AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
Aunque es fácil encontrar una cierta idea maximalista del
cristianismo, la realidad es que constituimos un grupo muy vulnerable. Mientras
en otras facciones religiosas la violencia no sólo está permitida sino que se
ejerce “por ley”, el cristianismo renuncia a la violencia y su Ley es el Amor,
incluso a los enemigos.
Estamos asistiendo a masacres en África donde la población
cristiana es minoritaria y muy convencida, y que está siendo perseguida y
sufriendo martirios colectivos. Los medios de comunicación no recogen esas
realidades por no sé qué conveniencias.
María es AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, en toda situación y en
todo el universo. María es quien abraza a cada persona que padece. María es
nuestro refugio y auxilio en nuestras tribulaciones y en las incomprensiones
que padecemos. Recurrir a María es un medio de vivir en paz y poder llevar la
paz por donde vayamos.
Liturgia:
Final del libro de Hechos: 28,16-20.
30-31. Pablo ha sido trasladado a Roma en virtud de la apelación que él había
hecho al César. Y explica a los judíos de Roma que él no ha hecho nada contra
el pueblo israelita y sus tradiciones, ni tiene intención de acusar a los de su
raza, pero que no tuvo más remedio que buscar el amparo del César ya que en
Jerusalén los judíos se oponían a su libertad.
Por eso ha querido reunir a los judíos de Roma, para
exponerles que él vivía la esperanza de la liberación de Israel.
Pablo vivió dos años en Roma, a su costa, y reuniendo a los
hermanos, enseñando la vida de Jesucristo y predicando el Reino de Dios. Nadie
le molestó en aquella estancia.
Finaliza el evangelio de Juan (21,20-25). Retoma la última
palabra del último día, el momento en que se dirige a Pedro y le dice: Sígueme.
Es el momento de llamada definitiva, en plena conciencia y conocimiento de lo
que a Pedro le supone aquel seguimiento. Es el momento de la entrega total
recíproca: de Jesús a Pedro y de Pedro a Jesús.
Lo único que extrañó a Pedro es que Jesús se dirigía a él
solo. Que estando el otro discípulo, privilegiado siempre y con el que Pedro
había vivido momentos cruciales, Jesús no lo incorpora ahora a esa llamada. Y
Pedro se vuelve a Jesús y le pregunta: Señor,
¿y éste qué? Pedro se sentiría más apoyado si iba con el otro. Jesús le da
una de esas respuestas misteriosas a las que nos tiene acostumbrados: Si yo quiero que éste se quede hasta que yo
vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.
Esto originó el comentario entre los discípulos de que ese
otro discípulo privilegiado no moriría. Pero el evangelista se apresura a
explicar escuetamente: Jesús no dijo que
no moriría sino: sino “si yo quiero que éste se queda hasta que yo vuelva, ¿a
ti qué? Y nos “ha explicado” simplemente ratificando la palabra que dijo
Jesús. Y que tiene un valor enorme para la vida práctica en la que muchas veces
nos queremos preguntar el porqué de situaciones y sucesos. A esas preguntas el
Señor nos puede responder simplemente esa palabra: Si yo quiero, ¿a ti qué? Y creo que es una respuesta de un valor
enorme para enseñarnos a aceptar el misterio de la voluntad de Dios con la
actitud humilde del que acepta sin más y sin pedir explicaciones.
Pedro deberá ahora afrontar su vida con su personal
responsabilidad, sin agarraderos. Todo está en el misterio y, en medio de ello,
Tú sígueme. Creo que es también una
respuesta para muchas situaciones personales en que hemos de afrontar el caso
con plena responsabilidad personal y sin el apoyo de otros.
Esto no significa que en planteamientos normales, y aun
deseables, no vayamos a buscar ayudas y apoyos. Es más: por lo general los
necesitamos. La “comunidad”, el “grupo” son parte esencial de la experiencia de
fe, porque se camina con esa fuerza de “dos o más unidos en el nombre del
Señor”. Y bien debiéramos de buscar vivir nuestra fe en grupo, para apoyarnos,
estimularnos y servirnos unos a otros de rodrigón para afrontar nuestra vida
cristiana.
Lo que el evangelio de hoy nos lleva a tomar en cuenta que
la última palabra de nuestra respuesta a la fe, está en la responsabilidad
personal, donde nada ni nadie puede suplantarnos. Al final, cada uno es uno
mismo ante Dios.
El amor que Jesús nos tiene, debe ser el motor de nuestra vida.Tenemos una misión y debemos cumplirla sin preocuparnos de los resultados. No tenemos que tratar de salvar a otros. Seguir a Jesús es estar disponible para lo que haga falta...Hablar de Jesús y hablar con Jesús, sin importunar ofreciendo siempre nuestro diálogo sincero y profundo para llegar a los que nos rodean.
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