Mañana, VIERNES 31
nos reuniremos de modo informal
los participantes de la
ESCUELA DE ORACIÓN
para poder aclarar puntos,
hacer preguntas,
y dar oportunidad de participación.
Señor, ¡que vea!
Las
1ª lectura de hoy –Hech 18, 9-18- presenta la eficaz acción del Espíritu de
Dios. Le anunció a Pablo que siguiera su obra sin tener miedo. No quita eso la persecución, la detención hasta
llevarlo ante el tribunal… Y allí un pagano, el procónsul, es quien no está
dispuesto a meterse en el lío de discusiones religiosas. Despeja el tribunal.
Los judíos toman venganza infantil maltratando al jefe de la sinagoga. Y Pablo
queda libre. Era verdad la comunicación del Espíritu: No tengas miedo; Yo estoy contigo; nadie te hará daño.
El
Evangelio –Jn 16, 20-23- retoma el final de ayer, y ahí está la base: ante la
muerte muy cercana (este evangelio está tomado de la sobremesa de la Cena de
Pascua), estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en alegría el día de Resurrección. Pero el contexto
litúrgico transforma esa ocasión en la otra: ante la ascensión y salida de
Jesús de este mundo, estaréis tristes; sin embargo pronto comprobaréis que es
causa de inmensa alegría porque no me voy, aunque visiblemente sea así. Pero
todo eso se convertirá en el gozo de una Presencia mucho más íntima, profunda,
cercana, universal. Eclesial. La mujer que va a dar a luz está temerosa y
angustiada. Luego abraza al hijo de sus entrañas y ni se acuerda de lo
anterior.
No
sé si el episodio de Mc [10, 46-52] tendría que unirse a toda la secuencia
anterior; puede ser que sí. Y lo corroboraría el episodio siguiente (la entrada
mesiánica en Jerusalén). Con todo, no me voy a aventurar a ello y voy a tatar
el hecho como algo que merece observarse en sí mismo. Parece cambio de
secuencia. Ahora no son los apóstoles lo que dan lugar al hecho o comentario.
En ese camino hacia Jerusalén –donde han
sucedido los hechos ya comentados- pasan por Jericó. Un ciego mendiga a la
salida de la ciudad, cuando Jesús pasa por allí llevando la delantera a una
gran cantidad de gente que se le ha sumado. El tropel –cuyo sonido llega al
mendigo- le hace preguntar qué es aquello. Era ciego y no sabía de qué iba ese
gentío. Y uno, displicentemente le responde que pasa Jesús de Nazaret.
Para
aquel que respondía no significaba más que eso, Para el ciego es toda una razón
de esperanza. Y echando mano de sus conocimientos, clama a voces para llamar la
atención a Jesús, Hijo de David. Que sea de Nazaret no es lo que ahora le importa
al ciego, sino que ese Jesús de Nazaret es el Mesías, y que el Mesías daría
vista a los ciegos… Grita y grita, pero en todo ese tiempo de preguntas,
respuestas y reacción, Jesús ya ha pasado sin advertir que estaba el ciego
allí. El ciego ve que se le va su oportunidad y grita más, ya desaforadamente,
de modo que la gente quiere callarlo para que no moleste. Y los gritos,
finalmente llegan a oídos de Jesús, quien manda llamar al ciego. Y ahora la
gente se va al ciego para decirle que Jesús lo llama. Y Marcos, con una expresividad
especial, nos dice que el ciego tiró el manto, liberándose de un engorro; saltó
de un brinco y se puso en pie, aunque con la torpeza de quien nada ve. Algunos
lo tomaron de la mano y lo llevaron ante Jesús. Era la gran alegría de ese
hombre que esperaba de un momento a otro la curación.
Jesús
no lo hace tan rápido. Le hace al mendigo ciego una pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Al ciego pudo parecerle innecesaria la
pregunta. Pero Jesús necesitaba escuchar…: ¿le pedía limosna el mendigo?; ¿le
suplicaba el ciego? Y el hombre, casi
con énfasis fuerte, como quien dice la perogrullada más grande (que no
necesitaría explicitarse), responde: Señor, que vea.
Y
lo voy a dejar aquí, porque no me gusta agotar los temas a lo rápido, y aquí
pueden quedar aún puntos útiles de consideración.
María, Madre nuestra: se nos va
acabando el mes. Queríamos haberte ofrecido un ramo de obsequios personales que
fueran mucho más valiosos que esos llamativos que hacen las floristerías que,
llegan a admirarnos por su belleza. Pero no “tenemos oro ni plata” para
costearlo. Pero lo que tenemos eso te damos: el corazón de un hijo/hija que rebosa de amor
y ternura…, y necesidad. No son “cosas” lo que hemos querido ofrecerte,
aunque un lazo de colores sí que embellece… Sería el lazo de “nuestros detalles,
nuestras cosas”. Pero eso es sólo el adorno. Mucho más allá del adorno está nuestra
persona, nuestro sentir de hijos, nuestro embeleso de niño que se recuesta en
el pecho de la madre…, y ahí se acurruca como un niño pequeño para dormir… Pero
nosotros no nos quedamos en eso. Tomamos fuerza de los pálpitos de tu Corazón,
y nos vamos derechos a lo que más puede agradarte; que escuchando la Palabra de
Dios, la pongamos en práctica. Así te definió a ti Jesús. Así queremos nosotros
obsequiarte.
Jesús os promete el Espíritu de Verdad que iluminará a la Iglesia entera. Con el envío del Paráclito, Jesús completa su Revelación El Papa Pablo VI enseñó que el Paráclito era Quién explicaba a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su Misterio.
ResponderEliminarEl Don del entendimiento nos hace captar la presencia de Cristo en cada sacramento.Los Misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación,, de la Redención y de la Iglesia se convierten en realidades vivas y actuales que ayudan a vivir al cristiano de una forma más feliz. Para captar este Don es necesario controlar los sentidos buscando la Presencia de Dios en todo momento. Si el cristiano no es espiritual, no percibe bien las cosas del Espíritu. La Virgen nos ayuda y nos dice cómo debemos descubrir y tratar al Paráclito.