Un saludo frecuente entre la gente piadosa. Una confesión
de fe en la inmaculada concepción de la Virgen María y su virginidad antes del
parto, en el parto y después del parto. La mujer purísima en todo instante de
su vida.
Las gentes piadosas se saludan con esa palabra y con ella
honran a María Santísima en uno de sus privilegios notables, que vienen a ser
el marco de su Maternidad divina. Porque “Madre de Dios”, en ningún segundo de
su existencia estuvo en roce con el pecado. Porque “purísima” no sólo es
referencia a la virginidad sino a su realidad de enemistad total con el mal,
con el pecado, con el demonio, que no pudo jamás inficionarla. Es muy bella la
descripción de Apocalipsis 12, en la que queda patente la defensa que Dios hace
de María frente a la tentativa diabólica de mancharla con su baba.
Liturgia:
Nuevas recomendaciones de Santiago
(5,13-20). La primera se considera la alusión a lo que sería el Sacramento de
la Unción de los enfermos. ¿Está enfermo
alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre él,
después de ungirlo con óleo. Y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor
lo curará, y si ha cometido pecado, lo perdonará.
Luego pasa a una recomendación que no es sacramental: “confesaos unos a otros”. Es una
manifestación humilde de las propias culpas que se hace ante miembros de la
comunidad, no como equivalente al sacramento sino como expansión del espíritu y
liberación del peso psicológico del pecado. Comunicar la propia situación es ya
un modo de liberarse. Eso lo tenemos visto en la vida diaria: la gente necesita
expresarse, ser escuchada. De ahí el éxito que tienen los psicólogos cuando la
gente ha perdido la gran solución de acudir al confesor.
Mucho puede hacer la
oracion del justo, es otra de las afirmaciones del apóstol. Para concluir
con la necesidad de la corrección fraterna, porque si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed
que uno que convierte al pecador de su extravío, se salvará de la muerte y sepultará
un sinfín de pecados.
El evangelio de Marcos nos
presenta a Jesús acogiendo a unos niños que le han presentado (10,13-16). De
una parte los discípulos intentan impedirlo para que no molesten al Maestro. A
la otra parte es Jesús quien quiere que dejen a los niños acercarse a él.
No perdamos de vista el contexto: ayer los apóstoles se
admiraban de la exigencia de Jesús con los casados, a los que tiene Jesús que
expresar como “adúlteros” si dejan a su cónyuge y se casan con tercera persona.
Y en ese contexto, Jesús ahora quiere que dejen a los niños acercarse a él porque de los que son como ellos es el reino
de Dios. Os aseguro: el que no acepte el
Reino de Dios como un niño, no entrará en él. ¿Entendemos ahora mejor
esta preferencia por los que son como niños, supuesto el contexto en que está
situado este hecho?
Diremos que el mundo de hoy no entiende el lenguaje de
Cristo. Es de temer que ya no lo entienden ni aquellos católicos que se han
encontrado con el problema del divorcio en sus propias carnes o en alguien de
la familia. Es de temer que el criterio que reina en la sociedad sin principios
ni valores y que da todo por bueno, esté acabando de inficionar a los mismos
creyentes, que ya se tambalean en sus criterios de siempre, afectados por el
modo del mundo y los pensamientos del mundo. Han perdido la “inocencia del
niño”, ya no son “como niños en la aceptación del Reino de Dios”. He ahí por
qué está situado este tema a renglón seguido del que tuvimos ayer. La fe que se
nos pide es la fe ciega que acoge, acepta y aplica los criterios de Cristo por
encima de toda la avalancha de pensamientos mundanos que reptan en una sociedad
que desprecia todo valor objetivo y sólo se rige por su apetencia placentera
del gozo inmediato y la vida hecha de mantequilla para aceptar todo lo que sea
más fácil. Se nos pide la “fe del niño”, la fe que acepta a ciegas, aunque en
el niño sólo vaya aún en plano de su fe “en los mayores”.
Jesús los abrazaba y
los bendecía porque encontraba en ellos esa alma virgen que deja esculpir
en su vida –en el caso que Jesús está tratando- todo lo bueno de la confianza
total en la palabra que se les siembra.
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