uno de los que nos acompañaron mientras Jesús convivió con nosotros.
La otra característica: que sea testigo de la resurrección. Y
hecho el estudio de quién reunía esas dos condiciones, encuentran a dos: José
Barsabá y Matías.
En lo humano, de momento, queda la perplejidad. Hay dos. ¿A
cuál elegir? Y ahora entra el componente divino: oran a Dios: Señor: tú penetras el corazón de todos: muéstranos a cuál de los dos HAS ELEGIDO.
Ellos han llegado hasta donde podían llegar, pero no me habéis elegido vosotros s a mí; soy yo quien os he elegido. Y
esa misma pauta tiene que seguir: es Dios quien tiene que elegir. Y como no se
produce ningún hecho revelador, no hay ningún suceso llamativo sobrenatural,
una vez que han orado y lo han puesto todo en manos de Dios, vuelven a los
medios humanos. Y optan por lo más indiferente. Ellos echarán a suerte cuál de
los dos, pero convencidos que no es la suerte y la casualidad la que da un
resultado, sino el mismo Señor que así mostrará a quién ha elegido Él.
Y la suerte recae en Matías, y ellos, ya sin duda alguna de
que Dios ha hecho su elección, lo asocian al número de los apóstoles.
El evangelio (Jn 15, 9-17) –recientemente proclamado en la
lectura continua- nos reafirma en esa elección
de Jesús, que es quien lleva adelante su obra. Y lo hace con la
contribución humana, porque la encarnación de Jesús en nuestro mundo no sólo
queda en su humanidad en el seno de María,
sino en asumir los mismos medios humanos (los “signos de los tiempos”) como vehículos de manifestación de la
voluntad de Dios. Evidentemente que orando mucho y discerniendo. Y Jesús tomará
también a Matías en su amistad, porque también Matías –en su trayectoria de todos
aquellos años- ha podido conocer y penetrar los secretos del Corazón de Cristo.
Y de Cristo resucitado, de quien Matías ha sido testigo.
Ayer recibí un reportaje llamativo de Singapur, donde le
han robado al mar miles de kilómetros cuadrados y los han convertido en
llamativos jardines, con su parte botánica admirable y con postizas estructuras
a modo de árboles, que vienen a ser protagonistas de todo el amplio espacio de
flores y vegetación.
Mayo, como mes de María, me vino a la cabeza: María le roba
al MAL su fuerza. Y donde radicaba la fuerza maligna y salobre, ella se
constituye en un vergel con las más variadas especies. Pero todo no son flores
naturales, con ser tan bellas. En María hay toda una “estructura humana” que
constituye la atracción de este “parque”, porque ella sobresale por encima de
todas las plantas, y porque en razón de ella están las otras flores desprendiendo
colorido y aroma. A su vez, esas flores adornan y embellecen y le ofrecen un entorno
obsequioso.
“Con flores a María, que Madre nuestra es”.
¿Qué más se puede decir de María que usted, padre,no nos diga en sus meditaciones , en este mes dedicado a la Virgen?Junto con el Corazón de Jesús, tiene usted el Corazón de María metido en el suyo.y por eso nos transmite el amor que llena el corazón de quienes le oímos o leemos diariamente. GRACIAS, PADRES.
ResponderEliminar¿Pòr qué me pedís que vuelva? "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" Quienes habían visto morir al Señor en la Cruz, entre insultos y burlas, debían ser los testigos de su exaltación suprema a los cielos.
ResponderEliminarLos Evangelistas lo refieren con mucha sobriedad; pero su narración ha sido lo suficiente clara para resaltar el poder de Cristo y su gloria. Mateo y Marcosescriben sobre el poder que le ha sido dado en el cielo y en la tierra; Lucas recuerda la última Bendición a los Apóstoles, mientras se alejaba de ellos.¡Espectáculo extraordinario y maravilloso que los dejó atónitos, "fija la vista en Él" hasta que unos ángeles consiguieron sacarlos de su asombro.
"Venid y vamos todos con flores a María...¡Oh Virgen María, Madre de la Iglesia!, te pido por la Iglesia entera; protege y asiste a los Obispos en su misión apostólica y a los Sacerdotes, Religiosos y Laicos que les ayudan en su difícil tarea.