¿Falta un pan?
En
el mosaico que hay en la Capilla que se levantó en el luger de la
multiplicación de los panes, aparece un dibujo de un cesto de panes que lleva
debajo dos peces. Un icono muy conocido. Lo que posiblemente no se caiga en la
cuenta es que en dicho dibujo sólo hay 4 panes; no cinco. El visitante curioso
se extraña, indaga… Y le indican que el “5º pan” es el que se va a poner sobre
la mesa del Altar para celebrar la Eucaristía.
Gran
signo pedagógico para expresar la unión substancial que hay (en la Celebración
de la Misa) entre la Palabra y la Eucaristía, entra la Mesa de la Palabra y el
Altar, y como no puede entenderse una parte sin la otra. [Y cómo restan sentido
a esa unidad quienes mal escuchan las lecturas o llegan cuando ya se están
proclamando].
La
gran enseñanza está en que el pan que falta de la cesta, en realidad ha pasado
a ser materia del Sacrificio y del Sacramento… Y por tanto, que en tal modo
comulgamos y hacemos participación completa cuando hemos estado igualmente bien
atentos a esas dos formas de una única realidad.
Hay,
evidentemente, otra gran enseñanza en este pasaje de San Mateo (14, 13): la
urgencia de saber desprenderse de lo propio para favorecer a los muchos. Cuando
Jesús y los apóstoles advierten que una multitud está allí, ávidos de escuchar
la Palabra pero ayunos y sin comida, hace falta buscar solución. Pero la
solución que se encuentra es prácticamente nula…, aunque no tan nula que no
haya uno que trajo cinco panes y dos peces. ¿Pero qué es eso para tanta
gente? Es igual que nada en tanto ese “uno”
se guarde sus 5 panes… Pero es un bien universal cuando sabe entregarlos y que
pasen a las manos de Jesucristo. En esas manos se van a multiplicar los panes y
los peces, y va a poder alimentarse una muchedumbre. Y para que conste
claramente el fruto de compartir, hasta acaba sobrando pan como para llenar
doce cestos.
También
manifiesta el poder de DAR LO POCO para acabar obteniendo mucho y sobrado. El “no
puedo” no debe ser nunca una expresión en persona que tenga fe. No se le va a
pedir que dé lo que no tiene, pero se le va a pedir que dé lo poco que tiene.
Pero ese “poco” se va a convertir en un mucho. Sólo que “el mucho” no llega, y
se pasa hambre (y hasta puede morir de inanición) quien no ofrece el “poco” que
puede. Luego, por los cinco panes que dio, va a encontrar alimento,
satisfacción y hasta abundancia de sobras.
Ahí
apuntaba la 1ª lectura de Isaías (55, 1-3): Acudid
todos por agua, también los que no tenéis dinero; venid, comprad trigo, comed
sin pagar, vino y leche de balde. Escuchadme atentos y comeréis bien,
saborearéis platos substanciosos…
Todavía
me fijo en un detalle de contexto que es muy significativo y útil. Dice San
Mateo que “al enterarse Jesús de la
muerte del Bautista, se retiró de donde estaba y se fue a un sitio tranquilo y
apartado”. Punto de gran importancia. Jesús ha quedado impresionado de la
muerte trágica de Juan. Jesús no tiene lugar donde hay vicios y maldad. Y Jesús
acaba retirándose. Jesús no está donde hay tensión, violencia, mal corazón.
Jesús busca el lugar sereno porque es donde puede hallar la expansión de sus
buenos sentimientos.
Y
ahí encaja la 2ª lectura, cuando Pablo exclama: ¿Qué puede apartarme del amor de
Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?,
¿el peligro?, ¿la espada?... Estoy convencido que no hay fuerza humana superior
–ni presente, ni futura-, que pueda apartarme del amor de Dios manifestado en
Cristo Jesús. Lo que abunda en la idea de que lo poco que uno es y puede,
está apuntalado por ese rodrigón infalible que es la fe y abandono en los
brazos de Jesús…, en el Corazón de Dios.
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