flores de finos olores,
más no se irá todo en
flores,
porque flor de fruto es
ésta.
La estrofa que copio pertenece a un himno cristológico,
pero opino que es perfectamente transportable a este mes de Mayo y a María.
Porque Mayo es todo una fiesta a la Madre de Jesús, a nuestra madre. Y como es
mes de primavera y los jardines rebosan de flores, se establece el sinónimo de
llevar flores a María, a adornar sus
altares…, y traducir esas “flores” en obsequios más preciosos que una flor del
campo. Con una particularidad: que queremos ofrecer tales flores que se abran
en hermosos frutos…, hechos, realidades de vida, que sean honor y veneración a
la Madre.
Liturgia:
Tenemos dos lecturas muy ricas. La 1ª
de Hech.16,22-34 nos pone delante una persecución violenta que se ha lanzado
contra Pablo y Silas. Los magistrados mandan desnudar a los dos y los muelen a
palos y los meten en la cárcel.
A medianoche, mientras Pablo y Silas oraban cantando, se
produce una sacudida tan violenta que se abren los cerrojos de las celdas y las
puertas de la cárcel. El carcelero se despierta y al ver las puertas abiertas
está dispuesto a suicidarse por la posible fuga de los presos. Pablo le grita
diciendo que no se haga ningún daño, que están todos allí.
El carcelero lo comprueba y se siente internamente movido
por aquel testimonio y se lleva a los presos a su casa y le cura las heridas.
Pregunta a los presos: Señores: ¿qué tengo que hacer para ser salvo? A lo
que Pablo responde: Cree en el Señor Jesús
y te salvarás tú y tu familia. Y se bautiza él y todos los de su casa, y
dan una fiesta de alegría y agradecimiento.
La conversión de aquel hombre se ha provocado por un
testimonio de Pablo y Silas que se han mantenido en su celda cuando podían
haber huido. Testimonio de vida. Lo que abre el camino a la importancia de esos
testimonios en los que podemos dar cualquiera de nosotros en diversos campos de
nuestra vida real. Que la gente, aun no creyente, pueda encontrar en la
fidelidad nuestra ante diversas circunstancias, y eso les lleve a hacerse la
pregunta: “¿Por qué actuamos así” Y que no hay otra respuesta que la de nuestra
actitud de fe.
Y ojalá podamos ayudar a alguien a reconocer que creer en el Señor Jesús, salva, y acabe
celebrando fiesta de su conversión
Jn.16,5-11 vuelve a ponernos delante al Espíritu Santo. Me voy al que me envió; os conviene que yo
me vaya porque si no me voy, no vendrá a nosotros el Espíritu Santo, que
procede del Padre. Jesús se va, y él envía al Paráclito que procede del Padre.
Es toda una declaración de la conjunción de las tres Personas de la Santísima
Trinidad en esa labor de relación con nosotros los hombres.
Cuando venga dejará convicto al mundo de un pecado,
de una justicia y de una condena. El pecado
es que no han acogido ni aceptado a Jesús. Es el rechazo que han provocado
hacia el Hijo del hombre. Una justicia.
Evidentemente no se trata de la idea humana de justicia sino de algo mucho más
sublime: LO JUSTO es que Jesús, vencidos los enemigos, va al Padre. La JUSTICIA es la santidad de Dios y la santidad de
Cristo. Y la condena es la del
demonio, que ha perdido la batalla y queda condenado al infierno. Y como el
demonio es el dueño del mundo, nosotros hemos de mirar muy adentro de nuestros
sentimientos para calibrar lo que llevamos encima de esos principios y
criterios de “mundo”. Porque eso condena. Condena a la lejanía frente a la
felicidad, respecto de Dios, respecto de las cosas buenas que nos salen al
paso.
El panorama
que el mundo ofrece es sombrío en una sociedad que ha tirado por alto los
fundamentos tradicionales y anda a la deriva con unas formas que hoy valen y
mañana han pasado para inventar otras nuevas que pasarán pasado mañana. Y como
eso supone haber perdido todo referente a un valor objetivo, el resultado es
que se deshace como sal en el agua. Y el gran riesgo es que arrastre a quienes
han mantenido unos principios y que tienen que conservarlos contra viento y
marea. Lo cual no es fácil. Y la tentación es ceder pequeños pasos…, y que a la
larga podamos caer en los mismos vacíos.
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