Liturgia de EPIFANÍA
La liturgia de este día está
centrada en un pensamiento fundamental: que también los gentiles (los no
judíos) son llamados al reino de Dios. Está expresado de muy distintas formas a
través de las lecturas. La 1ª (Is. 60, 1-6) empieza contraponiendo la LUZ que
invade Jerusalén –el pueblo de Dios- con la OSCURIDAD de los pueblos paganos,
que no conocen a Dios. Pero la gloria de Dios camina hacia esos pueblos, y los
reyes hacia la claridad de un aurora.
Y se escenifica el
momento con aquella venida de los gentiles de lugares extranjeros, con sus
camellos y dromedarios para ofrecer al Dios de Israel oro e incienso y los tesoros
del mar, proclamando las alabanzas del Señor.
Pablo lo expresa ya en
directo como un misterio que a él le ha sido revelado y que no había sido
conocido en los tiempos antiguos: que también los gentiles han de recibir el
mensaje de la salvación. (Ef. 3, 2-3. 5.6), porque también los paganos son
herederos y miembros de la familia de Dios.
Finalmente tenemos el
evangelio de Mateo, tan lleno de detalles y colorido: 2, 1-12, por el que unos
extranjeros de países lejanos advierten una misteriosa estrella, que no es como
las demás estrellas, en la que intuyen que es la estrella del Rey de los judíos. Y se ponen en camino hacia
Jerusalén, la capital de Judea, en donde esperan hallar a ese rey recién nacido.
Y se dirigen al palacio del rey Herodes. Y la primera gran sorpresa es que el
rey no tiene conocimiento de ese “rey recién nacido”. Y ha de reunir al consejo
de sabios y doctores en la Escritura para poder informarse de una noticia tan
alarmante para él como que haya nacido quien puede arrebatarle el trono.
Averiguan finalmente
que es en Belén en donde las Escrituras sitúan un acontecimiento que puede
referirse a ello, y allí encamina a los magos, no sin encomendarles que se
cercioren bien del lugar “para también yo
ir a dorarlo”.
La estrella reaparece
ante los magos y les encamina tan concretamente que viene a posarse sobre la casa en la que estaba el
Niño. Allí entran, allí adoran, allí ofrecen sus dones de oro, incienso y
mirra, tres muestras de sus propios lugares de origen. Los Santos Padres de la
Iglesia (aquellos eruditos del saber cristiano que vivieron los primeros
tiempos de la Iglesia), encuentran un significado de aquellos dones –y no
otros-: el oro que reconoce la realeza del Niño; el incienso que corresponde a
su divinidad, y la mirra –especie dedicada a los enterramientos), para expresar
la humanidad de aquel Niño que está abocado a la muerte. No deja de ser
sugerente.
Detrás de toda esa “historia”
lo que Mateo quiere poner en claro a sus destinatario judíos es que no son solo
ellos los llamados por Dios, sino que también Dios ha dirigido su mirada a los
no judíos, a los que llama al reinado de Dios sobre la humanidad entera.
La liturgia llama a
esta fiesta, LA EPIFANÍA o manifestación de Jesús, por cuanto que se abre a
todos los pueblos. Y ampliará ese sentido epifánico al momento del Bautismo de
Jesús, porque en ese momento es en el que Jesús de Nazaret se hace presente al
pueblo judío.
Para nosotros esta
epifanía se nos hace actualmente real en la Eucaristía, por la que recibimos de
Jesús su presencia real y su venida a nosotros. Y en cuyo momento de
participación nosotros hemos de ofrecer nuestro oro, incienso y mirra, concretados
en la donación de nosotros mismos y de aquellas realidades con las que hemos de
hacer nuestro personal ofrecimiento de lo que él y yo sabemos, y que nadie pude suplirnos para concretar esos
dones.
Siguiendo el rastro de los magos
y la estrella de Dios, venimos ante ti, Dios de misericordia.
-
Para que la Iglesia sea nuestra estrella que nos conduzca a donde está
Jesús, Roguemos al Señor.
-
Para que saquemos de nuestro fondo dones más valiosos que el oro, el
incienso y la mirra, Roguemos al Señor.
-
Para que la Eucaristía nos haga vivir la presencia de Jesús en
nosotros, Roguemos al Señor.
-
Para que se excite en nosotros el celo por todos los que hoy desconocen
dónde está Jesús, Roguemos al Señor.
Manifiéstate al mundo para que todos encuentren la
dicha de poder adorar a Jesús, rey del mundo. Lo pedimos por el mismo Jesucristo
nuestro Señor. AMÉN
...los regalos...la ilusión de los niños y de los que son como niños...
ResponderEliminarAlegría...ilusión...familia