Venga a nosotros tu reino
Así lo pedimos en el Padre Nuestro. Así lo deseamos con
toda el alma. Y así nos sentimos exigidos a vivir de manera que el Corazón de
Jesús reine en nuestros corazones.
Queremos sellar el homenaje de amor y fidelidad que te hemos
venido testimoniando durante este mes, y queremos comprometer y consagrar
nuestras vidas en alianza de amor con tu Sagrado Corazón. Sabemos que hemos de
contar con la vida real, con su dureza y sus zancadillas, con los enemigos de
dentro y de fuera, y con las gracias que nos acompañarán en todo momento, como
lo esperamos de ti.
Desde este mundo en ruinas y sin norte y sin amor, clamamos
desde lo íntimo de nuestros corazones por tu Reino de verdad y de vida, de
santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.
QUIÉN ES ESTE
Dos puntos de la LITURGIA DEL DÍA tomaría yo en este cierre
del mes de Junio: la mirada atrás (o el detenerse en el camino que lleva
adelante) convierte en estatuas de sal (Gn
19, 15-29), en incapaces de avanzar y hasta en inútiles en el camino que
conduce al Corazón de Cristo.
Ese Corazón de tan infinitos matices que siempre dejará
pendiente la pregunta de los apóstoles: Quién es Este? (Mt 8, 23-27).
Llegados a este día último del mes del Corazón de Jesús,
quiero pararme en homenaje a ese Corazón, y seguir preguntando: Quién es este Corazón, y seguir soñando
con barruntar parciales respuestas, esas que componiéndolas después poco a
poco, me puedan ir ayudando a decir quién
es para mí el Corazón de Jesús. Sé que es una empresa imposible, tan
imposible como querer conocer los secretos del inmenso océano, sus fondos
marinos, sus inescrutables especies vivas… Y sin embargo, en el colmo de la
ilusión me quiero lanzar a bucear en ese Océano de la pregunta de los
discípulos: Quién es Este.
La figura de Jesús ya me subyuga. No podría dibujarla ni quiero
hacerlo, porque esa figura, difuminada y a la vez concreta, encierra ya un misterio que atrae y embriaga. Y es mejor no
tenerla tan acabada. Siempre le cabe más. Siempre encierra un misterio
atractivo y tremendamente gozoso… El misterio encierra mejor el valor infinito
de esa perla preciosa.
La vida, los movimientos, los detalles de Jesús (cuanto más
nimios más me subyugan), sus sentimientos (que nos va dejando caer el Evangelio
como quien no dice nada), son el magma en que me zambullo con más fruición, a
sabiendas de que aspiro todo ese plancton y me gozo en saber que sólo fue un
entremés de todo el banquete que queda por delante, y que lo mejor que tiene es
que sé a ciencia cierta que no he sumido ni los ribetes del todo. El TODO es
tan infinito que me queda una vida y una eternidad y no habré consumido todo lo
que me ofrece.
¿Quién es Este? – Es el Corazón de Jesús. Una manera que
Dios mismo nos suscitó para poder rozar siquiera la orla del manto. Y cuando en
medio de la vorágine de la vida clamemos angustiados: Señor, sálvanos; que nos hundimos,
escucharemos en los latidos de su Corazón aquella palabra de Dios a Lot: Aprisa, refúgiate en esa ciudad pequeña, que
no puedo hacer nada hasta que llegues
allá. Así es: Dios mismo no puede
hacer nada hasta que hayamos encontrado refugio. Lo maravilloso para
nosotros es que ese refugio está asegurado en la ciudad más inmensa del universo: el Corazón de Jesucristo, en el que estaremos a salvo… ¿Quién
es Este? No hay respuesta cerrada. Siempre hay un espacio nuevo en ese piélago
que es EL CORAZÓN SAGRADO DE JESÚS.
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