Liturgia
El comienzo de la 1ª lectura de hoy (Heb 3, 7-14) reproduce
el Salmo 94: una advertencia para que el corazón de la persona esté abierto a
la voz de Dios. Será el Salmo que hoy siga a la lectura. Y desde esa llamada,
el autor de la carta a los Hebreos llama la atención
para que ninguno tenga un corazón malo e incrédulo que le lleve a desertar del
Dios vivo. Por el contrario debemos animarnos unos a otros para que día tras
día ninguno sea engañado por el pecado. Hace una referencia al “HOY” como
ese “DÍA” que Dios nos concede para vivir con el corazón limpio. No podemos
esperar a un “mañana” para no ser engañados. “Hoy” es hoy, ahora mismo, cada
instante que se nos da para vivir…, pero que no asegura más que el momento
presente, porque a Dios no se le puede dar largas. El llama cuando llama. Y “somos partícipes de Cristo si conservamos
firmes hasta el final el temple primitivo de nuestra fe”.
El evangelio de Marcos (1, 40-45) es la curación de un
leproso, que se acerca a Jesús y
suplicándole de rodillas. Ya es llamativo el hecho de que se acerque,
puesto que los leprosos habían de mantenerse a distancia. Pero el hombre se
arriesga a acercarse. O más que “riesgo” es una sensación de confianza que le
trasmite Jesús, del que ha sabido que cura enfermos y libera posesos. La misma
súplica que presenta es muy significativa: viene a sabiendas de que Jesús
PUEDE. Lo que presenta el leproso es un “desafío” confiado a ese “poder”. Puedes, si quieres. Lo que equivale a
decirle que sólo depende de que quiera. Porque el poder se lo supone. El
“querer” ya depende de Jesús y de sus sentimientos ante el pobre que sufre. Era
una buena manera de poner a Jesús ante el dolor de uno que sufre no sólo la
enfermedad sino también la marginación por causa de su enfermedad.
Y Jesús, que sintió
lástima y se compadeció del hombre,
respondió con un sencillo y simple asentimiento a la súplica del
leproso: QUIERO. No podía quedar por
él. Su querer se hace realidad, y le afirma: queda limpio. Y la lepra se le quitó inmediatamente.
Pero Jesús hace las cosas completas y para que el hombre
recuperara sus derechos de ciudadano normal, necesitaba la certificación del
sacerdote y la ofrenda (tal como la había dejado instituida Moisés). Y Jesús
encamina al leproso curado hacia esos requisitos que han de devolverle su
status de hombre normal. Esa parte de la recomendación de Jesús era –por
decirlo así- de “obligado cumplimiento”. Pero Jesús le encargó severamente otra “ley” que el leproso no era capaz de
cumplir: que “No se lo digas a nadie”…
Pero ¿cómo no iba a decirlo y a publicarlo a voces cuando
aquel hombre salía eufórico de aquella curación que acababa de recibir? De
hecho lo fue diciendo por donde iba: comenzó
a divulgar el hecho con grandes ponderaciones. ¡Es que no podía ser de otra
manera! Y lo lógico es que Jesús lo sabía que iba a ser así. Quizás por eso
quiso atemperar los efectos del milagro… No lo logró. Sino que su fama se
extendió de tal manera que ya no podía
entrar abiertamente en los pueblos, porque la gente se le echaba encima.
Por eso se quedaba en las afueras de los poblados, y aun así acudían a él de todas partes.
Me quedo mirando al mundo de hoy. Me quedo viendo tantos leprosos que viven con sus costras
encima, y no han acudido a Jesús para expresarle su confianza en que si quiere, puede curar. Veo un mundo que
ha dejado de creer en Jesús. Por eso no se le ocurre ir a Él para confiarse en
que él PUEDE. Y ese mundo sigue en su lepra y sin saber presentarse al
Sacerdote para que “certifique” la absolución que deja limpio de los pecados.
Me quedo mirando también a esos que de pronto se han
presentado al pie de un confesionario, casi sin saber ni expresarse, cargados
con sus fardos mugrientos sobre el alma…, pero que han respondido a ese impulso
que les acercaba al QUIERO, QUEDA LIMPIO de Jesús por medio del sacerdote. Y han
salido también llenos de paz y una nueva razón de vivir. Quizás no lo publiquen
a grandes voces, o quizás sí a media voz, comunicándole a los íntimos el
descubrimiento que han hecho del amor de Dios, por Jesucristo, a través del
sacerdote.
Me quedo mirando al Sacerdote que experimenta consuelo
profundo cuando pudo decir en nombre de Jesucristo ese: QUIERO, QUEDA LIMPIO…,
que le deja tanta satisfacción que quisiera proclamarla a los cuatro vientos, a
ver si sucedía aquello de que los confesionarios quedaran llenos de tantas
personas que salen a comprobar el gozo del perdón y la misericordia de Dios.
Aquel leproso conocía a Jesús y sabía que podía curar su lepra yvolver a integrarse a la sociedad. El leproso es maestro de oración; no tiene ninguna duda y esta Fe tan grande y esta seguridad es lo que conmueve a Jesús. ÉL nos dijo"Pedid y se os dará" Esto no se puede quedar en bonitas palabras porque es la base de nuestra FE...Si pedimos lo que Él nos inspira y lo hacemos con fe,es seguro que nos lo cncede, somos sus hijos queridos y quiere complacernos.
ResponderEliminar