con el ama abierta y el
deseo de que la llamen bienaventurada
todas las generaciones…, todo el mundo, y que por encima de cualquier
eventualidad, las gentes pongan sus ojos en ella. María será puente que una a
las almas con su Hijo Jesús, y que descubran el tesoro que hay en la fe
cristiana. Ella es abogada de pecadores, consuelo de afligidos y estrella en el
horizonte que indica el Norte. Y el Norte es Jesús, único Salvador.
Liturgia:
Las tendencias integristas se han
dado siempre. Es tan antiguo como la misma iglesia que surjan las voces de
algunos que quieren involucionar hacia lo más primitivo, aunque eso esté ya más
que superado. Hoy nos encontramos en la iglesia con ciertos grupos que nos
intentan volver hacia el pasado en las cosas más nimias, como si la fe en la
verdad de Cristo estuviera dependiendo de esos determinados detalles. Ya
ocurrió en tiempos de Pablo, como nos cuentan los Hechos (15,1-8) en que se
producen esos grupúsculos que intentan a estas alturas volver hacia las
costumbres judías del pasado, como era el tema de la circuncisión. Y eso en
unas circunstancias en las que ya está más que superado el problema: para
pertenecer a la fe de Cristo, la circuncisión ya no cuenta.
Sin embargo hay quienes pretenden recuperarla. De una
parte, grupos de hermanos; de otra los propios fariseos que habían brazado la
fe.
Los apóstoles se toman en serio aquella situación y se
reúnen a examinar el asunto. Por decirlo de alguna manera, los apóstoles estaban seguros de que la circuncisión ya no
pertenecía a la nueva religión. Pero al producirse ese movimiento de ciertos
grupos, no quieren enterrar sin más el problema, sino que lo estudian.
Hay temas tan de pequeña monta que actualmente no merece la
pena hacerles más caso. Pero hay otros que representan temas de más
envergadura. Los teólogos católicos no los eliminan sin más: los estudian yendo
a las fuentes y mirando la trayectoria de la vida de la iglesia, para llegar
finalmente a esas conclusiones que el Magisterio sanciona, y o bien le da
salida para que aquello sirva de ampliación del campo de la fe, o bien lo acaba
suspendiendo porque no hay unas pruebas que avalen esas novedades que se
pretenden introducir.
En el evangelio nos volvemos a encontrar con el tema que ya
tuvimos el domingo pasado: Jn.15,1-8, Yo soy la vid. Jesús acude a una
comparación que exprese la dependencia que tenemos los creyentes respecto de
él. Ya lo puso de relieve al compararse con el buen pastor. Las ovejas dependen
del pastor para salir a los pastos y para ser defendidas de los lobos.
Pero ahora lo expresa con una comparación vital: las ramas
viven en tanto en cuanto están unidas al tronco; los sarmientos tienen savia y
dan fruto en tanto que están unidas a la vid. Y el labrador es el que cuida la
vid para que esté en condiciones de dar más fruto. Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío
que no da fruto, lo arranca, y a todo el que da fruto, lo poda, para que dé más
fruto.
Jesús hablaba en el lenguaje de la gente. La vid era algo
que cada judío tenía plantado en su casa, y conocía perfectamente el cultivo
que necesitaba. Todos sabían que no es cuestión de dejar crecer la vid sin más:
había que cortar unas ramas y que limpiar otras, porque la vid debía crecer en
orden. Jesús lo había vivido y lo había visto tanto que su comparación de ahora
le sale espontánea.
Cierto que los apóstoles que ya le están escuchando, los
Once que permanecen, “están limpios”. Y lo que a ellos compite es permanecer unidos a Jesús. Por sí mismos
no podrían dar fruto, como el sarmiento separado de la vid no puede dar fruto,
sino que se seca y ya no sirve más que para ser echado fuera y servir de leña para
el fuego.
El secreto es permanecer
EN Jesús. Quedar injertos en el tronco porque así podrán servir. Sin estar
unidos a Jesús, no pueden nada, no son nada. Y eso era una realidad que ellos
sentían muy dentro: sus vidas ya no tenían más sentido ni podían servir para
otra cosa. Con Jesús habían formado una unidad inseparable. Por eso si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis y se realizará. Con esto recibe
gloria mi Padre, con que deis fruto abundante: así seréis discípulos míos.
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