La pobreza
real
Unas
lecturas que se bastan por sí mismas. La primera de Hech 16, 11-15, que cuentan
un periplo viajero de Pablo, hasta detener la acción en Filipos de Macedonia.
Allí hablaba Pablo a la gente y una mujer, Lidia, se siente tocada por la
palabra de Pablo y pide el bautismo para ella y para toda su familia, e insiste
a Pablo para que traslade su estancia al propio domicilio de ellos. Como puntos
a pensar: Lidia no se conforma con el bien espiritual de ella; lo amplía a
todos los suyos. Otro aspecto que puede intuirse: no sólo se trataría de
personas adultas que pueden elegir el sí o el no. Podría haber también
pequeños. Y entonces el bautismo al que aún no tiene capacidad de decidir por sí
mismo tiene un valor, siempre que los mayores asuman la formación y educación
de tal menor. De otra manera no tiene mucho sentido porque –por decirlo así- la
“satisfacción” es puramente “espiritual” del que consigue ese bautismo. Pero si
se valora el Bautismo en lo que es de verdad –una consagración de vida- sería
casi “profanar” lo sagrado cuando el bautizado se queda bautizado…, pero en la
práctica no vuelve a tomar conciencia de aquel sacramento (realidad sagrada) que le cayó encima como podían
haberle puesto una camisa que se queda vieja y se tira.
Se
comprende que las personas creyentes y que valoran los sacramentos (y sufren el
dolor de sus menores no bautizados), prefirieran –si les fuera posible-
llevarse al niño y bautizarlo “de matute” sin que nadie se entere. Pero es una
satisfacción efímera, porque el tema que hay debajo es mucho más grave: los
propios padres del niño, que pueden ser ajenos y aun reacios a esas sagradas
prácticas de una fe creyente. Y el niño crece –en lo espiritual- como simple
ovejita bautizada…
En
Evangelio, de San Juan (15,26-16.4) vuelve a insistir en el Espíritu Santo, que
Jesús nos enviará desde el Padre, y que será en nosotros Espíritu de Verdad. Él dará testimonio de Jesús en la persona que
recibe ese Espíritu, y a su vez esas personas así “tocadas” serán testimonio de
Jesús. Se diría en breve expresión: el que se ha encontrado con Cristo, ya no
puede dejar de amar a Cristo y de hablar de Cristo. Y eso, aunque surjan
tiempos difíciles, de persecución abierta o solapada. Y hasta cuando llega la
situación de amenaza de muerte por haber dado ese testimonio de Jesús.
No
salgo fácilmente de Mc 10, 23. El joven rico se ha marchado, con su trauma de
incapacidad para realizar lo que parecía que tenía tan a la mano: irse tras de
Jesús. Pero cuando Jesús le puso delante una disyuntiva: Jesús o el dinero, el
pobre anónimo agachó la cabeza y escogió “su riqueza”. ¡Había fracasado
vergonzosamente! Y Jesús se quedó también chafado. Había puesto mucha ilusión
en aquel muchacho, y se había encontrado con las espaldas del que huye.
Me
hago una reflexión: estamos en un templo normal, gentes normales con fe normal…
Se lee este evangelio en el que Jesús dice: ¡qué
difícil va ser entrar en el Reino a los ricos…! E imagino a esas gentes
normales “desconectando”: aquello no va con ellos. Ellos son normales, no son
ricos…, y no se puede vender todo para dar todo a los pobres. El resto, que
predica el sacerdote, ya está desconectado.
¡Ojo!...,
que esas gentes son “tan normales” que ya se han hecho “ricos”. “Conmigo no va
eso! -¿Y si buscamos en las alforjas de esos “normales”? A lo mejor son tan “normales”
que se consideran mejores y más acertados que su vecino de banco en el templo.
Tan normales que “su grupo” es el mejor. “Tan normales” que no ceden un ápice de
“su sitio”, “su misión”, “su modo de ver”, “su juicio sobre lo demás”… Tan
normales que su amor propio está sobresaliendo
por encima de todo, de todos, y de todas las formas de alrededor. Y se van a
sus casas y “llevan la razón” ellos, las cosas bien hechas son las que hacen
ellos… Lo que hay “fuera” siempre es deficiente… O sea: poseen un “capital” de
amor propio que no cabe en el Banco de España. Son mucho más ricos que
cualquier rico.
Traslado
el tema a un mendigo que quiere “tal
limosna” en efectivo, que no acepta un comedor social, que vive del engaño
(porque incluso cobra su pensión menor o más pequeña), que desprecia al mundo “de
los ricos” [que para él son “todos los demás], que no acepta una palabra que
palie su necesidad. Puede ser que sea pobre de valor humano, pero tiene una “riqueza”
con la que no acepta más que lo que pretende obtener.
Y así podemos ir cambiando de escenarios. Con lo que quiero llevar a que este relato del “joven rico” no se queda tan lejos de nadie, porque por una cosa o por otra, todos reunimos un “capital” de “YO” que nos hace ricos…, de los que vuelven las espaldas al Reino verdadero de Jesús.
¡Que ejemplo para mirarnos en ese Corazon de Madre
ResponderEliminarMe encantan los comentarios que hace de María
Gracias, padre, por tener todos los dias de este su mes para pararnos aunque sólo sean unos instantes y admirar la belleza de esta Madre que Dios ha querido dejarnos como modello de virtudes para llegar a Él .