ACUÉRDATE, Virgen María
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a ti, implorando tu asistencia y reclamando
tu socorro, haya sido abandonado de ti.
Animado con
esta confianza a ti también acudo, oh Virgen Madre las vírgenes y gimiendo bajo
el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana.
Oh Madre de
Dios, no deseches mis súplicas, antes bien escúchame y atiéndeme como cosa y
posesión tuya.
Liturgia:
Pablo llegó a Atenas (Hech.17,15.22 a
18,1). Fue invitado a hablar en el areópago, centro de la cultura griega. Y
Pablo pretendió llegar a aquellos eruditos a través de un discurso plagado de
referencias científicas. Aprovechando lo que había visto del monumento “Al Dios desconocido”, quiere mostrar la
verdad de Dios. Y su discurso va siendo aceptado en la disquisición que hace
para revelar a ese “Dios desconocido”. Pero cuando llega al punto de ese Dios
que al enviado lo “resucitó de entre los
muertos”, aquellos sabios se lo toman a broma pero con finura le despachan
diciéndole que “de eso te oiremos en otra
ocasión”. Ahí aprendió Pablo que lo suyo no eran discursos de sabiduría
humana y que no quería otra ciencia que
la de Jesucristo crucificado. Y cambiará para siempre su exposición, a
sabiendas de que lo suyo –el mensaje que tenía que trasmitir- era muy distinto a la sabiduría del mundo.
En el evangelio (Jn.16,12-15) seguimos con el anuncio del
Espíritu Santo, el Paráclito o Abogado. Afirma Jesús que le quedan muchas cosas
por decir y enseñar a sus apóstoles, pero que todavía no están en la capacidad
de captarlas y asumirlas.
Pero os enviaré al
Espíritu de la Verdad, que os guiará hasta la verdad completa. Lo que hable
no será nuevo, como una doctrina distinta a la que yo os he enseñado; hablará de lo que oye y os anunciará lo que
está por venir. El Espíritu de la Verdad es el mismo Espíritu del Hijo y
del Padre, y por eso habla la misma palabra que el Padre y que el Hijo, con la
particularidad de que su fuerza hará penetrar lo que a solas no pueden captar
aún los discípulos. El me glorificará
porque recibirá de mí lo que os vaya comunicando.
“Todo lo que tiene el
Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
En realidad estamos viviendo estos días el misterio mismo
de la Trinidad. El Padre ha enviado al Hijo; el Padre y el Hijo se expresan a
través de la fuerza interior que es su Espíritu Santo. Por decirlo de una
manera poco teológica pero que ayuda a comprender, el Espíritu Santo es “el
instrumento” del Padre y del Hijo para hablar en el corazón de los hombres. Es
el Dios profundo en el alma de los hombres para actuar desde dentro y que la
pequeñez humana pueda captar la sublimidad de Dios. Es LA GRACIA misma, el SOPLO
DE DIOS, que nadie sabe de dónde viene ni
a donde va, y sin embargo lo captan los que han nacido del Espíritu. Es ese
DON DE DIOS que entra en la vida de la criatura y –como en vasos comunicantes-
le hace saltar hasta la vida eterna.
Es el que abre los ojos del alma a LA FE, para que el ser humano pueda dar ese
salto sublime desde lo humano a lo divino, desde lo terreno a lo celestial,
desde la ciencia a la fe. Es el ENVÍO DE CRISTO que conducirá a conocer la
verdad; LA FUERZA DE LO ALTO, que hablará en el corazón de la criatura cuando
él quiera, como él quiera, donde él quiera, en el momento designado por Dios.
El BAUTISMO es la
puerta por la que el Espíritu entra en la vida de una persona. De ahí el
terrible error de muchos que dejan sin bautizar a sus hijos, y piensan que “de
mayores ellos elijan”. Pero no hacen lo mismo en enseñarles a andar, a comer, a
peinarse, a guardar una cierta urbanidad. No privan a sus hijos de una
suficiente formación para que crezcan en la vida. Y sin embargo no les arman
con esa fuerza de lo alto que es la fe, que es el el Espíritu Santo que les
llegaría por el Bautismo.
Claro que quienes así actúan suelen estar vacíos en sus
convicciones y que no sabrían educar en la fe a esos hijos. Y es entonces
lógico que no cumplen un ritual que la familia va a dejar vaciarse al no educar
a esos hijos en los principios básicos cristianos.
Lo consolador, que aparece varias veces en los “Hechos” es
que el Espíritu Santo ha llegado antes que el Bautismo, y que Dios tiene sus
modos de entrar que son tantas veces misteriosos.
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