15 agosto: LA ASUNCIÓN de la Virgen María
Junto
a la fiesta de la Inmaculada, la ASUNCIÓN DE LA VIRGEN es la más solemne de las
dedicadas a María. Dos observaciones: la Maternidad divina, celebrada el 1 de
enero, no tiene arraigo popular como tal. Después del despojo que se le ha
hecho en determinados aspectos y regiones al día de la Inmaculada, la Asunción queda
como la fiesta más celebrada, y hasta llamada “de las mil vírgenes”. Coinciden en esto aspectos menos religiosos,
al estar entremezcladas las fiestas de muchos pueblos. Pero esta celebración
alcanza el cenit en el sentir popular. Es la fiesta de la glorificación de la
Madre de Dios, ¡la Pascua de María!. En palabra de Pablo VI es la fiesta de su destino de plenitud y de
bienaventuranza, de glorificación de su alma inmaculada, y de su cuerpo virginal;
de su perfecta configuración con Cristo resucitado. Una fiesta que propone a la
Iglesia y a la humanidad la imagen de la verificación de la esperanza final.
Es,
pues, celebración hermosa y el último dogma mariano proclamado por la Iglesia.
La liturgia es expresiva y encierra riquezas dignas de mención.
La
1ª lectura, del Apocalipsis 12 nos sitúa a LA MUJER –gran signo en el Cielo!-como
esa figura que está envuelta en el sol, y con la luna y las nubes bajo ella, y
las estrellas formando constelación de diadema y corona que nimba su cabeza.
Todo o más alto que puede concebir la mente humana dentro de lo creado, está por debajo y al
servicio de Ella. Y el hecho de presentarla como “LA MUJER”, aquella que Dios
anunció en el Génesis como el nuevo vehículo de salvación, tras el pecado que
destruyó los proyectos iniciales de Dios.
Pero
la serpiente infernal no ha cejado en su intento de hacer fracasar el nuevo
plan salvador, y en la descripción del Apocalipsis aparece como la otra figura
grande en el cielo es el Dragón infernal, de siete cabezas y siete cuernos, que
quiere inficionar a la Mujer, Dios arrebata a LA MUJER y la lleva al desierto
donde el dragón no puede mancharla con su baba. Y se le dan alas como de águila
para volar muy alto, en ese vuelo que la lleva hasta el mismo Cielo y trono de
Dios.
La
segunda lectura está tomada del capítulo paulino de la 1ª carta a los Corintios,
dedicado a la Resurrección y triunfo de Jesucristo, que es la primicia y
avanzadilla de todos los demás que resucitaremos y triunfaremos con Él.
Advierte Pablo que cada uno por su orden.
Y ahí, en el primer lugar de ese orden, está situada María, que será la que es
llevada al Cielo, la primera, para estar allí donde está su Hijo… Él, a la
derecha de Dios Padre, Y María, a la derecha de su Hijo, el lugar preeminente que
le corresponde por su vida, misión y fidelidad.
El
Evangelio nos pone ese instante de exaltación de María por boca de Isabel, que
la ha reconocido llena de méritos y bendita entre todas las mujeres, por ser la Madre de mi Señor. Y María reacciona “volteando”
hacia el mismo Dios todas las alabanzas que Ella recibe: Dios es quien tiene
que ser reconocido y alabado, porque es Dios grande quien hizo las maravillas
en Ella, que sólo es esclava, Reconoce María que ha sido objeto de esos dones y
todo lo revierte hacia su Dios, ese Dios que se goza en los pequeños, en los
hambrientos, en los pobres, fiel a su promesa antigua que hizo a Abrahán.
María
está situada en los POBRES DE YAWHÉ, ese resto que permaneció fiel a Dios, y
vive con el alma y la plena confianza puesta en Dios. Y cuando Pío XII proclamó
este dogma, invitaba a aprovecharnos de ese “vuelo” de María hacia las alturas del
Cielo, para que nosotros levantáramos los ojos y miráramos hacia arriba, cuando
las miradas humanas se han apegado tanto a la tierra, abajo, que se han
esclavizado a ese mundo de los bienes humanos tan envenenados. Ya san Pablo nos
los puso delante al exhortarnos a mirar los bienes celestiales y no los
terrenos. Porque lo de aquí abajo nos esclaviza, mientras que allí –mirando hacia
arriba-, somos libres y privilegiados, que seguimos el vuelo de la Virgen María
asunta al Cielo.
Sólo
que aún vivimos en la tierra y, desde aquí, hemos ya de emprender ese nuestro
vuelo del corazón para que no quede inficionado por tanta baba maligna, y podamos
acudir a la cita que este día nos hace María Santísima para gozar con Ella de
los dones de Dios.
La solemnidad de hoy nos llena de confianza . subió al Cielo nuestra Abogada.para que como Madrel del Juez y Madre de Misericordia tratara los asuntos de nuestra salvación.
ResponderEliminarCorazón Dulcisimo de María , da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra;sé Tu misma nuestro camino porque Tú conoces la senda y el atajo cierto que llevanllevan por tu amor, al amor de Jesucristo.