La actitud ante la vida
Jesús, hablando desde los sentimientos de su Corazón define
su actitud ante la vida: “Mi alimento es
hacer la voluntad del Padre”; “yo hago siempre lo que agrada al Padre”; “Aquí
estoy para hacer tu voluntad”. Es la simplicidad suprema del Corazón,
porque tiene un único objetivo y no se pierde en añadidos.
Quienes queremos amar de verdad al Corazón de Jesús
necesitamos simplicidad de miras y de sentimientos; rectitud y limpieza de nuestras intenciones,
sin que se mezclen motivos espurios de otra índole. Los ojos limpios reflejan
la transparencia del corazón. ¡Ojalá que nuestros ojos estén muy claros porque
revelarán un corazón puro!
LITURGIA DEL DÍA
Abrahán ha recibido la visita de tres hombres (Gn 18, 1-15)
que son “mensajeros divinos”, que en realidad es el propio Dios. Abrahán agasaja
a su visita, y recibe la promesa de que dentro de un año, cuando vuelva a
visitarte, Sara –tu esposa- te habrá dado un hijo. Recordemos que Abrahán está al borde del
siglo y que Sara ha cumplido ya los 90. Sara se ríe detrás de la cortina de la
puerta y el personaje aquel advierte que Sara se ha reído. Ella lo niega. Y la
despedida es para dentro de un año, cuando se haya cumplido la promesa.
Dios está haciendo las cosas de manera muy claramente
divina, porque se vale de personas que naturalmente ya no pueden tener hijos (yo ya estoy seca, dice Sara, y mi marido, un viejo). Pues así son las
cosas de Dios para hacerse inconfundibles. Nadie podrá atribuirse lo que va a
suceder por pura iniciativa divina. Y el momento es nada menos que el del
inicio de aquella “descendencia” de Abrahán –Isaac- que hará un pueblo incontable,
como las mismas arenas del mar, y que desembocará en Cristo.
En el Evangelio (Mt 8, 5-17) un criado del centurión padece
mucho como consecuencia de una parálisis. El centurión le presenta el caso a
Jesús y Jesús, sin dudarlo, decide bajar a la casa del militar romano. Y es
aquí donde aquel hombre tiene esa reacción llamativa en la que confiesa que él
da por bueno que Jesús lo diga de palabra; no es menester que bajes a la casa.
Yo sé lo que es mandar y dar órdenes. Y tú puedes darla a la enfermedad, y mi
criado quedará sano.
Jesús se admiró. No estaba acostumbrado a esa fe tan
amplia. No hallaba algo semejante en Israel. Y respondió Jesús a esa fe con su
ya clásica referencia: Que se haga como
tú has creído.
De allí se va Jesús a casa de Simón. La suegra está con un
calenturón. Jesús entró a saludarla, la cogió de la mano y le trasmitió la
salud. Aquella mujer notó que le volvía su estado normal al contacto con la
mano de Jesús. Se levantó y como estaba totalmente curada, se pudo a hacerles
la comida y servirles.
Aquí hay un tiempo intermedio desde que ella se levanta
hasta que comen. Es un tiempo en que los hombres que siguen a Jesús están
recibiendo un rocío precioso desde las cosas que Jesús les cuenta y les enseña.
Horas, antes y después de la comida aquella, en las que Jesús tuvo ocasión de
ir haciéndose conocer.
Y el día acabó con la muchedumbre que se ha venido hasta la
puerta, con sus enfermos, que presentan a Jesús y a la vez ellos reciben
doctrina y enseñanza. Ha sido un día muy completo en la misión de Jesús.
Jesús, siempre se conmueve ante los enfermos, siempre está dispuesto a "entrar en nuestra casa", a darnos la mano y vendarnos las heridas.Si tenemos Fe y se lo pedimos, nos presta auxilio de inmediato: si tenemos desgana o sentimos como un vacío que nos impide avanzar, le pedimos ayuda, porque creemos en su poder y en su Palabra; y, en seguida descubriremos nuevas perspectivas, el Señor nos devolverá la esperanza y ocurrirá el gran milagro: nos pondremos inmediatamente a servir, porque este es el deber de quien se siente liberado por Cristo: servir a todos, empezando por los más necesitados.
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