LA
TRANSFIGURACIÓN
Fiesta
síntesis de la vida y misión de Jesucristo. En un instante quedan expresadas
las dos caras de la misma moneda. Jesucristo es el que ha tenido que corregir
severamente a Simón porque Simón ha pretendido apartar a Jesús de la Cruz. Eso no puede sucederte. Y Jesús quiere
decirle que eso tiene que suceder. A
Él y a ellos y a todo seguidor de su doctrina y su persona.
La
“cruz” es como la otra piel de cada persona. Quiéralo o no –queramos o no- el sufrimiento,
el dolor, la enfermedad, la muerte, la situación adversa…, nos va a sobrevenir
a la vuelta de la esquina. Y necio será quien pretenda “acabar” con eso con el
sólo intento de ignorarlo. No queremos pensar en una enfermedad, en una limitación,
en un dolor físico o moral…, en la muerte… Pero queramos o no, y pretendamos
decirnos que no puede suceder eso,
ESO está ahí rondando cada instante de la vida de la persona. El remedio no es
negarlo ni ignorarlo, ni pensar que se puede vivir sin eso.
Jesús
sube a la montaña alta, ahí desde donde se divisa un panorama más amplio,
y allí v a manifestar a sus discípulos que esa realidad del dolor tiene fecha
de caducidad. Porque Jesús se les manifiesta en un flash corto pero intenso como una luz gozosa,
brillante, no deslumbrante, en la que se puede englobar la cruz sin que esa
cruz lleve veneno. Y así resulta que en lo ALTO de aquel éxtasis, se puede
seguir hablando de las cosas que iban a
suceder en Jerusalén. Y es evidente que Jersualén era el lugar donde matan
a los profetas y donde Jesús ha anunciado que lo matarán a Él. Y todo eso se
está hablando allí, entre las luminarias que manifiestan el rostro y la túnica
de Jesús. Porque Jesús quiere hacer ver
y comprender a sus tres apóstoles que la cruz no está reñida con la
esperanza segura de una LUZ que dominará.
Los
tres apóstoles prefieren quedarse “en la luz”, porque es lindo estar allí, y hasta se quedarían a la intemperie con tal
de quedarse en la placidez de aquella altura.
¡Vana ilusión! Por mucha luz que pueda aportarse en la visión de la fe, la cruz
seguirá existiendo, seguirá dándose, seguirá acompañándonos. Lo importante
estará en que escuchemos al Hijo amado
de Dios, que ha venido para hacernos la síntesis perfecta de los dos
extremos.
La
voz de Dios les asustó sobremanera a los tres, y se lanzaron al suelo por el
temor de morir allí. Pero Jesús les toca, los levanta…, ¡y ya no hay luces ni
acompañamientos de personajes! Todo aquello ha sido un lección rápida y
profunda: la cruz no debe ser motivo de escándalo. La cruz es sencillamente el
pan de cada día. Lo que varía a la cruz es si
se pisa o si se besa. Porque al final, sabemos a ciencia cierta, que nos esperan
las luces diáfanas de la VIDA. Porque Jesús ha mostrado su gloria, y esa es la
que participaremos todos.
Mientras
tanto, mientras bajamos, Jesús vuelve a remachar el clavo: no digáis nada a nadie hasta que el Hijo del hombre resucite de entre
los muertos. Todavía hay que seguir remachando ese tema que tanto cuesta
digerir… ¡Tanto que los apóstoles no entendieron lo que podría significar
eso de “resucitar de entre los muertos”! Quiere decir que es muy difícil
digerir la cruz. Pero tan evidente como eso es que existe, y tan evidente como
que Jesucristo triunfa de ella y nos hará triunfar. Pero estaremos triunfando
ya en la medida en que sepamos vivir simultáneamente esas dos certezas, y no
pretendamos crearnos un ámbito interior de sólo Tabor, como quien quiere
dulcificar infantilmente la vida.
En
la liturgia de hoy, la 1ª lectura nos muestra la visión de Daniel (7, 9…) en la
que el Dios del Cielo, con su vestido blanco como nieve y su cabellera de lana
limpísima, en su trono de llamas de fuego…, recibe a una especie de hombre que viene entre las nubes del Cielo, avanza hasta
el Anciano y se llega hasta su presencia. Una imagen bellísima que
manifiesta al Padre igual al Hombre (Hijo), ante quien los pueblos y naciones
sirven, y tiene poder eterno, un reino que no cesará.
Y
San Pedro, testigo directo de la transfiguración nos cuenta la realidad de
aquel suceso, del que no pudieron hablar hasta después de la resurrección.
Ahora pueden expresarlo y gozarse… Ahora tienen ya la síntesis. Jesucristo, el
de la Cruz, es el gran triunfador. Y quienes le sigan, lo será juntamente con
Él.
* * *
Recomiendo la
lectura continuada de hoy, con el grito de alegría de Jeremías, que ya
vislumbra la liberación del pueblo (tras las dolorosas profecías anteriores).
Pero halló gracia en el desierto el
pueblo escapado de la espada. [Es también otra “trasfiguración que muestra
su parte luminosa].
En cuanto al
Evangelio (Mt15, 21-28), lo veo como una de las lecciones prácticas más
hermosas de cómo Dios va cambiando el paso de la vida, y donde había una
respuesta tajante, los signos de los
tiempos –la realidad sencilla de la vida: una mujer pagana que sufre y
suplica- acaba llevando a Jesús a un terreno que Él no había visto.
Remito a mis libros: Ventana al Evangelio y Traspasando la ventana. Creo que es
la manera de sentir nosotros otra forma de “transfiguración” a la que lleva
tener el alma abierta a Dios.
El Señor bendice con la cruz, y especialmente cuando tiene dispuesto concder bienes muy grandes.Si en cualquier ocasión nos hace sentir con más intensidad la Cruz es señal que nos considera hijos predilectos . Él es el amigo inseparable que lleva lo duro y lo dificil.Recordamos las palabras de San Pedro:¿ quién os hará daño, si no pensais más que en obrar bien?.Pero si sucede que parecéis algo por amor a la justicia, sois bienaventurados.
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