OTRA JUSTICIA
La
lectura de la profecía de Ezequiel (34, 1-11) nos lleva de la mano al Pastor
Bueno que se realiza en Jesucristo. La queja de Dios, que nos trasmite el
profeta, es que los pastores de Israel son malos, porque no defienden ni protegen
a sus ovejas, sino que se aprovechan de ellas. Al final hay una afirmación decida
por Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.
Esa promesa tiene su realización en Jesús, que afirma de sí –personalmente- YO
SOY EL PASTOR BUENO.
Una
muy buena explicación y aplicación de ello es la parábola de los obreros
enviados a la viña a trabajar. (Mt 20, 1-16). Parábola que tiene su paralelo
con la de “el padre bueno” porque en
ambas se realza la misericordia de Dios, de modo muy semejante, aunque bajo
otra historia.
Un
propietario sale a la plaza del pueblo donde se juntan los hombres que buscan
trabajo. Es la primera hora del día, momento para empezar la jornada normal. Y
a tantos hombres como encuentra en la plaza, con todos pacta el jornal que les
va a pagar, un denario por cabeza (lo que ya era un jornal generoso). Y los hombres
van satisfechos de tener trabajo y trabajo bien remunerado.
El
propietario sale a media mañana y encuentra y encuentra más obreros.
Ciertamente no estaban a primera hora. Han sido menos diligentes. Pero el amo –sin
averiguar más- los envía a trabajar a su viña. No hay contrato previo.
Demasiado es que se les ofrece la oportunidad de ganar algo.
Y
vuelve a salir a la media tarde y sigue habiendo rezagados (u haraganes) que
están allí, y también a ellos los envía a su viña. Pueden ellos pensar que no
les corresponde ni medio jornal…, pero algo es mejor que nada. Y van.
Pero
es que era la caída de la tarde, cuando falta sólo una hora para dar de mano, y
quedan aún algunos hombres en la plaza, que no han acudido en todo el día. El
dueño de la viña les llama la atención: ¿cómo es posible que están allí ociosos…?
(lo que significa que no han dado golpe en todo el día). Y hasta se disculpan
diciendo que nadie nos ha contratado.
Poco merecían cuando no sólo lo han hecho mal sino que encima “la culpa es de
no haberlos contratado…, en vez de reconocer que ellos no salieron a la plaza
para ser contratados). Y el buen propietario piensa en el bien de ellos…, en
que se ganen algo que llevar a su casa… Y los envía a su viña.
Y
el amo se va tras ellos para estar presente a la hora de cerrar cuentas. Al
ponerse el sol encarga al capataz pagar a todos, empezando por los de
últimísima hora. Y le pagan un denario a cada uno. Eso no podían ni soñarlo…
Pero así ha sido. Y otro denario por cabeza a los de las 3 de la tarde y a los
de media mañana. Ni que decir tiene cómo se frotaban las manos los de la hora
primera. Y al llegar ellos, le abonan el jornal contratado: un denario. Y
entonces protestan porque los han igualado a los de los otros turnos, siendo
así que ellos han soportado el sol, el bochorno, el cansancio.
El
amo les hace caer en la cuenta que ese fue el contrato apalabrado. Que no ha
cometido con ellos ninguna injusticia. [Se me representan como el hermano mayor
de la otra parábola, tan pagado de sí que no acepta la benevolencia de su padre
con su otro hermano]. La respuesta del amo es que con los de la primera hora
cumplió su palabra y acción generosa. Pero de lo que no tiene que dar cuentas
es de su otra generosidad, por la que de
lo suyo, quiere hacer bondad. PORQUE QUIERE SER BUENO. Toma lo tuyo y vete
en paz, les dice a los primeros.
Esta
parábola es de las que algunos discuten en su interior porque no ven JUSTICIA…,
naturalmente pensando muy a lo “justicia humana”. Pero basta ponerse en el plano
del padre aquel que se volcó en el hijo que regresaba derrotado, al que acoge
con todo el corazón y le festeja su regreso (no el mal que hizo, al que –por otra
parte- ni hace alusión). Tampoco allí había justicia… Es lo que echó en cara a
su padre el otro hijo…, “el bueno”.
Aquí
nos hace falta ponernos en el momento actual: que más o menos nos consideramos “de
la primera hora”, y estamos muy agradecidos de haber sido elegidos y
contratados para vivir en la viña del
Señor. Otros llegaron más tarde…, se convirtieron…, dejaron sus defectos…,
y finalmente nos congratulamos de que también ellos caminan ya en línea recta
hacia Dios, en su viña.
Pero
los hay ladrones, perversos, difamadores, violadores, asesinos…, que en toda su
vida hicieron el mal…, pero que se han topado con la mano de Dios (la derecha o
la izquierda) y acaban por acudir a la plaza…, aunque sea a última hora. Y el
padre de esos “pródigos” se siente feliz porque vinieron (aunque se hayan
pasado la vida de otra manera). Se han
convertido. Han reencontrado a Dios en una misión popular, en una desgracia
familiar, en un momento de lucidez, en un fracaso económico… Y a última hora
están comulgando dignamente a nuestro lado. ¿Nos parecería mal que ellos
alcanzasen así la salvación y juntos entráramos en el abrazo de Dios?
Nadie que nos haya conocido en cualquier circunstancia debería decir al final de sus días que no hubo nadie que se ocupara de él.
ResponderEliminarServir. al Señor es ya un honor inmerecido.Trabajar para Cristo es reinar y motivo de acción de gracias por haber sido llamados de la plaza pública a la propiedad de Dios.No buscamos nada para nosotros, sólo amar cada vez más a Cristo , llamando a otros para que vayan a trabajar en su campo.Al final cada uno recibirá a la medida de su trabajo.