¿Quién dicen
que soy yo?
Los
relatos de Mateo y Marcos en Cesarea de Filipo me dejan mucha cola, aparte de
lo que es la narración evangélica…, o precisamente por ella. Empezando hoy por dar la vuelta al relato y
ser yo quien pregunto: ¿Qué dicen los demás de mí? Y por
supuesto, la respuesta que más me interesaría es la del propio Jesús. ¿Qué es
lo que Jesús diría de mí, de quién soy yo?
Por muchas horas de oración que se hagan, no llegaremos a poder dar respuesta
cumplida. Nos cabe más bien pensar en nuestras
obras, que son las que da testimonio de mí. Y dentro de eso, la mirada
penetrante de Jesús, pienso que daría resultados más benévolos de los que yo
puedo tener de mí mismo…, ¡y eso que cada uno somos tan suaves en juzgarnos y
tan decididos en justificarnos!
Pero
antes que preguntarle a Jesús, quién dice
Él que soy yo, me valdría preguntarme qué
dicen las gentes que soy yo. Y es natural que “gentes” hay muchas; juicios,
muchos; afectos/desafectos, muchos; y conocimientos muy parciales, por aquello
de que cada uno habla de la feria como le
va en ella.
Pero
reconozco que en los juicios de otros, los favorables, los desfavorables, los
exaltados, los “devotos” y los “críticos”, siempre hay una parte de verdad, y que
hay que hacer pie en ellos para ir succionando esa síntesis que nos acerque a
cada uno a nuestra propia realidad. Porque en el fondo, ¿quién digo yo que soy yo?, ¿cuál es el juicio que me hago de mí
mismo?, ¿qué filtros empleo a mi favor que –sin embargo- no aplico a otros, o
los aplico al revés…, como en unos prismáticos que acercan o alejan la imagen,
según por donde se mire?
A
mí me hace bien “mirarme” en el espejo de otras personas que me conocen, con
quienes convivo o trato más, porque la cercanía y el roce hacen más vivo el
descubrimiento de los defectos o de los valores. Aunque reconozco que tenemos
la mala capacidad de acentuar más los defectos. Como eso lo hago yo, puedo
pensar que les ocurre algo semejante a los demás. Mi imagen “de altar” es una.
Mi día a día, mi palabra o mi silencio, mi juicio y mi reacción…, me ponen
mucho más de cara a la verdad. Por eso ¿quién
digo que soy yo? me ruboriza porque no se parece en mucho a lo que mis
amigos pueden pensar de mí. Y ¿quién dice
Jesús que soy yo? Me avergüenza y me da paz, porque sé que Jesús me ve tal
como soy y me ama tal como soy. Pero bien tengo yo que afinar mi espíritu y mis
formas, porque a la bondad misericordiosa de Jesús, necesito irme acercando en
mis realidades diarias: mis pensamientos, reacciones, juicios, afectos…
La liturgia de HOY lleva el sello de la
PERSECUCIÓN contra la Iglesia, declarada ya oficialmente tras el martirio de
Esteban y vivida ya en ese mismo martirio. Ahora se implica Saulo de una manera
directa, y con saña. Los cristianos tienen que huir a otros lugares. Felipe,
apóstol, se aventura a predicar en Samaría (siempre hostil a todo lo procedente
de los judíos), y es bien recibido. Y él hace “signos” de curaciones y
liberaciones de malos espíritus…, y de la persecución salen unas nuevas
adhesiones de gentes que abrazan la fe.
En
el momento actual nuestro la persecución contra la Iglesia está declarada; en
los países “cultos”, desde la falsa cultura del ningunéo, el ataque a las
instituciones, a los más representativos de la Iglesia, al método de la
ignorancia de la religión desde la niñez, el solapado sistema de resaltar un
defecto y ocultar cien virtudes… Y para ello está la envenenada “cultura” de
los medios de comunicación para fomentar los antivalores, lo que más puede
hacer daño a la Iglesia. Y no dejan de estar en ese grupo los de la “cultura de
la marcha atrás”, gentes “muy religiosas” que torpedean desde dentro, kamikaces
de la fe y en nombre de la fe.
Luego,
en los países “no cultos”, la persecución que lleva al martirio, al rapto, al
hostigamiento, a repetir la crucifixión en creyentes en Cristo: en una palabra:
la persecución declarada y a “lo tradicional” (lo inculto, la barbarie, la
terrible “cultura” del Gólgota: quitar de en medio a quien no se quiere ni
escuchar, ni ver, ni nombrar. NO LO TENEMOS LEJOS.
MARÍA, REINA DE LOS MÁRTIRES, ruega por
esta tu Iglesia, que tu Hijo de encomendó. “Nuestra Señora escuchaba las palabras de su Hijo, uniéndose a su
dolor: ¿Qué podría hacer ella? Fundirse con el amor redentor de su Hijo,
ofrecer al Padre el dolor inmenso –como una espada afilada- que traspasaba su
corazón puro”. Ofrezcamos hoy a nuestra Madre, la Virgen María, entregar los “imposibles”
a Dios. [Tomado del “El mes de tu Comunidad”, revista del “Movimiento de
apostolado familiar “San Juan de Ávila”].
SE PUEDE VER YA EN EL BLOG EL BOLETÍN DE MAYO
Suelo mirarme también en este espejo interior y a decir verdad ,podría avanzar más en ciertas virtudes ,quitar defectos que estorban en mi camino hacia la santidad(ser santos como mi Padre.........)son palabras de Jesús.Pero me consuela pensar que Jesús me quiere como soy ,poniendo un poquito de mi parte Él hará lo que falta.
ResponderEliminarMe hacen sufrir los ataques a la Iglesia,pero me da una gran seguridad y mucha paz pensar que Cristo vive
para siempre dentro de esta Iglesia y que por mucho que nos ataquen nada podrán contra ella;lo humano pasa pero la Iglesia permanecerá como Cristo la quiso ,hasta el final de los tiempos.