Una fe recia
Corazón de Jesús: aborreces la tibieza, las medias tintas,
las donaciones con rapiñas, el encender una vela a Dios y otra al mundo y a los
atractivos del mundo. No entra en tu mente el juego del “sí, pero…” Quieres las donaciones completas. Admites que podemos
equivocarnos pero que entonces nos reconocemos equivocados. No aceptas al que
“nunca se equivoca”.
Corazón de Jesús: nos quieres recios en la fe: que no
seamos de los que por la mañana rinden tributo a Dios y por la tarde al mundo
con su vacío, o incluso su hostilidad a los planteamientos evangélicos.
Haznos enemigos de las mezquinas componendas a los que es
tan fácil adaptarse. Haznos recios y dignos de tu Corazón que supo decir: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”.
LITURGIA DEL DÍA
San Pablo sigue en la línea de ayer: “presumiendo” de su
realidad (2Cor 12, 1-10): si ayer se detenía en “sus títulos” humanos (cuanto
había padecido), hoy se eleva a sus otros “títulos”, los sobrenaturales de
visiones y revelaciones, para acabar concluyendo –lo mismo que ayer-: de todo eso podría presumir, pero en cuanto
a mí, presumo de mis debilidades… De la espina
que me han metido en mi carne para que no tenga soberbia: un emisario de
Satanás que me apalea. Y tres veces he pedido al Señor que me lo quite y me ha
respondido: Te basta mi gracia. Por eso muy a gusto presumo de mis
debilidades porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Cuanto soy débil,
soy más fuerte.
En Evangelio es una perla, una de esas “pinturas” sublimes
que Jesús presenta con un colorido excepcional. Y lo que nos revela detrás de esa
página maravillosa es la PROVIDENCIA DE DIOS, el cuidado amoroso que tiene Dios
de todas las cosas.
El frontispicio de esta exposición es que no podéis servir a dos amos; no podéis
servir a Dios y al dinero. Y una vez que pone el marco, sitúa ahí el resto de
su exposición: no andéis agobiados por el
cuerpo, pensando qué vais a comer o con qué os vais a vestir. Ni los pájaros
trabajan…, ¡y comen!, ni los lirios tejen, ¡y se visten de lindo ropaje!
¡Cuánto más vosotros, los hombres!
Inmediatamente puede asaltarnos el pensamiento de esas
etnias hambrientas, esos países demacrados, esas gentes carentes de lo
necesario. ¿Es que no llegó hasta ellos esa PROVIDENCIA? Y hemos de ver ese
mundo oscuro y trágico en el marco primero: es que hay quienes adoran al dinero
y aplastan los caminos de Dios, y crean zonas dolorosas de hambre y miseria.
Surgieron esos que sirven al “otro amo”, el dinero, y esquilmaron los recursos
naturales que existían en el mundo para que todos se alimentaran y vistieran.
La Providencia también llegaba a ellos, pero el dios-dinero rompió ese tejido
providente que Dios tenía diseñado.
También hizo Dios un mundo feliz, “de Paraíso”, pero el
pecado del hombre creó el infierno de la muerte y del egoísmo. Y Dios quería
llevar su historia de salvación, y el hombre fue creando –y sigue creando- una
historia de muerte y desgracia.
Jesús concluye este cuadro con la exhortación clara: Buscad
primero el Reino de Dios y su bondad. Y todo lo demás vendrá por sus pasos.
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