Discurso del Santo Padre
Excelencia, queridos amigos Musulmanes:
Me complace poder encontrarme con ustedes en este lugar sagrado.
Les agradezco de corazón la cortés invitación que me han dirigido y, en
particular, le doy las gracia a Usted, Excelencia, y al Presidente del Consejo
Supremo Musulmán.
Siguiendo las huellas de mis Predecesores y, sobre todo, la
luminosa estela dejada por el viaje de Pablo VI, hace ya cincuenta años –el
primer viaje de un Papa a Tierra Santa–, he tenido mucho interés en venir como
peregrino a visitar los lugares que han visto la presencia terrena de
Jesucristo. Pero mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el
encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso,
me alegro de poder estar con Ustedes, Amigos Musulmanes.
En este momento me viene a la mente la figura de Abrahan, que
vivió como peregrino en estas tierras. Musulmanes, cristianos y judíos
reconocen a Abrahan, si bien cada uno de manera diferente, como padre en la fe
y un gran ejemplo a imitar. Él se hizo peregrino, dejando a su gente, su casa, para
emprender la aventura espiritual a la que Dios lo llamaba.
Un peregrino es una persona que se hace pobre, que se pone en
camino, que persigue una meta grande apasionadamente, que vive de la esperanza
de una promesa recibida (cf.Hb11,8- 19). Así era Abrahán, y ésa debería ser
también nuestra actitud espiritual. Nunca podemos considerarnos
autosuficientes, dueños de nuestra vida; no podemos limitarnos a quedarnos
encerrados, seguros de nuestras convicciones. Ante el misterio de Dios, todos
somos pobres, sentimos que tenemos que estar siempre dispuestos a salir de
nosotros mismos, dóciles a la llamada que Dios nos hace, abiertos al futuro que
Él quiere construir para nosotros.
En nuestra peregrinación terrena no estamos solos: nos encontramos
con otros hermanos, a veces compartimos con ellos un tramo del camino, otras
veces hacemos juntos una pausa reparadora. Así es el encuentro de hoy, y lo
vivo con particular gratitud: se trata de un agradable descanso juntos, que ha
sido posible gracias a su hospitalidad, en esa peregrinación que es nuestra
vida y la de nuestras comunidades. Vivimos una comunicación y un intercambio
fraterno que pueden reponernos y darnos nuevas fuerzas para afrontar los retos
comunes que se nos plantean.
De hecho, no podemos olvidar que la peregrinación de Abrahán ha
sido también una llamada a la justicia: Dios ha querido que sea testigo de su
actuación e imitador suyo. También nosotros quisiéramos ser testigos de la
acción de Dios en el mundo y por eso, precisamente en este encuentro, oímos
resonar intensamente la llamada a ser agentes de paz y de justicia, a implorar
en la oración estos dones y a aprender de lo alto la misericordia, la grandeza
de ánimo, la compasión.
Queridos amigos, desde este lugar santo lanzo un vehemente
llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán:
Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y
hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice
el nombre de Dios para la violencia. Trabajemos juntos por la justicia y por la
paz.
¡Salam!
El Papa Francisco da la impresión de ser buen observador, buen diplomático, que no conoce la hipocresía, que puede sorprendernos cuando pretende ser reservado y a veces se muestra de forma estruendosa, como cuando invitó a su Casa a las Autoridades políticas de Palestina e Israel.. En el Cenáculo, ya era su tercer día de peregrinación, se veía cansado, pero viviendo plenamente los acontecimientos históricos de aquella Última Cena.
ResponderEliminarAl discurso con los Musulmanes ni le falta ni le sobra; se ha dirigido a ellos como el Espíritu le habrá inspirado. Nos toca esperar orando y con paciencia para ver los resultados.