del tronco de Jesé. Es lo que dice la cita
bíblica.
Pero podemos extrapolarlo a MARÍA, de cuyo “tronco” –como
raíz plantada en tierra fértil- brota el renuevo que es Jesús, el Cristo, el
Hijo de Dios.
Lo que ahora pedimos al Señor es que todo cristiano,
injertado en Cristo por medio del bautismo pueda dar frutos de gracia para
alabanza de Dios.
María ocupa ahí un papel principal porque hace de “tronco”
del que nace Jesús, y también en donde nacemos los creyentes en Cristo. Somos
“injertados” en Cristo por medio de María. Nos hemos de acoger a María para que
ella nos presente a Jesús y nos una a él como mediadora de la acción de
Jesucristo.
Liturgia:
Hoy celebra la Iglesia a San
Matías, el apóstol número Doce, que ocupó el vacío dejado por la traición de
Judas. Nos lo narra la 1ª lectura, del libro de los Hechos: 1,15-17.20-26.
Pedro se pone en pie ante un grupo de hermanos y les pone ante los ojos una realidad
a la que quieren darle solución. Jesús eligió a Doce hombres. Judas dejó
vacante su puesto por su traición y su suicidio, por el que acabó yendo al
lugar que le correspondía.
Les toca, pues, a ellos nombrar a uno que ocupe ese lugar
que ha quedado vacío. Y debe ser alguien que reúna dos condiciones: que haya
estado con Jesús y los discípulos desde el principio, y que sea testigo de la
resurrección. Hallaron a dos que cumplían esos requisitos: José, apodado “Justo”
y Matías.
Ahora tocaba dilucidar cuál de los dos. Pero eso no quieren
ser ellos los que hacen la elección. Por eso oran a Dios y le piden a Dios que les muestre a quién elige Dios. Y
supuesto que se han situado en esa postura de fe y de abandono en la voluntad
de Dios, echan a suerte a cuál de los dos, y la suerte recae en Matías. Ellos
han sido meros instrumentos.
Aquí encaja el evangelio de la fiesta (Jn.15,9-17) en el
que Jesús declara expresamente que no me
habéis elegido vosotros a mí sino que yo os he elegido. Ha sido Dios el
autor de la elección. Y la tal elección responde a alguien que ha guardado los
mandamientos de Jesús, y es por tanto un amigo de Jesús, pues es amigo el que
hace lo que él manda. De ahí que ya no les llame siervos sino amigos, porque
saben los secretos de Jesús, a quien han acompañado siempre, elegidos por él, y
elegidos para que vayan u den fruto y su fruto sea duradero.
Liturgia de la lectura continua
Entramos en la semana de Pentecostés.
Ya en la semana anterior ha habido constantes alusiones al Espíritu Santo, como
una preparación a la gran fiesta que se avecina, y que es de tanta trascendencia
en la vida de la Iglesia y por tanto en nuestra propia vida creyente. Vivámosla
bajo la acción inspiradora de ese Santo Espíritu, disponiéndonos a recibir la
efusión de su Gracia.
En Hech.19,1-8 Pablo se encuentra con unos discípulos que
ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo. Pregunta Pablo qué bautismo
habían recibido y sólo habían recibido el bautismo de Juan.
Pablo les explica que ese bautismo era sólo una llamada a
la conversión…, una preparación a creer en el que entonces esperaban y había de
venir: el Mesías. Pero el Mesías ya ha venido y lo que toca ahora es el
Bautismo en el Espíritu Santo. Cuando Pablo bautiza a aquellos 12 hombres y les
impone las manos, bajó el espíritu sobre ellos y se pusieron a hablar en
lenguas y a profetizar.
La obra de Pablo continuó con su intervención en las
sinagogas en las que defendía abiertamente el Reino de Dios, tratando de
persuadir a los judíos.
El evangelio esta tomado de Jn 16,29-33. Los apóstoles le
dicen a Jesús que ahora sí que hablas
claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que
te pregunten. Por ello creemos que saliste de Dios.
Jesús les dice: ¿Ahora creéis? Pues mirad que llega la hora,
mejor: ha llegado ya, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me
dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. No cabe duda
que debían ser momentos muy tristes para Jesús. Ahora creen en él, y sin
embargo sabe que de ahí a un rato lo van a dejar solo, cada uno yendo por su
camino, deambulando como almas en pena cuando le arrebaten al Maestro. Tristeza
tenía que provocar en el Corazón de Cristo esa imagen que está previendo –y que
se va a dar en el Huerto- cuando prendido por los criados del sumo sacerdote,
cada uno de sus apóstoles va a huir en una dirección. Lo que Jesús sabe a
ciencia cierta es que en todo momento, y aun dejado solo por sus Once, no va a
quedar solo de su Padre. [Que de hecho también experimentará la terrible
ausencia de Dios cuando en la cruz le venga a la mente el Salmo 21, con su
dolorosa oración del que se siente abandonado del mismo Dios].
Y con una delicadeza maternal les hace sabe a sus
discípulos que si les ha hablado de esto ha sido para que –aun en esos
momentos- tengan paz en mí. Pese a
todo, yo no os voy a fallar. Vosotros huiréis, os dispersaréis. Contad, sin
embargo, siempre conmigo y tened paz en mí. En
el mundo tendréis luchas, pero tened valor: yo he vencido al mundo.
En medio del presagio tan penoso que les ha puesto por
delante, algo queda aún por encima de ello: que yo he vencido al mundo. Eso,
dicho en este instante, cuando se está anunciando la misma huida de ellos y la
soledad de Jesús, es algo llamativo. Pero es ese trasladarse Jesús al “después”
para alimentar la esperanza de aquellos hombres que debían estar con el alma
venida abajo.
El evangelio es una constante paradoja. Se anuncia a un
tiempo el desastre y el triunfo, la soledad y la compañía del Padre; el fracaso
y la victoria: yo he vencido al mundo. Un paradigma de la vida y un anuncio
para nosotros, que hemos de lidiar con la contrariedad y tener al mismo tiempo
la seguridad que da la esperanza.
Ni en la tierra ni en el cielo existe una criatura que tenga un poder como el que Dios le ha dado a nuestra Bendita Madre.Le ha dado una autoridad inmensa y un poder sobre todos. Después del poder de Dios y de la autoridad de Dios, que es el Alfa y el Omega. El PRIMERO Y EL ÚLTIMO; Y, EL ÚNICO QUE ES, QUE FUÉ Y QUE HA DE VENIR: JESUCRISTO, VERDADERO DIOS Y HOMBRE VERDADERO, tODOPODEROSO; PERO ES, A TRAVÉS DEL corazón Virginal de María que comenzó su Plan Redentor y será de nuevo, como a través de su CORAZÓN SANTO acabará nuestro Plan de Salvación.El Imperio de Satanás será derribado y su soberanía será extirpada por la poderosa mano de Maria, la única criatura que no ha pecado nunca. Nuestra Madre Bendita, tiene suficiente poder para derribar a Lucifer; tiembla al oir su Nombre; Dios la eligió por sus virtudes y por sus gracias perfectísimas; es la INMACULADA CONCEPCIÓN.Su Grandeza, su Poder, su Resplandor para retar el reino del Demonio y brillar como la Madre del Hijo de Dios, la Esposa Fidelísima del Espíritu Santo...
ResponderEliminar