“Niéguese a sí mismo”
Así lo dijo Jesús. Y Jesús no es profeta de negaciones.
Pero cuando se plantea el YO, tan traicionero…, el amor propio, el egoísmo, el
estar en candelero…, Jesús tiene que plantear una base esencial de seguimiento
de Él: no se puede servir a dos señores;
amar a Dios tiene que ser sobre todas las
cosas… No pueden quedar ídolos intermedios que se llevan la palma. Y el
“Yo-mismo” es el rival más fuerte que tiene Dios en cada persona.
El Corazón de Jesús nos pone un STOP necesario: “Quien quiera venir conmigo tiene que
negarse a sí mismo; luego podrá seguirme”.
No es de poca monta esta condición. Y hay que tomarla más
en serio…
LITURGIA DEL DÍA
Nos trae hoy el Evangelio –Mc 5, 35-40- una narración con
diversas proyecciones que van más allá del episodio en sí. El hecho que ocurre
es que Jesús y los apóstoles se han embarcado en el Lago de Tiberíades y que
Jesús se ha dormido profundamente en la barca. Surge una tormenta de esas que
se producen de improviso en el Lago y los apóstoles ponen todo su empeño en achicar
agua que entra en la barca sin que Jesús se despierte. Finalmente, cuando ya
ven que no pueden valerse por ellos mismos, despiertan a Jesús y le preguntan
nerviosamente s si no se le da nada que
se hundan todos. Jesús se yergue, se pone en pie en la barca que se
bambolea y manda al mar y al viento y queda el mar como una alfombra.
En la Biblia el MAR tiene frecuentemente la connotación de
MAL, de peligro, de símbolo del mal. Y Jesús domina el mal porque Jesús está
por encima de ese mal. El mar calmado y sin ser ya amenaza para la vida de
aquellos hombres es una de las enseñanzas que nos da ese evangelio, para que la
apliquemos a la vida: hay que recurrir
constantemente a Jesús. Surgen tempestades y peligros y dificultades.
Ponemos los medios humanos para superarlos, pero al final hemos de ir a Jesús.
La segunda parte es tan importante o más que la primera:
cuando todo se ha resuelto favorablemente, los apóstoles, asombrados, se
preguntan: ¿Quién es Este? Y más asombrados podríamos quedar nosotros de
que a estas alturas los apóstoles se pregunten eso. ¿Es que no saben quién es
Jesús? Pues la verdad es que no lo saben más que en una parte de conocimiento.
San Ignacio de Loyola lleva al ejercitante, en el proceso
de un mes, a pedir repetidamente conocimiento
interno del Señor… Es que a Jesús lo vamos descubriendo y nunca lo tenemos
del todo conocido. Es la labor de cada cristiano, yendo cada día al Evangelio a
profundizar un nuevo paso en el conocimiento de Jesús. Porque así debemos ir
dando respuesta a la pregunta: Quién es
Este, admirados de que el mal, el viento, las olas, le obedecen.
Había pretendido Job -38, 1, 8-11- justificarse ante Dios,
pensando que no se merecía él pasar por los sufrimientos que pasa… Y Dios le
dice a Job: Tu, que eres tan perfecto, ¿puedes ponerle puertas al mar; ¿puedes
influir en las nubes? La verdad es que no. Y que la única solución llega cuando
Dios actúa. Por eso los apóstoles hallan su solución en Jesús. Por eso a nosotros
nos toca intentar el conocimiento interno
del Señor para más amarlo y seguirlo. Por eso al recibirlo dentro en la
EUCARISTÍA, hemos de ir mucho más adentro que el haber comulgado: entonces toca
nuevamente la pregunta profunda: ¿QUIÉN ES ESTE?
Necesitamos conocerte, Jesús, cada vez más profundamente, para más amarte y seguirte
ResponderEliminar- Para que nos preguntemos, con el Evangelio en la mano: ¿Quién es Este?, Roguemos al Señor.
- Para que busquemos con ilusión en el Evangelio las respuestas a esa pregunta, Roguemos al Señor.
- Para que descubramos en Jesús al vencedor del MAL que nos amenaza, Roguemos al Señor.
- Para que Jesús nos revele desde la EUCARISTÍA quién es Él y qué nos pide ese conocimiento de su Persona, Roguemos al Señor.
Sabemos que estamos navegando en medio de un mal que nos amenaza. Recurrimos a ti, Señor, y te pedimos tu ayuda y que sepamos corresponder al conocimiento de tu bondad y de tus enseñanzas. Que si no, nos hundimos.
Te pedimos a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
"Quién quiera venir conmigo, tiene que negarse a sí mismo para poder seguirme"Jesús quiere cruzar hacia la "otra orilla"; deben salir de lo que conocen y poner rumbo hacia lo desconocido. Se desencadena una tempestad que pone en peligro sus vidas. A Jesús, parece no importarle; la barca empieza a zozobrar; los Apóstoles asustados llaman a Jesús que está dormido y, cuando se incorpora, se dirige al mar, como si fuera una persona y le dice:¡cállate, enmudece! y, el viento dejó de soplar y hubo bonanza. Ahora los Apóstoles, salvados, tienen un nuevo temor y se preguntan:¿Quién es éste que habla con el mar y le obedece? Ellos lo acababan de ver dormido como un hombre y lo ven que increpa al mar y le obedece y esto sólo lo puede hacer Dios...Cualquier tormenta puede conmocionar a las personas sobre todo si hay peligro de un naufragio. Otras "tormentas" que supongan la amenaza para una Comunidad , una guerra, un terremoto, la llegada masiva de unos emigrantes que son unos hermanos tuyos y los has de acoger...Esto puede ser un problema para toda la Iglesia...Podemos tener mucho miedo y asustados puede que llamemos a Jesús...Jesús querrá saber que es lo que prevalece en nosotros, ¿miedo o confianza? Los discípulos conocían a Jesús, le habían visto hacer milagros...Yse preguntaban los unos a los otros si podían confiar totalmente en Él...Como hoy, que a la vista de los que sufren atrozmente vejaciones y la muerte por el hecho de ser cristianos, nos preguntamos: ¿Podemos poner en Jesús toda nuestra confianza?, ¿o nos dejamos vencer por el miedo?
ResponderEliminar"Nos apremia el amor de Cristo". Como Pablo nos tenemos que sentir profundamente amados, tanto que no puede haber lugar para duda de ningún tipo.