LOS RICOS Y EL REINO
Con
una primera referencia a Ezequiel (28, 1-10) veo una referencia negativa a
Tiro. Tiro, en tiempos anteriores a Jesucristo estaba dentro de los reinos de Judá
e Israel. En tiempos de Cristo ya era un país pagano. Sus habitantes eran los
fenicios, y hubo –por tanto- una belicosidad con el pueblo judío. Así creo que
hay que ver hoy esta profecía de Ezequiel, con su ironía sobre un poder humano
que se cree dueño y señor y poderoso e inteligente “de agudo talento de mercader”.
Pues bien: a Tiro va dirigido el apóstrofe final profético: tu eres hombre y no
Dios. Morirás como incircunciso a manos de los bárbaros.
¿O
es –como puede corresponder a una “historia de Israel” el futuro que le toca a
ese pueblo, que se ha asemejado a Tiro, y que por eso va a morir como
incircunciso (como no-pueblo de Dios)
a manos de los bárbaros? ¿Está ahí ya una visión profética de la invasión de
Roma?
Me
interesa mucho más el evangelio de Mateo 19, 23-30, continuación del de ayer,
de aquel muchacho que sufre su propia derrota por rico, por poseer “muchos
bienes” y no haber sabido ni dudar cuando Jesús le presentó el dilema de riqueza-Reino. Optó por bajar la cabeza
y huir, triste y avergonzado por el paso en falso que había dado.
Pero
tampoco Jesús se quedó igual: debió quedarse mirando un rato a aquel joven que
había vuelto las espaldas y se marchaba con su derrota a cuestas. Luego, se
volvió a sus apóstoles y les dijo con seriedad y dolor: Creedme: difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos [el
reino aquí en la tierra, que es el seguimiento de Jesús]. Y se reafirmó a sí
mismo: Es más fácil que un camello entre por
el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos. Ya
lo dejaba claro. Pero al mismo tiempo, crudo. Y los apóstoles se quedaron
admirados y espantados, y preguntaron –seguramente con otro sentido del de
Jesús-: Entonces ¿quién pude salvarse?
La
respuesta de Jesús dice mucho, y –por supuesto- muy distinto de un milagro: A los hombres es imposible. Pero Dios lo puede
todo. He adelantado que no se trata de milagros ni de situaciones
excepcionales de intervenciones divinas, Al menos, como lo normal. Lo normal va
por otros caminos menos llamativos e incluso las más de las veces ni se
advierte el brazo de Dios.
La
“riqueza” que yo quiero siempre poner de relieve es mucho más sutil y aún más
peligrosa que la económica. Que no se excluye, naturalmente. Pero no es la más
común. Las otras “riquezas” son mucho más disimuladas y hasta más ladinas…,
menos aparentemente llamativas: el engreído de sí mismo, el que nunca duda, el
que se cree mejor, el que piensa llevar la razón siempre, el “protagonista”
patológico [que se siente niño” del bautizo; “novio” de la boda; muerto del
entierro; enfermo más sufriente de la vida, centro de toda tertulia;
indispensable de toda situación; el que está siempre encima de todo evento y
juzga, corrige, advierte….]. Todo eso es “riqueza” peligrosa que cuesta más
trabajo dominar que el dar o repartir dinero. Porque aún el que reparte y da “está
encima”, se siente superior…, “puede”. Es decir: la más peligrosa de las
riquezas es el AMOR PROPIO, el YO que saca la cabeza por donde puede y por
donde no pega.
¿Cómo
será posible a Dios lo que es imposible humanamente? Diríamos que Dos tiene
muchos “ayudantes” sin que Dios mismo los mueva ni los quiera. Un revés en la fama, un fracaso en el amor, una
enfermedad que disminuye fuerzas, capacidad y energías, un desastre natural que
deja al individuo partido por el eje… El “rico” que se creía intocable, es
tocado por un “enemigo” –tantas veces invisible e insuperable-… Y los humos se
van bajando…, las “riquezas” se van aminorando, el dominio de todo se ve
necesitado de ayuda… Eso que han llamado “la mano izquierda de Dios”, que no es
sino la vida misma en sí, con la que Dios va “sirviéndose” y escribiendo derecho con nuestros renglones torcidos.
Los
apóstoles pretendieron ver su “foto heroica” presentando que ellos habían dejado todo; ¿qué les correspondía?
¡Buena prueba de que no lo habían dejado, porque el que deja, deja a fondo
perdido y no busca la paga. Jesús orilló el tema en sí y respondió con lo que
Él quería dejar claro: que quien deja POR
ÉL casa, hermanos/as, padre o madre, hijos o tierras [cabría ahí seguir la
letanía y poner esos otros “bienes” que hemos ido enumerando de tan diversa
índole], recibirá en esta vida cien veces más y después
la vida eterna. El secreto es si realmente se deja todo eso.
Y
habremos de agradecer a Dios que use su manos izquierda cundo no seamos
sensibles a la derecha. Y cuando no somos capaces de ser “pobres” por nuestro
propio desprendimiento…, y nos vamos cerrando el paso para el Reino, el
Evangelio, el encuentro pleno con Jesús [la evangelización], que la mano izquierda de Dios (que es tan
bondadosa como la derecha, aunque con menos terciopelo), nos ayude a salir de “últimos”
en el reino y poder entrar en el grupo de cabeza…, el que ni se cree a sí mismo
ser tal grupo de cabeza, pero sigue comandando el “pelotón” por haber tomado en
serio la POBREZA SALVADORA…, la humildad indispensable…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!