No se celebrará hoy este recuerdo litúrgico porque hoy es
el DÍA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. No obstante la devoción mariana nos pide hoy
una rememoración especial hacia esta advocación de María, de tan arraigada
memoria en el pueblo.
El “argumento” básico de esta fecha es EL REZO DEL SANTO
ROSARIO, con una intención muy especial por la conversión de los pueblos
alejados de la fe y con planteamientos ateos en sus concepciones políticas. En
aquel momento de las apariciones estaba centrado el tema en la conversión de
Rusia. Pero bien podemos comprender que no es la única amenaza contra la fe
católica. Por eso podemos extender nuestra intención hacia las otras muchas
situaciones que hoy tienen organizada la persecución contra la fe cristiana.
Liturgia: LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
La 1ª lectura, de los Hechos (1,1-11)
revela un cuadro muy completo del contexto de la ascensión. Empieza recordando
las apariciones que tuvieron lugar el día de resurrección, para manifestarle a los apóstoles y discípulos que estaba vivo, y
cómo en ese período les habló del Reino de Dios.
Hace parada más concreta en la aparición que el propio
autor –Lucas- narró en la que comió con ellos y les advirtió que no dejaran Jerusalén hasta que recibiesen el
Espíritu Santo, la promesa del Padre de la que él les había hablado.
Y llegado el día y la hora determinada por Dios, Jesús los
saca al monte. Los discípulos lo rodean con toda su curiosidad para preguntar si es ahora cuando vas a restaurar el Reino
de Israel, a lo que Jesús les da una respuesta evasiva: No os toca a vosotros conocer los tiempos y
las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu
Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos hasta
los confines del mundo.
Y lo vieron levantarse hasta que una nube se los ocultó de
la vista. Ellos miraban, y se aparecen dos jóvenes con vestiduras blancas que
les dicen: ¿Qué hacéis ahí parados
mirando al Cielo? El mismo Jesús que habéis visto subir al Cielo, bajará como
le habéis visto marcharse. Lo que puede muy bien traducirse por una
advertencia de que no nos quedemos embobados mirando hacia arriba, cuando
tenemos que descubrir a Jesucristo en la realidad concreta en la que vivimos:
en las personas con las que estamos, en los necesitados, en la familia, en las
personas con las que nos cruzamos por la calle. Ahí es donde hay que descubrir
ahora la presencia de Jesús.
Lo que en el evangelio de Marcos (16,15-20) se expresa por
esa acción propia del cristiano que es ir
al mundo a enseñar el Evangelio, y a que las actitudes de cada cual
equivalgan a “echar demonios (=pecado) en
el nombre de Cristo, porque hay que tener un modo nuevo de vivir, un lenguaje nuevo, un apartarse
seriamente de las malas ocasiones, de tal manera que las serpientes (=tentaciones)
no hagan daño, sino que por el contrario curen enfermedades del alma por la imposición de la manos (=de la
fuerza de la gracia de Dios), que debe ser la actitud que exprese las señales
distintivas del verdadero creyente.
Y dicho esto, Jesús
ascendió al Cielo, y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron proclamando el Evangelio por todas partes, y
Dios cooperaba con su gracia y confirmaba la palabra con signos que los
acompañaban.
También en la 2ª lectura (Ef1,12-23) habla Pablo del
misterio que hoy contemplamos: que Dios
os revele la grandeza de su poder, que desplegó en Cristo resucitándolo de
entre los muertos y sentándolo a su
derecha en el cielo, por encima de todo nombre conocido.
Este triunfo de Cristo se trasmite a la Iglesia; él es la
Cabeza; la Iglesia es su Cuerpo.
Todo esto lo vivimos fuertemente en la EUCARISTÍA donde se
condensa toda la obra de Jesucristo, a quien celebramos gozosamente en este
misterio que lo encierra todo y que nos proyecta a nosotros a seguir junto a
Cristo y tras de Cristo, ese movimiento ascendente por el que vivamos más en el
cielo que en la bajeza de la tierra.
En el día en que celebramos el triunfo definitivo del Señor,
oramos a Dios con el deseo de acompañar un día a Jesús en nuestro camino hacia el
Cielo.
-
Que sepamos mirar hacia donde ya ha llegado Jesús, y despeguemos
nuestra mirada de las cosas de la tierra. Roguemos
al Señor
-
Que sepamos también volver los ojos a las necesidades de los
semejantes, en los que Cristo se hace ahora presente. Roguemos al Señor.
-
Que nuestras obras sean signo de la acción de Jesús en nosotros. Roguemos al Señor.
-
Que en la EUCARISTÍA sepamos unir lo que es mirar al Cielo y atender a
los que tenemos a nuestro lado. Roguemos
al Señor.
Te pedimos,
Señor, que tu venida al mundo sea eficaz para tantas criaturas que aun no te
han conocido. Y que seamos testimonio de que has vivido entre nosotros.
Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por
los siglos de los siglos.
Galileos,¿ qué hacéis mirando al cielo? De la misma manera que lo habéis visto marcharse al cielo, volverá. ¡Aleluya!
ResponderEliminarCon la Ascensión de Jesús acaba su estancia en la tierra. "Todo se ha cumplido", dijo en la Cruz. Ahora lo vemos resucitado y es la prueba de que ha vencido a la Muerte y al pecado. Redimido el Hombre, su Misión ha terminado y regresa a la eternidad. Él ha terminado; sus Discípulos no acaban de entender que ahora les espera a ellos llevar la BUENA NUEVA del Evangelio. La esencia de la Iglesia es misionera. También nosotros somos apóstoles y tenemos que llevar el conocimiento de Jesús y de su amor salvador por toda la tierra. El Espíritu Santo nos asistirá en esta misión ardua y gratificante.