María tiene dos momentos explícitos de oración: uno en
Nazaret, en su encuentro con el mensaje de Dios que la llama a ser Madre del
Hijo del Altísimo. No se dice expresamente que estuviera orando pero de una u
otra manera, aquel momento la tuvo que poner en profunda oración. De hecho su
pregunta: ¿Cómo será eso, pues no conozco
varón supone un diálogo claro con Dios, en intimidad.
El otro momento se concreta en el Cenáculo, donde María estaba en oración junto con los
apóstoles.
Pero es evidente que María oró constantemente en aquel guardar las cosas en su corazón, que
suponía un pozo donde albergarse de primeras lo que no entendía, para ir
extrayendo en oración todo aquel bagaje que había almacenado.
¿Y Nazaret? ¡Cuántos momentos de silencio y reflexión,
preguntándose qué iba a ser de ese Niño,
adolescente, joven… ¿Y al pie de la cruz o con el Hijo depositado ya
cadáver sobre su regazo?
Liturgia:
No me gustan las fechas en las que el
santoral pone unas lecturas especiales para un Santo. No me gusta porque rompe
el ritmo de la lectura continua, y porque no sé con qué lectura me voy a
encontrar al celebrar la Eucaristía. Y eso tiene su importancia a la hora de
tener preparada una explicación del evangelio, que lo mismo te leen unas lecturas
que no has preparado.
San Isidro labrador no es patrón ni pide un recuerdo
litúrgico especial allí donde es un santo más del santoral. Pero la liturgia le
tiene asignadas como posibles unas lecturas concretas, que confunden al
celebrante, por si acaso el leccionario preparado es el del Santo. Yo,
siguiendo la orientación general de la liturgia, prefiero la lectura continua,
no siendo día de rango de fiesta litúrgica. Y San Isidro no tiene ese rango
entre nosotros.
No obstante cito sus lecturas, por si acaso son las que los
fieles vayan a escuchar. Sant.5,78.16-17 hace alusión al labrador –San Isidro
lo era- y nos describe la paciencia que tiene que tener para esperar el fruto,
tras las lluvias y los soles. De donde saca la conclusión de la paciencia que debemos
tener nosotros para acoger los caminos de Dios, porque –en la idea del apóstol-
“la venida del Señor está cerca”. Por
tanto confesaos los pecados unos a otros
y rezad unos por otros para que os curéis- Mucho
puede la oración del justo. Aquí es donde quería llegar el autor de la
carta.
El evangelio (Jn 15,1-7) viene al caso por la comparación
agrícola que hace Jesús: Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos, que corresponde al Isidro labrador. Está
recientemente tratado el tema y no voy a detenerme en él.
La lectura continua.
Hech.20,17-27. Es una despedida de Pablo que ha convocado a
los presbíteros de la iglesia de Éfeso. Les hace un resumen de su labor, que se
ha desarrollado entre la persecución de algunos. Pero él ha predicado en
público y en privado a judíos y griegos insistiéndoles en que se conviertan y
acepten y crean en el Señor Jesús.
Ahora se dirige a Jerusalén, impulsado por el Espíritu, y
sospechando que allí le aguardan persecuciones y cárceles. Pero lo que a él le
importa es completar su carrera, siendo testigo del evangelio de Jesucristo.
Les anuncia a aquellos efesios que ya no lo volverán a ver.
Y que a partir de ahora él no es responsable de la fe de aquella comunidad. Ha
de caminar ya con sus presbíteros al frente en la doctrina y vida aprendidas.
El evangelio es de
Juan (17,1-11). «Padre, ha
llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y,
por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los
que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios
verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado
a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con
la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en
medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu
palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo
les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han
conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino
por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo
mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos
están en el mundo, mientras yo voy a ti».
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