VIERNES 20, ESCUELA DE ORACIÓN. Málaga.
Liturgia
La 1ª lectura (Heb. 7, 25 a 8, 6) es bastante clara en su
primera parte: Los sacerdotes del Antiguo Testamento tenían que ofrecer
sacrificios por sí mismos y por el pueblo, porque ellos mismos estaban sujetos
a debilidades. Hacía falta un Sacerdote santo,
inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo,
que no tuviese que satisfacer por sus propios pecados y que pudiera rescatar al
pueblo de sus pecados. Ese es Jesucristo, Sumo
Sacerdote, sentado a la derecha de Dios (el trono de la Majestad en los
cielos), puesto para ofrecer dones y sacrificios…, un ministerio tanto más
excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador. Los sacerdotes
de la nueva alianza seguimos siendo débiles y pecadores pero en nuestro
sacerdocio no ofrecemos “sacrificios” que haya que estar repitiendo una y otra
vez para pagar por los pecados propios y ajenos, sino que Cristo se sigue
ofreciendo a sí mismo por medio del sacerdote en el único eterno Sacrificio que
se ofreció de una vez para siempre. La redención ya está hecha y los sacerdotes
no “repiten Misa” sino que REVIVEN la única “Misa” que existe en la vida, que
es el Sacrificio triunfante de Jesucristo, que se perpetúa en la Iglesia día
tras día y hora tras hora, “alianza de la
que Jesús es único mediador”.
Jesús ha sido informado del conciliábulo de fariseos y
herodianos para acabar con él. Y Jesús opta por poner “agua por medio” y se retiró con sus discípulos a la otra
orilla del lago. Mc. 3, 7-12. Había que dejar enfriar los ánimos y el mejor
procedimiento es quitarse de en medio.
No se pudo separar de la gente porque esas gentes sencillas
estaban entusiasmadas con él, y vinieron desde Galilea. Y no sólo de Galilea
sino de Judea y de la otra parte del Jordán. Un verdadero movimiento de masas.
Mientras los fariseos se unían a los herodianos para ver cómo acabar con Jesús,
el pueblo iba a Jesús en largas peregrinaciones desde los diferentes puntos de
la geografía palestina. Hasta tal punto aquel gentío se venía a Jesús, que tuvo
que prevenir que tuvieran una lancha disponible para evitar que el gentío le
estrujara. Y da la explicación de aquel entusiasmo popular: como había curado a muchos, todos los que
sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Pienso que aquella
sinagoga silenciosa y callada (cuando lo del hombre paralítico de una mano) por
el temor a sus “jefes religiosos”, se alegraron sobremanera al ver que Jesús
había curado al hombre. Y que ahora eran los primeros en buscar a Jesús, fuera
donde fuera, con una necesidad imperiosa de ser ellos mismos los beneficiarios
de aquel poder sanador.
De entre tantos que lo buscan porque lo necesitan, surgen
los que lo rechazan: los demonios que tenían poseídas a sus víctimas. Y como
esos demonios tampoco podían aceptarlo, salían gritando, postrados ante Jesús: Tú eres el Hijo de Dios. Hay como una
contradicción en aquellos posesos. De una parte, el rechazo instintivo porque
el demonio y Jesús no pueden tener nada en común. De otra parte, un humillarse
a los pies de Jesús, postrándose…, adorando contra la propia voluntad… Tal era
la fuerza que desprendía Jesús. Y lo confesaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Eso
tenía una doble vertiente. De una parte era un reconocimiento contra la
voluntad diabólica. De otra, el tema repetitivo del demonio que quiere poseer y
adueñarse de Jesús, lo que intentaba conseguir nombrándolo. Por eso Jesús les prohibía severamente que lo dieran a
conocer.
Suele ocurrir en las diversas ocasiones que Jesús es
amenazado por los jefes y que él se retira a distancia (pasando a la otra
orilla), que se produce un efecto salvador. Y deja ver que la providencia de
Dios va mucho más lejos que los intentos humanos. Mientras los hombres
pretenden el mal, Dios acaba sacando un bien. Y mientras fariseos y herodianos
traman quitarle la vida, Jesús está esparciendo vida entre muchedumbres que, de
otra manera o en otras circunstancias no se hubieran encontrado con Jesús.
Es una lección. ¡Con cuánta frecuencia se oyen protestas
contra Dios porque no impidió un mal! Y dando vueltas la vida resulta que se
sigue un bien mucho más amplio, de orden mucho más superior, de efectos mucho
mayores… Es que lo humano es miope y sólo ve a corta distancia, mientras que
Dios planifica para largo y para lo mejor.
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