HOY
ES PRIMER VIERNES,
aunque sólo tendremos LA EUCARISTÍA
a las 19’30
Una
alegría muy grande de poder amanecer con vosotros a través del blog. Os he
echado mucho de menos. He pensado cada día en vosotros. Pero “la informática”
no estuvo aliada conmigo.
Las lecturas
de hoy dejan para reflexionar. Jeremías (26, 1-9) es profeta a pesar suyo. Pero
mes profeta. Y Dios le dijo: “lo que yo
ye diga, lo dirás”. Y fiel a esa palabra de Dios, Jeremías profetiza. Y –dadas
las situaciones que está viviendo el pueblo y sus dirigentes- le toca
profetizar amenaza; esa amenaza que en Dios quiere ser siempre aviso
constructivo, como en Nínive (a través del profeta Jonás). Y Jeremías profetiza
que si el modo que traen en la vida sigue tal como lo viven, el templo de
Jerusalén va a quedar destruido como fue destruido el Templo anterior. Y a los
sacerdotes no se les ocurre otra solución que declararlo reo de muerte por haber profetizado contra el templo.
“Matar al
mensajero”, suele decirse. La realidad es que el mensajero no hace más que trasmitir
un mensaje que se le ha encargado. Y el mensaje sigue en pie aunque maten al
que lo trajo.
La verdadera
solución estará en que aquellos sacerdotes y los responsables se sienten a reflexionar…,
a plantear soluciones, a mirar de cara al mensaje y tratar de ver qué se puede
hacer para paliar o evitar los efectos de ese mensaje. Así lo hizo en su
momento el rey de Nínive, y todos entraron a hacer penitencia y esperar el
perdón de su pecado. Y lo consiguieron.
Pero en
Jerusalén optan por lo aparentemente más fácil.
Es un retrato
de realidades humanas y presentes. Ante la situación que estamos viviendo, cabe
el planteamiento de “a mí no me toca eso”, “yo no puedo hacer nada”, “¡qué mal
está la vida!”…, y seguir cada uno como está. Cabe el lamento (declarar “reo de
muerte”) al que sea culpable, y lavarse las manos… O criticar. O comentar lo
mal que está todo… Pero sin volver la mirada sobre uno mismo, cuando es posible
que en uno mismo esté parte del tema o problema…, cuando es posible que “sea yo”
quien está en necesidad de poner remedio a aquello que está en mi mano. Sembrar
cizaña, crear pesimismo, quejarse, es lo más fácil. Pero es lo menos honrado y
lo más inútil.
Pasamos al
Evangelio (Mt 13, 54-58). Distinto de Lucas, Mateo es breve, sucinto y sin detalles.
Jesús ha llegado a Nazaret, su pueblo; bien podemos imaginarlo lleno de
ilusiones porque hay varios aspectos quue le atraen. Estar unas horas con su
madre; departir con sus amigos de tantos años. Y luego le encargan a Él que sea
quien explique la Palabra de Dios en la sinagoga, el sábado.
Nos dice
Mateo que la gente estaba admirada de su sabiduría, y de las noticias de
milagros y obras maravillosas que había obrado por aquellos pueblos limítrofes.
¿De dónde le vienen? Era una pregunta a investigar…, o por mejor decir, a
acoger los hechos tales como meran. Si su palabra
tenía autoridad, si sus hechos la mostraban, lo que había que empezar es
por admirar y por acoger. Hay cosas que SON…, sencillamente SON, y el tema
secundario es “por qué son” o “de dónde vienen”.
¿Qué ocurrió?
Que surgió el “reventador” de turno que en vez de darse una respuesta positiva
hizo de escarabajo pelotero: ¿No es éste el hijo de María y no vive aquí entre
nosotros toda su parentela? Ya empezaba por echar abajo la posibilidad de la fe
en Jesús. Lo reducía a uno más del pueblo, ignorando qué hablaba y qué cosas
había hecho antes de llegar allí.
“El reventador”.
El “oficio” típico de quien ve –lo primero- la parte negra, negativa… De quien
el primer recorrido de su mente es ver “la falla ajena”. Y ahí ha “planchado”
ya todo lo que de bueno podía haber. Lo ha aplastado con sus ojos sucios, tan
llenos de oscuridad. Y el resultado es que Jesús no pudo hacer allí muchos milagros. Sabemos que Jesús solía
apoyarse en la fe de las gentes para apoyar ahí su obra salvadora. En Nazaret
le han negado la fe en Él, porque –al fin- no es más que un paisano del pueblo,
más que conocido en su pobre ascendencia de gentes de aldea.
Y ahí
volvemos a la reflexión de antes: ¿cuántos milagros de Jesús impedimos con
nuestras visiones negativas, nuestras críticas, nuestros comentarios bajo la “línea
de flotación”? Es verdad que un profeta
no es bien recibido en su pueblo…, y que cuando se le mira desde los
prejuicios, ya no le queda posibilidad de hacer milagros. ¡Es cerrarle las
compuertas a la acción de Dios!, ¡atarle las manos a Cristo!
El PRIMER
VIERNES me hace mirar todo esto desde el CORAZÓN DE JESÚS, desde sus
sentimientos y desde su posibilidad de actuar. Porque hoy ese Corazón puede experimentar
las manos atadas (y no me refiero al “ambiente exterior”). Pienso en LOS FIELES
(así se nos llama) que nos hacemos preguntas que no construyen…, o que entran
ya con el aguijón que inficiona. Que no saben mirar con ojos claros, que se han
negado instintivamente a mirar hacia adelante, y viven un retroceso continuo en
sus pensamientos y juicios.
Y veo al
Corazón de Cristo “maniatado”, y quien es definido por Pedro (en los Hechos de
los Apóstoles) como quien pasó por el mundo haciendo el bien, encontrándose con
ese frontón de los pensamientos y palabras y juicios negros… Veo al Corazón de
Cristo lleno de deseos de seguir haciendo el bien…, pero “empequeñecido” por “SUS
FIELES” (sus “gentes de Iglesia”) que son quienes ya lo han enmarcado en las “propias
dimensiones”, y NO LO DEJAN HACER MUCHOS MILAGROS…
Tambien nosotros, padre , le hemos echado de menos.Sus meditaciones es como la medicina que un enfermo necesita pera ir mejorando e ir captando lo que ese día nos pide el Señor ; poco a poco , paso a paso vamos interiorizando el mensaje del Evangelio que tan diestramente sabe desmenuzar y que nodotros sabemos aplicarnos
ResponderEliminar.Bienvenido y gracias por todo lo bueno que sabe dar.