SALUD DE LOS ENFERMOS
Por supuesto que de los enfermos físicos, psíquicos… Pero
hoy me quedaría en la idea de los enfermos espirituales, los débiles que no
tienen fuerzas morales para dejar atrás sus defectos, sus vicios, sus lacras.
María podrá actuar de consuelo en los que padecen una enfermedad en el plano de
lo sanitario. Pero donde su acción maternal es más directa es en la enfermedad
del pecado, porque María es Madre de Gracia y la Gracia es lo contrario al
pecado: Ruega por nosotros pecadores.
Que la imagen de María levante la mirada de quienes se encuentran hundidos en
sus vicios. Que la mirada a la Madre atraiga a los hijos pródigos que han
abandonado la casa materna. Que la Virgen inmaculada ayude a limpiar la
suciedad del cuerpo y del alma a los que se han enfangado.
Liturgia:
Pablo va de tribunal en tribunal.
Festo retiene en la cárcel a Pablo (Hech.25,13-21) y aprovecha la venida del
rey Agripa para referirle aquella situación. Y le hace el relato de los hechos
tal como él los ha vivido: Pablo quedó preso por Félix. Los senadores judíos
querían condenarlo y Festo les dice que no es costumbre romana condenar sin oír
al preso y a su defensa; incluso carearlo con sus acusadores para que tenga
oportunidad de defenderse.
Así se reúne el tribunal y las acusaciones no tenían más
fuerza, pues de lo que se trataba era de cuestiones de religión en las que
Pablo sostiene que el difundo Jesús está vivo. Y Festo queda perdido en aquella
discusión y acaba proponiéndole a Pablo ir a Jerusalén para juzgarlo allí. Pero
Pablo ha apelado al Cesar. Por eso Festo lo mantiene en prisión hasta que se
presente el momento de enviarlo a Roma.
Poco hay que reflexionar sobre datos de historia. Si acaso
lo que nos deja ahí es la obsesión de los judíos por condenar, y condenar sin
causa válida, sino por discrepancias en la forma de entender la religión. Lo
que nos llevaría a pensar en la prudencia con que hemos de acoger las
diferencias de nuestras formas de vivir la fe, evitando “condenar” a quien no
la vive como nosotros.
Estamos concluyendo el tiempo pascual. El evangelio se toma
del final de San Juan (21,15-19) con el relato de la confirmación del primado
de Pedro, desde la triple confesión de amor del apóstol al que Jesús ha
designado como su vicario, su continuador en la obra del evangelio, y de esa
nueva iglesia que se fundamenta sobre el evangelio de Jesús.
Jesús pregunta a Simón si lo ama más que los otros… Simón,
que ha aprendido con su caída que no es más que los demás, responde llanamente
que Tú sabes que te quiero. Ni más,
ni menos. Y eso lo puede afirmar no tanto por sus seguridades, sino porque Tú
sabes… Así de humilde es la respuesta. Simón Pedro ya no se fía de sí.
Le fue mal cuando se creyó por encima de los otros: Aunque éstos te nieguen, yo no, porque yo estoy dispuesto a morir
contigo. Luego fue lo que fue. Y Simón ha aprendido la lección.
Y Jesús le pone en sus manos la iglesia naciente: Apacienta mis corderos.
Jesús volvió a la pregunta, ya sin poner puntos de
comparación: ¿Me amas? Y Simón volvió
a responder de la misma manera: Señor, yú
sabes que te quiero. Y Jesús le encargó
Apacienta mis ovejas. Alguien ha insinuado que los “corderos” serán los
responsables (futuros obispos y presbíteros), y las “ovejas” el pueblo fiel.
Todo queda bajo ese manto protector del primado de Pedro.
Por tercera vez pregunta Jesús, utilizando ahora la misma
palabra que ha usado Pedro: ¿Me quieres?
A lo que Simón responde rendidamente acudiendo al conocimiento universal del
Maestro: Señor, tú sabes toda las cosas y
tú sabes que te quiero.
Cierto: Jesús lo sabe. Quien tiene que saberlo con la misma
fuerza es Simón Pedro. Y Jesús le pone la prueba de fuego, anunciándole el
género de muerte con que iba a dar gloria a Dios: era también la cruz, aquella
cruz que tanto le escandalizó otrora y pretendió apartar a Jesús de ella. La
palabra final de Jesús a Simón está envuelta en esa luz que Jesús ponía para
anunciar aún lo más difícil: Cuando eras
joven tú te ceñías e ibas adonde querías. Cuando seas viejo, tú extenderás los
brazos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieres.
Pedro no rechistó sobre el particular.
Señor, ayúdame a ver a los demás como hermanos. La verdadera. Unidad nace de la libertad personal y del AMOR. La Verdadea unidad nace de la libertad personal y del Amor. Como el Padre el HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO, siendo Tres Personas distintas, como se aman tanto son un solo Dios y no se confunden la Una con la Otra.
ResponderEliminar