cuya fiesta correspondía a
ayer, pero quedó en segundo plano al celebrarse la fiesta litúrgica de rango
superior de JESUCRISTO SACERDOTE.
El recuerdo de MARÍA AUXILIADORA tiene una gran acogida en
diversas congregaciones y asociaciones cristianas, siendo un elemento
importante en la formación de los colegios de los Salesianos. Pero esa devoción
se extiende mucho más todavía y centra una parte de la devoción mariana de
otras facciones cristianas.
Su título es ya sugestivo porque todos estamos necesitados
de un auxilio superior, y que en este caso es además un auxilio maternal, con
todo lo que eso conlleva de ternura, delicadeza e instinto.
Acojámonos a su auxilio y misericordia y sintámonos hijos
privilegiados por su recuerdo, y exigidos desde el fondo de nuestra alma a
ofrecer a la Madre nuestros detalles filiales.
Liturgia:
Sigue Santiago con sus consejos
sencillos y muy válidos. En 5,9-12 empieza advirtiendo contra el vicio de la
murmuración o crítica…, contra la mala costumbre de quejarse unos de otros, y
dice que se evite tal cosa para que no seamos juzgados nosotros por el juez que
está a la puerta. ¿Se refiere a Jesús? ¿O quiere decir que el que juzga a otro
ya se ha sentenciado a sí mismo? Porque el que se queja de otros, encontraría
la misma moneda en esos otros que “están a la puerta” y lo pueden juzgar a él.
Y el que juzgó primero se encuentra enredado en su misma queja o crítica. ¡Se
define a sí mismo!
Recurre a la paciencia de Job para enseñarnos a ser
compasivos y misericordiosos.
Y acaba con otra advertencia: ¡NO JURAR! Jurar suele ser el
problema del mentiroso, que como no se puede fiar uno de él, o bien se le pide
que jure o bien él echa mano del juramento para hacerse creer. Santiago nos
dice abiertamente que no debemos jurar nunca, y que al que es persona formal,
le basta el Sí cuando es “sí” o el No cuando es no. Y todo lo que se pase
de ahí, dice el apóstol, puede ser juzgado…, puede considerarse una salida de
tono. Y es que el verdadero juramento es apoyarse en Dios y la veracidad de
Dios. Y frente a eso hay algo tan claro como no tomarás en vano el nombre de Dios.
El evangelio es de una actualidad pasmosa: ¿Es lícito a alguien divorciarse de su
pareja? Los fariseos le plantearon esa pregunta a Jesús. (Mc.10,1-12). Y
Jesús responde muy claramente, como pocas veces: quien se divorcia y se casa con otro u otra, comete adulterio. La
razón es muy simple: el matrimonio es una conjunción de hombre y mujer que por
amor se comprometen a vivir esa vida conjunta y crecer en ella. De tal manera
unidos que ya no son dos como dos partes aisladas sino una unidad absoluta. Y lo
que Dios ha unido, no lo separe el hombre.
Los apóstoles se quedaron impactados, como correspondería
que quedasen impactados los matrimonios actuales. Y le presentaron a Jesús la
dificultad extrema de lo que él había planteado. Y Jesús no se echó atrás ni un
ápice: el divorciado o divorciada que se casa con otra u otro, comete
adulterio. Así de llano. Y Jesús lo ratifica con que así fue el principio, así
fue lo que surgió del proyecto de Dios.
Los fariseos objetan que Moisés concedió dar el varón a la
mujer el acta de repudio. A lo que Jesús responde que fue por razón de la
terquedad de un pueblo que había perdido el sentido de la institución
matrimonial.
¿Qué planteamientos de fondo traen muchas parejas?
¿Realmente tienen asumida esa permanencia en su unión? ¿Traen ya en la recámara
la “salida” preparada para romper la relación en el momento que se les presente
la dificultad? Evidentemente ahí falla el concepto del amor. Y ahí falla la
autenticidad de esa unión. El matrimonio es nulo. Así de simple.
Y admitido ese punto, lo que habría que tener es la
valentía y la honradez de plantear esa declaración de nulidad de lo que no fue
matrimonio en ningún momento. Lo que no vale es la ruptura de la convivencia
con una o con uno y a renglón seguido repetir la misma secuencia con nuevas
parejas ya ilícitas por estar vigente el vínculo sacramental. Naturalmente he
hablado suponiendo el matrimonio sacramental, que es el que se encierra en el
discurso de Jesús.
¿Es lícito divorciarse? Parece una pregunta malévola como tantas que le hacían los fariseos.N o podemos entrar e los motivos que llevan al divorcio a algunas parejas;lo que sí sabemoses que el hombre y la mujer son personas sagradas , que son dignas de todo respeto y cariño. Creo que hay que prepararse muy bien antes dedecir el "SI QUIERO"porque, a veces nos comprometemos de una manera frívola: Confundimos AMOR y deseo y son dos cosas diferentes: no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
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