Preparados y preparándose
Hoy
entramos en parábolas que nos ponen las pilas en orden al momento final de cada
cual, a lo que Jesús llama bellamente: el encuentro con el Señor, que “se
disfraza” de amo, esposo, padre, viñador…
Mt
24, 42-53 nos lo presenta como el amo de una casa, en la que tiene criados que
están ahí para servirle y para vivir entre ellos una camaradería. El amo les da
mano libre para tener su casa en orden, y que ese orden se mantenga también
cuando él está ausente. Y el Señor nos advierte de la importancia de estar
siempre en orden, porque el amo se presenta en cualquier momento, sin necesidad
de previo aviso, porque viene a su casa. Y con ese ejemplo por delante,
advierte a los suyos que siempre estén preparados para el momento de su
llegada. Y como Jesús es muy amigo de presentar las cosas gráficamente, pone el
ejemplo del ladrón, que evidentemente no avisa cuando va a robar. Porque si el
dueño de casa supiera cuándo va a llegar, ya se pertrecharía para que no le
abriera un boquete.
Y
sigue su descripción gráfica con dos formas de actuación de criados: unos, que
permanecen en sus puestos y en orden, que es reconocido, alabado y premiado
cundo el amo llega a la casa. El amo, que ve que han sido fieles en tareas de
menor responsabilidad, ahora les encarga de la administración.
El
que es fiel y lo es con el ano delante o sin el amo, se gana la confianza,
Otro
caso es el de los sirvientes que aprovechan la ausencia del amo para armar una
orgía, que acaba en peleas entre ellos mismos, golpeándose y maltratándose. Y
en esto, aparece el amo y ve el panorama. De inmediato ve que esos criados no
son dignos de confianza. No han aguardado en orden y no se han respetado entre
ellos. [Creo digno de atención este detalle, que hace una alusión expresa a la
relación social; no sólo se trata que el amo sea bien servido, sino que el buen
trato entre ellos forma parte del buen servicio].
¿Qué
hace ahora el dueño de casa? No puede fiarse de esos hombres y mujeres. Y a los
que no han sido fieles, los echa de su casa. “Fuera”. Y fuera, cuando han
perdido el empleo…, cuando han quedado en malas condiciones, ahora viene el
llanto, el arrepentimiento inútil, el rechinar de dientes, el caer en la cuenta
de lo mucho bueno que tenían y con qué estupidez lo han perdido.
Jesús
no está contando un cuento sin más. Está expresando una posibilidad, y la
cuenta para que nos pongamos en el primer caso y seamos de quienes vivimos
siempre preparados. Y eso es el día a día. Precisamente porque no sabemos el
día y la hora en que se verifique ese encuentro con el Señor.
San
Pablo escribe su primera carta a los fieles de Corinto. Se presenta como apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios.
Por tanto, como quien no es un intruso predicador, de los que tantos había. Y
hace con la comunidad de sus fieles lo que aquel “amo” de la parábola: los
ensalza por su buen comportamiento. Incluso abre su carta a otros creyentes más
que –en cualquier lugar- invocan el nombre de Jesucristo. Da gracias el Apóstol
por ellos…, los tiene presentes, y los alaba por lo dones con que han sido
enriquecidos: No carecéis de ningún don quienes
aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Estamos, pues, en
el primer caso de la parábola de Jesús.
Basta
con avanzar en la lectura de la carta para observar que todo el monte no
era orégano. Y que Pablo tuvo que avisar
muy seriamente a una de sus comunidades, porque las cosas no funcionaban
debidamente. Pablo les advierte. Quiere decir que todavía les queda tiempo para
prepararse, pero HAY QUE PREPARARSE. Lo que no se puede es presentarse en la
última hora -¡y última hora es la que ya no tiene un “después” posterior!- sin
haber arreglado cuentas…, sin haberse preparado,
O
sea: la vida ha de ser un IR PREPARÁNDOSE sin descanso. Y el día y la hora –cuando
nadie la espera- en que Jesús se presenta ante cada persona, ya se está
dispuesto. Y el Amo bendecirá y dignificará a esos “criados” que han sabido
estar en su puesto y en su orden.
Hoy
celebramos el día de San Agustín: vivió mucho tiempo fuera de ese orden. No le
salió entonces al encuentro definitivo el Señor. Le salió de otra manera. El
libro de las Confesiones es una maravilla, digna de leer y pensar, porque
nos muestra el proceso de un criado que fue entrando en razones y –por la
paciencia de su madre y del AMO…- acabó encontrando su puesto entre los criados
fieles del Señor. HA SIDO HECHO ADMINISTRADOR de las cosas del Señor. Una
pléyade de almas le siguen en su buen hacer, bajo su buena orientación y
fidelidad a su Señor y a su Dios.
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