Las respuestas de las personas
Hoy
llegamos a una parábola “de final”
tan sencilla y conocida como fácil de entender. Jesús hace un verdadero “estudio
fotográfico de la humanidad, como concentrada en tres tipos de personas: los de
grandes capacidades y decisiones; la gente normal, igualmente decidida y
laboriosa, y al tipo zángano que no se mueve ni por ayudarse a sí mismo. Y lo
expresa con esa parábola que llamamos de los
talentos, y que lo mismo se podría llamar de las respuestas a las capacidades recibidas.
Un
hombre se v a marchar al extranjero, pero no se conforma con que todo y todos vayan
a quedar cruzados de brazos durante su ausencia. Y reúne a sus empleados y los
dejó encargados de sus bienes. Buen psicólogo, encargó a cada cual según su
capacidad. Y nos quedan tres iconos: uno a quien se le entregan 5 talentos;
otro, al que le da 2. Y uno al que le deja uno, Y se marcha.
El
que recibió 10 se pone de inmediato a negociar. Y su trabajo e interés le da
buenos resultados, de modo que duplica lo recibido. Tenía capacidad y la pone
al servicio. El que recibió dos hace lo mismo y pronto ve sus capacidades
premiadas con otros dos que ha ganado. Y el de un talento se va y lo entierra,
no sea que se le pueda perder. No negocia, no compromete nada, no aprovecha sus
capacidades (aunque fueran pocas). Y se queda cruzado de brazos. Por boca
cerrada, no entran moscas…, o más vale pájaro en mano que ciento volando.
Se
me vine a la mente la fábula de la cigarra y la hormiga. La hormiga trabaja; la
cigarra canta o chirría. Luego se verán los resultados.
Y
el “luego” se produce al regresar al amo y pedir cuentas. El que más recibió y
más ganó, y el que recibió menos y ganó otro tanto, el amo les dedica las
mismas palabras de alabanza: Siervo bueno
y fiel y cumplidor¸ pasa al Banquete de tu señor. Jesús está presentando ese
momento final en que se rinden cuentas “de la administración” de lo recibido
durante la vida. Al final recibirán ese premio de su buena administración. Da
lo mismo 5 que 2 cuando se ha recibido 5 o 2 y cada uno rindió según su
posibilidad. Al final de la vida, la hormiga descansa tranquila. Ha hecho en verano
lo que tenía que hacer.
Al
final llega el pusilánime, el que vive del miedo, el que se refugia en su “no puedo”…, que se ha limitado a poner
a buen recaudo el talento recibido. Y con él, sin haber sacado provecho alguno,
viene a entregarlo y a justificarse de la forma más absurda que puede hacerse: porque sé que siegas donde no siembras y
recoges donde no esparces. Era el argumento al revés de lo que quiere decir
el aturullado individuo que no ha hecho nada, que se ha pasado la vida entre el
“yo no sé”, “no puedo”, “no me comprometo”…
Es el típico pusilánime o comodón que deja de hacer por temor a equivocarse, y
precisamente ahí es donde se equivoca. “Siervo
inútil y holgazán; por tu boca te condeno. Podías –al menos- haber puesto mi
dinero en el Banco y yo hubiera recuperado algunos intereses”. Ni siquiera
se le hubiera pedido que duplicara…, pero sí que hubiera hecho algo.
Por
eso ese talento desperdiciado, ¡que le entregue al que tiene ya 10. ¿Por qué?
Porque ese es de fiar. Y el que nada hizo, ha llegado al momento de dar cuentas
y no ha rendido nada. No entra al Banquete. Queda echado fuera. Y ahí tendrá el
llanto, cuando ya no tiene remedio.
Jesús
previene, avisa, pone comparaciones, pretende incitar a una actitud. Lo que no
admite son las pasividades y las justificaciones. Nadie puede decir “no puedo”
mientras tiene algo en sus manos. Porque –aparte de ser una postura muy cómoda,
para que otros le den la solución hecha- se van anulando cada vez más.
San
Pablo insiste -1Co 1, 26-31- en el valor del pobre, débil, necio (a los ojos del mundo). Insiste en que se miren esos cristianos de su
comunidad y que se descubran a sí mismos: ni sabios, ni aristócratas, no
poderosos en lo humano. Todo lo contrario:
lo necio del mundo se escogió Dios para confundir a los sabios; lo débil del mundo para humillar
a lo fuerte. Más aún: a la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no
cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Vuestra
sabiduría, justificación y redención ya las ha realizado Cristo. Y por eso, quien se gloría, que se gloríe en el Señor.
Un
canto a la humildad y a la grandeza. Lo humilde es lo nuestro (aunque sea un
solo talento). La grandeza es de Cristo y es de Dios, que hasta con un solo talento
se conforma, con tal que lo pongamos a fructificar.
Pienso
muchas veces cuántas ocasiones nuestras Eucaristías deberían ponernos en
movimiento para hacer rendir nuestras capacidades humanas y espirituales,
porque deberían ser un acicate poderoso para salir alimentados y fortalecidos para rendir cuentas de nuestros cinco, dos o
un talento. Nunca enterrados ni dejados ahí dormir por esa pusilanimidad de los
que se limitan a ser piadosos. ESTAMOS LLAMADOS A MUCHO MÁS.
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