Francisco en el ángelus:
Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras
Palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana
3 de agosto de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco se ha
asomado a las 12.00 a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano
para recitar el ángelus con los fieles y peregrinos, cubiertos por paraguas
para protegerse de la lluvia, reunidos en la plaza de san Pedro para rezar
juntos la oración mariana.
Estas son las palabras del Papa para introducir en ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
en este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la
multiplicación de los panes y de los peces. Jesús lo hizo en el lago de
Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después
de enterarse de la muerte de Juan Bautista. Pero muchas personas le siguieron y
le alcanzaron; y Jesús, viéndoles, sintió compasión y curó enfermos hasta la
noche. Entonces, los discípulos preocupados porque era tarde, le dijeron que
despidiera a la multitud para que pudieran ir a los pueblos y comprarse comida.
Pero Jesús, tranquilamente respondió: "Dadles vosotros de
comer"; y le dieron cinco panes y dos peces, los bendijo, y comenzó a
partirlos y darlos a los discípulos, que los distribuyeron entre la gente.
¡Todos comieron hasta saciarse y aún así sobró!
En este acontecimiento podemos acoger tres mensajes. El primero es
la compasión. Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- 'no lo deja
en paz', Jesús no actúa con irritación, no dice 'esta gente me molesta'. Sino
que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por
necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que siente Jesús. No es simplemente
sentir piedad, es más, significa misericordia, es decir, identificarse con el
sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre
junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros.
Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que
hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las
nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como
las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a
menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese
hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen
para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas,
también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras
exigencias, aún legitimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres
que no tienen lo necesario para vivir.
El segundo mensaje es el compartir. Primero la compasión, lo que
sentía Jesús y después el compartir. Es útil comparar la reacción de los
discípulos, frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son
distintas. Los discípulos piensan que lo mejor es despedirse, para que puedan
ir a buscar para comer. Jesús sin embargo dice: dadles vosotros de comer. Dos
reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos
razonan según el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo. Reaccionan
como si dijeran 'arreglároslas solos'. Jesús razona según la lógica de Dios, la
del compartir. ¿Cuántas veces nosotros nos giramos hacia otro lado, para no ver
a los hermanos necesitados? Y este mirar a otra parte, es una forma
educada de decir en muchas cosas 'arreglároslas solos'. Y esto no es de Jesús.
Es egoísta. Si hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado
sin comer. Sin embargo esos pocos panes y peces, compartidos y bendecidos por
Dios, bastaron para todos. Atención: ¡no es magia, es un 'signo'! Un signo que
invita a tener fe en Dios, Padre providente, que no permite que nos falte
nuestro "pan de cada día", ¡si nosotros sabemos compartirlo como
hermanos! Compasión, compartir. El tercer mensaje: el prodigio de los panes
preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que "recitó la
bendición" antes de partir los panes y darlos a la multitud. Es el mismo
gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó el memorial perpetuo de
su Sacrificio redentor. En la Eucaristía Jesús no da un pan, sino el pan de la
vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros.
Pero nosotros, debemos ir a la eucaristía con esos sentimientos de Jesús, la
compasión. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien va a la eucaristía sin
tener compasión de los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con
Jesús.
Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos
indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad
las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo,
porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María, Madre de la divina
Providencia, nos acompañe en este camino.
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