19 de mayo de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco ha invitado a encomendarse al Padre en el
momento de nuestra despedida en nuestro mundo. Lo ha hecho durante la homilía
de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, centrada en el discurso de
Jesús antes de la Pasión y la despedida de Pablo y Mileto antes de dirigirse a
Jerusalén. De este modo, el Papa ha recordado a las víctimas de las
persecuciones que se ven obligadas a huir como los rohinyá de Myanmar
o los cristianos y yazidíes en Irak.
Tal y como ha recordado el Santo Padre, Jesús se despide para ir
al Padre y mandarnos el Espíritu Santo, San Pablo se despide antes de ir a
Jerusalén y llora junto a los ancianos venidos de Éfeso a saludarle. Así,
ha hecho referencia a las lecturas del día para desarrollar su homilía sobre qué
significa “decir adiós” para un cristiano.
“Jesús se despide, Pablo se despide --ha indicado-- y esto nos
ayudará a reflexionar sobre nuestras despedidas”. En nuestra vida “hay muchas
despedidas”, pequeñas y grandes y hay “también mucho sufrimiento, muchas lágrimas
en algunas de ellas”.
De este modo, el Papa ha invitado a pensar en “esos pobres
Rohingya del Myanmar. En el momento de dejar su tierra para huir de las
persecuciones no sabían qué les sucedería. Y desde hace meses están en barcas,
allí… Llegan en una ciudad, donde les dan agua, comida y les dice: ‘marchaos’.
Es una despedida”. Mientras tanto, hoy tiene lugar esta despedida existencial
grande, ha explicado. “Pensad en la despedida de los cristianos y de los
yazidíes, que piensan que no volverán a su tierra, porque han sido expulsados
de sus casas, hoy”, ha indicado Francisco.
Así, Francisco ha recordado que hay pequeñas y grandes despedidas
en la vida, como la “despedida de la madre, que saluda, da un último abrazo al
hijo que va a la guerra; y todos los días se levanta con miedo”, de que venga
alguno y le diga: ‘le agradecemos la generosidad de su hijo que ha dado la vida
por la patria’”. Y está también “la última despedida que todos debemos
hacer, cuando el Señor nos llama a su orilla. Yo pienso en esto”.
El Pontífice ha proseguido reconociendo que estas grandes
despedidas de la vida, también la última, “no son un ‘hasta pronto’,
‘hasta la vista’, ‘nos vemos’, despedidas después de las cuales
uno sabe que vuelve, enseguida o después de una semana, sino
que son despedidas que no se sabe cuándo y cómo volveré”.
A propósito, el Santo Padre ha observado que el tema de las
despedidas está también presente en el arte y en las canciones. De este
modo, le ha venido a la mente “esa canción alpina, cuando ese capitán se
despide de sus soldados: el testamento del capitán". De este modo, el
Pontífice se ha preguntado ¿Pienso en la gran despedida, mi gran
despedida, no cuando tengo que decir ‘hasta luego’, ‘nos vemos’, ‘hasta
pronto’, sino ‘adiós’? Nuevamente haciendo referencia a las lecturas, Francisco
ha recordado que ambos textos usan la palabra ‘adiós’. Pablo encomienda a Dios
a los suyos, y Jesús encomienda al Padre a sus discípulos, que quedan en el
mundo. Así, ha explicado que encomendar al Padre, encomendar a Dios, es el
origen de la palabra ‘adios’.
El Papa ha observado que con estos dos iconos --el de Pablo que
llora de rodillas en la playa y Jesús triste porque se iba a la Pasión llorando
en su corazón-- podemos pensar en nuestra despedida y nos hará bien. ¿Quién
será la persona que cerrará mis ojos? ¿qué dejo?, ha preguntado.
En estos pasajes, tanto Jesús como Pablo hacen una especie de
examen de conciencia. Por eso, el Papa ha explicado que nos hará bien imaginar
ese momento. “Cuando será, no se sabe, pero será el momento en el que ‘hasta
pronto’, ‘hasta luego’, ‘nos vemos’, ‘hasta la vista’ se convertirá en ‘adiós’.
Y Francisco se ha hecho más preguntas: ¿Estoy preparado para
encomendar a Dios a todos los míos?, ¿para encomendarme a mí mismo a Dios?,
¿para decir esa palabra que es la palabra del encomendarse del hijo al
Padre?
Finalmente, el Papa ha concluido su homilía aconsejando a todos
meditar precisamente en las lecturas de hoy sobre la despedida de Jesús y la de
Pablo y “pensar que un día” también nos tendremos que decir la palabra “adiós”.
“A Dios encomiendo mi alma, a Dios encomiendo mi historia, a Dios
encomiendo los míos, a Dios encomiendo todo”. “Que Jesús muerto y
resucitado nos envía el Espíritu Santo para que nosotros aprendamos esa
palabra, aprendamos a decirla, pero existencialmente con toda la
fuerza, la última palabra: adiós”.
Hay que caminar por el desierto, sentir la sed abrasadora, la limitación de las propias fuerzas; aquí comienza el despojo de uno mismo; la enfermedad nos enseña a buscar apoyo; a confiar, a esperar...somos criaturas y en nuestra indigencia , llamamos al Otro, que está en otra dimensión y acude a nuestra llamada y sentimos su Presencia y su Poder; nos sentimos muy amados; y con gozo, comenzamos a decir adiós a las cosas de este mundo.Unidos al Padre, le pedimos que nos perdone, que nos pode y que nos espiritualice y que nos dé la mano en nuestro caminar hacia el Reino.Con Él, no debe ser penoso decir ADIÓS.
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