El misterio de la Cruz
Aceptamos con gusto y devoción el misterio de la Eucaristía
y adoramos el misterio de la Trinidad. Pero el misterio de la cruz lo huimos. Podemos comprenderlo “piadosamente”
cuando la cruz le toca a otros. Pero nos revolvemos y escandalizamos cuando esa
cruz cae sobre nuestros hombros. Sentimos rechazo y hasta rebeldía.
El Corazón de Jesús tiene su punto culminante en el Corazón
traspasado, partido…, culminación de una Pasión espantosa. El misterio de la
cruz se ilumina porque Jesús ha pasado por él y nos enseña así que es camino de
redención.
Otórganos, Corazón de Jesús, aceptar gozosamente la
realidad de la vida, aunque bien sabemos que es dura.
LITURGIA DEL DÍA
Dos grandes temas hoy en las lecturas de la Misa. Gen 12,
1-9, con la llamada de Abrán. Una llamada a fondo perdido. Un desprendimiento
inicial que pide Dios a aquel hombre de Ur:
Sal de tu casa, de tu patria, de la casa paterna, hacia un lugar que te
mostraré. La “salida” es cierta y muy concreta. La “llegada”, un misterio.
¿Adónde? Ya te lo mostraré. Y haré de ti
un gran pueblo. Y Abrán creyó. Y salió y caminó y buscó. Y el Señor se le
apareció. Y Abrán construyó allí un altar en honor del Señor.
Una historia que deja ya constancia del temple de aquel
hombre, a quien aún le esperaban momentos más difíciles, pero que quedará como
ejemplo de fe para la posteridad.
En el evangelio –Mt 7, 1-5- encontramos una máxima de Jesús
que considero un boomerang de cada uno que la esgrime en su defensa. Y es que
acaba volviéndose hacia el que la consideró “a su favor” y le da de lleno. No juzguéis y no seréis juzgados, porque la
medida que uséis la usarán con vosotros. Lo fácil para cada cual es
pretender corregir la paja del ojo ajeno. Y siempre encontrará en este dicho de
Jesús que uno tiene una viga en el suyo. Que lo hipócrita es pretender ser
quien quiere sacar la paja del ojo ajeno, siendo así que la viga del propio ojo
impide poder ver la paja del ojo ajeno.
Yo siento que es muy fácil admitir esa máxima de Jesús “en
voz pasiva”: que no juzguen otros; que no pretendan otros sacar la paja de mi
ojo, porque “los otros” tienen una viga en el suyo. Pero en “voz activa” me
está diciendo a mí lo que yo he de hacer o he de evitar. Y cómo cada juicio que
concibo, está volviéndose en activa sobre mí mismo. De donde queda el principio
primero como principio activo y esencial: No juzguéis y no os juzgarán. Al
modo de lo que Jesús dijo sobre el juramento: ni por el cielo ni por la tierra…
Sencillamente, no se debe jurar nada. Pues así estamos también aquí: No se debe
juzgar nada, y todo juicio acaba volviéndose boomerang contra el que lo emite.
De ahí la conclusión que saca Jesús: sácate primero la viga de tu ojo… Que es una máxima muy práctica, a
la vez que muy difícil, porque siempre encuentra uno el intríngulis para pensar
que su juicio es recto y que puede emitirse, y hasta culpando o acusando a los
demás. Y cuando eso se saca fuera, a la luz pública, desdorando instituciones o
personas (en vez de lavar en casa la ropa sucia), cae juntamente en el
escándalo. De modo que la viga del propio ojo se hace más peligrosa, y no ha
contribuido para nada a sacar la paja del ojo ajeno.
Ya Jesús lo advirtió a sus discípulos:¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no ves la viga que hay en el tuyo?¡hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo...Nuestra soberbia personal nos hace ver las pequeñas faltas del otro aumentadas; en cambio, nuestros grandes defectos los disminuimos y los justificamos. Incluso, nuestra soberbia y nuestro afán de brillar, podemos airear intencionadamente un defectillo de alguien para tratar de ocultar una falta ignominiosa.
ResponderEliminar¿Por qué somos tan injustos? ¿Nos conocemos por dentro? ¿Sabemos controlar nuestros errores? Jesús nos pide que no juzguemos, que miremos primero lo que hay en nosotros. Quetengamos sumo cuidado a la hora de criticar, corregir, y seamos conscientes de nuestros defectos y de todos los errores que hayamos cometido.
La Fe unida a la caridad nos conduce a la perfección que es Dios mismo y todas las demás virtudes les acompañan y nos permiten un cierto grado de perfección.El Paráclito es Quién nos guia si somos dóciles a sus inspiraciones.