FELIZ AÑO 207.- Os lo deseamos de corazón a
todos los seguidores de este blog
LITURGIA del 1 de enero
Tres temas
se tratan hoy en la liturgia de este primer día del año. Una 1ª lectura (Num 6,
22-27) es la bendición de Dios sobre todos, y ese deseo de esa bendición y
protección de Dios para que se fije en nosotros y nos traiga la paz. Será como
el marco que abarque todo lo demás. Es muy emocionante sentir tal bendición
sobre uno mismo, y sentirse bajo esa bendición: El Señor te bendiga y te proteja Que “si Dios está con nosotros,
¿quién contra nosotros?”. Si Dios se hace bendición y protección, ¿qué más
puede desear un alma? Y sigue diciendo: Ilumine
su rostro sobre vosotros. Que podamos ver a Dios con su rostro iluminado.
Lo que de una parte es poderlo VER con una visión espiritual más profunda, y de
otra parte es verlo con ese rostro que se hace luz de cercanía y confianza.
Dios se hace así “visible”, “sensible” al alma espiritual que lo busca. Y
concluye: Y te conceda su favor…, te
haga “agraciado”, lleno de la gracia del Señor. El “favor de Dios” que cada uno
pediremos que tome determinada dirección en nuestro corazón, en nuestro vivir,
en nuestro desear y nuestro sentir.
La 2ª lectura (Gal 4,
4-7) se orienta a la fiesta que celebramos hoy en la liturgia: la Maternidad
divina de María. Jesús, nacido de mujer,
nacido según la ley, o lo que es igual, nacido plenamente hombre. En medio
de la Navidad, que ha estado centrada en Jesús, hoy la liturgia quiere dedicar
a María un día expresamente dedicado a la madre, y a lo que es la razón de
todas sus demás prerrogativas. Lo que le da a María su principal título es que
es MADRE DE DIOS. Pues esa fiesta se celebra hoy. A su vez es esa confesión de
Pablo tan sublime, porque nos manifiesta que ese Hijo viene a rescatarnos de
nuestros pecados. Él viene al mundo “según la Ley” (como un hombre cualquiera)
y él nos rescata a todos los que estamos bajo la ley del pecado, y nos eleva a
la dignidad de HIJOS, hijos por adopción. Y si
somos hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Hijos que claman:
ABBA (Padre). ¡He ahí la maravilla de esta celebración! Por el misterio de
la Virgen Madre, el Hijo ha nacido hombre para llevar a lo hombres a esa
dignación de ser y sentirse hijos, que pueden llegar a Dios con toda la
intimidad de sentirlo y llamarlo: PAPÁ, y relacionarse con Dios como un hijo en
plena confianza con su padre. Porque lo que es ya evidente es que no somos esclavos sino hijos. Y si hijos,
también herederos por voluntad de Dios. No podíamos empezar el año de un modo
mejor que el que nos ha brindado esta liturgia.
Pero a su vez, a los 8
días del nacimiento de Jesús, y al modo propio judío, Jesús fue circuncidado
(Lc. 1, 16-21). Es lo que recuerda el evangelio que se leerá este día y que
tiene el valor de ser el momento en el que se imponía el nombre, y por tanto el
gran momento en que aparece ese nombre de JESÚS, el nombre de “Salvador”, ese
nombre adorado que expresa todo el bien que nos ha venido por misericordia y
favor de Dios. La liturgia ha minimizado el hecho de la circuncisión que antes
era la fiesta titular de este día, que llegó a centrar la onomástica de los
“Manuel” y los “Jesús”. Por su parte se ha recuperado el día del NOMBRE DE
JESÚS en otro día en plan de resaltar esa titularidad.
Pero centrándonos en
el evangelio de hoy, retoma la llegada de los pastores a la gruta de Belén,
para resaltarse el papel de María como la madre, junto a la que encuentran al
Niño. Y también resaltarse el papel de José, a quien el ángel ya le anunció en
su momento que él ejercería su responsabilidad de padre de familia, siendo
quien impondría al Niño el nombre de JESÚS. Y José sintió el sano orgullo de
ocupar un puesto tan importante en el proyecto de Dios, y en el proyecto de una
familia, en la que vivía su papel de incorporar al niño como miembro del pueblo
de Dios. Circuncidó al niño y cumplió una vez más con los designios de Dios,
que lo había elegido para aquel papel.
La EUCARISTÍA vendrá
hoy a poner actualidad a esta maravilla de liturgia del presente día, y la
viviremos como esa acción de gracias intensiva por el nuevo año y por las
bendiciones que recibimos de Dios. Todo ello también hoy bajo la protección de
María, que nos va a mostrar a Jesús, como lo hizo con los pastores. Y mientras
conservaba ella todo en su corazón, como arca que conserva y va desgranando los
misterios inconmensurables que nos tiene reservados el Señor.
Por mediación de María, Madre de
Dios, elevamos nuestras peticiones al Señor del Cielo y de la tierra.
-
Para que nos penetre en el alma la bendición de Dios. Roguemos al Señor.
-
Para que la Iglesia reciba y extienda la misericordia de Dios a todo el
mundo, Roguemos al Señor.
-
Para que nos sintamos HIJOS y procedamos como hijos que miramos a Dios
como Padre bueno, Roguemos al Señor.
-
Para que sepamos descubrir y realizar el NOMBRE por el que Dios nos
quiere conocer, Roguemos al Señor.
Virgen María: porque eres la madre de Dios, tómanos
bajo tu mano para que nosotros seamos y nos comportemos como verdaderos hijos.
Y del tesoro e tu corazón, derrama en nosotros lo que más necesitamos.
Ruega por nosotros a
tu Hijo Jesús, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Gracias, igualmente, feliz año.
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