MARÍA, REINA
HOY
CELEBRA LA Iglesia la memoria litúrgica de María, la Madre de Dios, como REINA.
No tiene lecturas propias para la Misa. Por eso prefiero –y así es como
realmente corresponde- seguir las del día. Que por otra parte, en la de
Ezequiel 17,1-14, tiene una plasticidad llamativa.
La
visión que Dios le hace tener al profeta es un inmenso campo de huesos secos,
que representan a la completa Casa de Israel en su situación de derrota y
exilio. Es algo así como un osario sin personas, sin personalidad propia,
huesos secos amontonados. Y Dios establece un diálogo con Ezequiel: - ¿Qué ves. Hombre mortal, ¿podrán revivir
estos huesos? Ezequiel lo deja todo en manos de Dios: Señor, tú lo sabes. Y Dios responde: Pronuncia un oráculo sobre esos huesos y diles… Y Ezequiel pronuncia
el oráculo y bajo aquella palabra del profeta los huesos secos se recubren de
tendones, y de carne y de piel… Y así
sabréis que Yo soy el Señor. Pero lo que le queda delante es un cementerio
de cadáveres. Nuevamente viene la palabra de Dios y dice al profeta: Conjura al espíritu, hombre mortal y di:
Ven, espíritu, de los 4 vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan… Y
el profeta da esa orden y los muertos se ponen en pie –una multitud innumerable…-,
LA ENTERA CASA DE ISRAEL- Vuelven a la vida con sensación de fracaso, pero Dios
les habla por medio de Ezequiel diciéndoles que Él los hace salir de sus
sepulcros, y entonces sabrán que Yo soy
el Señor.
Un
auténtico peliculón didáctico que pone de manifiesto a un Israel vencido y
perdido en el exilio, al que Dios llama de nuevo a la vida y les hace salir de
esos “sepulcros” para levantarse y ponerse en pie como gran pueblo que capitanea
Dios. Más aún: Yo os infundiré mi Espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y
SABRÉIS QUE YO, EL SEÑOR, LO DIGO Y LO HAGO.
La
mente se me ha ido a nuestro mundo actual, ese cementerio viviente de personas
perdidas en sus propias tumbas de desánimo, desastre, muerte, carencia de sentido
para vivir, sin siquiera el sentido de la vida. Un telediario cualquiera se
convierte en una crónica de muertes y desastres…, de huesos secos y sin sentido
en la vida. Se está cumpliendo al pie de la letra el anuncio de San Pablo en su carta a Roma en la que
presagiaba lo que iba a ser un mundo sin Dios: un mundo sin respeto a las leyes
naturales; sin respeto a la vida, y carente de sensatez. La gente lo dice en
una palabra: “El mundo se ha vuelto loclo”.
Una palabra de Dios estamos
deseosos de escuchar, que haga resurgir la vida, y manifieste en este momento
nuestro histórico que DIOS ES EL SEÑOR, QUE LO DICE Y LO HACE. Y así hemos de
pedirlo y esperarlo, porque realmente el mundo se está ahogando en su propia
sangre.
Aunque no lo ha recogido el
proceso de la lectura continuada, acaban de irse los saduceos de ponerle a
Jesús una trampa infantil para burlarse de la resurrección. Y cuando ellos se
van, se acerca un fariseo… No dice Mateo (22, 34-40) con qué intención. La
pregunta parece inocente, o sólo busca poder comprobar la ortodoxia de Jesús. ¿Cuán es el principal mandamiento de la Ley?
Eso se lo podían preguntar hasta a un niño. Lo recitaban de memoria todos los
judíos. Y Jesús lo repite con su gran devoción: Amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. No cabía duda que Jesús
estaba en plena rectitud de pensamiento.
Pero Jesús no corta ahí, y sigue
por un segundo mandamiento semejante al
primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Dos mandamientos que sostienen la
Ley y los Profetas No hubo más.
Pero no deja de plantear hoy día
una cuestión que nos atañe también a nosotros: del primer mandamiento estamos todos muy convencidos, al menos cuando
lo recitamos. Del “segundo, semejante al primero” ya no estamos tan firmes, y
eso que Jesús subió el listón hasta algo mucho más alto: amar como Yo os he amado.
Es evidentísimo que eso no lo ha
olido el pueblo judío. Sigue con el “primero” y sus cabezadas (“como un junco”)
en el Muro de las lamentaciones. Pero se pasan más de tres pueblos en su
relación con el prójimo. No es ya sólo que no lo aman como a ellos mismos, sino
que hasta pulverizan el verdadero “ojo por ojo” (que en su momento fue un
auténtico avance de perfeccionamiento…, y en el que se ha vuelto atrás de forma
alarmante).
Pero como nosotros hemos de
mirarnos a nosotros mismos, no estará de más que en esas nuestras reacciones
violentas (de palabra, sobre todo), hagamos nuestra prueba de –siquiera- tratar a los demás como queremos que nos
traten. Habrá que pedir el Espíritu que haga revivir esos “huesos muertos”
que nos dificultan tanto DAR VIDA al espíritu cristiano que ha de atemperar
muchas cosas en nosotros, y hacernos entrar en “nuestros sepulcros” para hacer
REVIVIR LA ENTERA CASA DE “ISRAEL” (que para nosotros es la Iglesia, es la fe,
es la comunidad con la que compartimos eucaristía, con la que convivimos como nuestros prójimos reales en este momento
actual: OS HARÉ SALIR DE VUESTROS SEPULCROS…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!