Liturgia.- Domingo 3º A, T.O.
Han arrestado a Juan Bautista y Jesús se retira a
Cafarnaúm, con lo que se cumple una profecía de Isaías (9, 1-4), que ha sido la
1ª lectura y que se repite –en parte- en el evangelio (Mt 4, 12-23), para
confirmar que la llegada de Jesús es una
luz grande que brilla ante los que habitaban en tinieblas y sombras de muerte.
La llegada de Jesús es iluminación en medio de la oscuridad. Una parte de la
oscuridad era que Cafarnaúm, ciudad comercial, estaba más en manos de los
negocios de unos y otros. Y otra parte es la oscuridad de la propia religión
judía, que necesitaba de una luz diferente, y esa es la que aporta el reino de
Dios, y por tanto es la que aporta Jesús.
Esa luz está condensada en una exhortación que hace Jesús: Convertíos,
porque está cerca el Reino de los cielos.
Nos hemos acostumbrado a escuchar la palabra “conversión” y
a la llamada de Jesús: Convertíos. Pero la realidad es que bajo esa palabra se
encierra toda la posibilidad de abrirse a la acción de Jesucristo y recibir la
gracia de Dios.
Convertirse es, en principio, el abandono de los ídolos para abrirse al Dios verdadero. Por tanto, en principio es el paso del
paganismo a la fe. Pero los ídolos pueden no ser solamente los que son tales
(fetiches, animales divinizados, representaciones de falsas divinidades).
Ídolos pueden ser el dinero, el orgullo, la falsa religión, las supersticiones
que atribuyen poderes mágicos a cosas materiales, e incluso las falsas
apariciones). Ídolos más “de andar por casa” es el YO, el amor propio, los
propios caprichos, el pretender llevar siempre la razón, el no ceder nunca de
la propia visión de las cosas… Y aquí ya nos podemos encontrar metidos nosotros
y que la CONVERSIÓN no es algo que pasa “a lo lejos” sino que somos
expresamente llamados a abandonar tales ídolos personales (que causan
oscuridad) para abrirnos a esa luz grande
que nos trae Jesucristo, con una religión verdadera que nos presenta el Reino
de los Cielos.
La CONVERSIÓN puede apuntar a determinados cambios de vida.
A abandonar la vida que diríamos “vida diaria”, “vida vulgar”, y que seamos
llamados a pasos de más altura. Es el caso de quien experimenta el impulso a
salir de su vida “normal” para colaborar en unos fines más altruistas: servicio
a los pobres, ayuda a enfermos. O puede ir más allá y pedir un seguimiento de
Jesús. Es lo que nos presenta la segunda parte del evangelio de hoy. Simón,
Andrés, Santiago y Juan, eran pescadores que vivían su vida honradamente en su
trabajo en el Lago, con sus barcas, sus redes y sus jornaleros. Pero un día
pasa Jesús junto a ellos y les llama expresamente: Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Ésta es una forma
de conversión, de cambio en la vida, de dirección nueva en el desenvolvimiento
de la propia vida. Y Jesús también llama a ello. Han de dar un giro de 180
grados porque de pescadores en el Lago, con su independencia y su negocio, son
llamados a ser “pescadores de hombres, en seguimiento de Jesús”. Y eso ha de
cambiar sus vidas, lo mismo en la labor, que en la libertad, que en la vida de
familia. A eso puede llamar Jesús y de hecho ha llamado siempre desde el
principio y sigue llamando. El tema que se plantea hoy día es hasta dónde
recibe cada uno la llamada personal y hasta dónde se chafa uno de esas
llamadas, atraídos por los negocios, el dinero, la comodidad, el intento de
evitar complicaciones que saquen de las propias casillas.
Otra realidad de conversión es la que Pablo pide a los
fieles de Corinto en la 2ª lectura (1ª, 10, 13-17), y es LA UNIÓN: el abandono
del ídolo del individualismo y de los asentamientos en la personal “verdad”,
para abrirse a algo mucho más amplio y fructífero que es la unión entre todos,
la búsqueda de la unidad en vez de las fuerzas centrífugas del propio orgullo.
En concreto se refiere Pablo a un hecho que se repetirá mil veces en la vida y
en nuestros días: el que se adhiere tanto a una persona y a la forma de
exposición de una persona que ya no acepta, no se adapta, o no acoge lo mismo
lo que viene de otra, tan valiosa como la primera. El problema que se había
producido en Corinto era que unos se ponían de parte de Pablo y otros de parte
de otro gran apóstol que era Apolo. Y Pablo advierte que ni Pablo ni Apolo han
dado su vida por la fe, y que en realidad ha sido en Cristo en el que han sido
bautizados y en el que tienen que depositar su fe y no en los meros
instrumentos humanos. Lo que tiene que unir es la fe, la doctrina, el objeto
directo de la fe, que es Cristo.
No está todo esto muy lejos de realidades actuales en las
que hay demasiados bandos y demasiadas fobias. Lo importante es Jesucristo, que
se predique a Cristo y que se siga a Cristo.
La EUCARISTÍA es fundamental medio de UNIÓN.
En estos días que la Iglesia pide por la unión de todas las
iglesias que creen en Jesucristo, unamos nuestra oración por la unidad que pidió
Jesucristo.
-
Por la Iglesia católica para que sea vehículo de unidad, Roguemos al Señor.
-
Por las otras Iglesias cristianas para que superen sus diferencias y
vivan una única y verdadera fe, Roguemos
al Señor.
-
Porque tomemos en consideración la llamada a la conversión que propició
Jesucristo, Roguemos al Señor.
-
Por las vocaciones consagradas al servicio de Dios y por las familias
donde nace una vocación, Roguemos al
Señor.
Da, Señor, a
tus fieles la gracia de la conversión en las cosas de cada día, y envía
vocaciones a la Iglesia para que pueda perpetuarse la Eucaristía, los
Sacramentos y los carismas de santidad.
Por Jesucristo N.S.
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