Jugar al
despiste
Acababa
ayer la reflexión sobre el evangelio de San Marcos, anunciando el sesgo que
tomaban las cosas. Los apóstoles se encontraron de nuevo con esa “manía” de
Jesús de anunciar su padecimiento, condena y muerte a manos de los hombres. Les
salió mal –la primera vez- intentar disuadirlo, y ahora –aunque poniéndose
tristes-optan por hacer el vacío a tales palabras. No entendían ni querían
entender, y se desmarcaron del caso. Emprendían el camino hacia Cafarnaúm.
Ellos se fueron distanciando en grupos, y dejaron a Jesús avanzar sólo por
aquel camino (quizás hubo alguno que se vino charlando con Él). Jesús no perdía
ojo de aquellos hombres que altercaban entre ellos, pero no quiso intervenir. Y
así hicieron el trayecto y llegaron a la casa.
Jesús
les preguntó entonces de qué altercaban
por el camino. Se sintieron cogidos y, con poco que se quiera,
avergonzados. La última palabra de Jesús había sido que Él iba a padecer. Y
allí no hubo respuesta. ¿Cómo podían ahora decirle al Maestro que sus disputas
habían sido sobre cuál de ellos era el
mayor? Otra vez se refugiaron en el silencio. Se exponían a una reprimenda…
Sabían muy bien que iban “paralelos” al Maestro, y que no llegaban a unirse a
su pensamiento. Sabían el dolor que eso tenía que causar en Él. Y callaron.
Pero
Jesús les hace sentarse, Él junto a ellos, y como si hubiera escuchado sus
disputas, les aborda directamente: Quien
entre vosotros quiera ser el primero, que se haga servidor y criado…, y el
último de los demás. Estaba respondida la pregunta que había hecho el mismo
Jesús. Estaban al descubierto los apóstoles. Y debían estar avergonzados por
los dos motivos: por su bajeza de miras en su disputa, y porque aquello se
despegaba malamente de las últimas manifestaciones que el Maestro les había
hecho, a las que ellos prefirieron ignorar.
En
la puerta de la calle jugaban unos niños. Al salir, uno se le vino a Jesús y lo
abrazó, y Jesús lo abrazó a él. Eran niños del entorno de aquella casa y ya
sabían del cariño y cercanía de aquel hombre. Jesús entonces, mirando los ojos
limpios de aquel niño, les dijo a sus discípulos: Quien recibe a un niño, me
recibe a mí, y recibe al Padre del Cielo. Lo que –en este contexto- puede
también significar: sólo quien tiene la
sencillez y limpieza de la mirada de un niño, es capaz de recibirme a mí tal
como soy. Quedaba completada la enseñanza que los apóstoles necesitaban
ahora.
En
las LECTURAS, se consuma la persecución de Pablo. Se había apartado de Iconio
por vislumbrar allí el peligro. Se había venido a Licaonia, en donde llegaron
hasta pretender adorarlos como “dioses”. Pues bien: desde Iconio se desplazan
los perseguidores y apalean a Pablo y lo dejan medio muerto en un camino.
Bernabé
sigue su labor apostólica por diversas ciudades, animando a perseverar en la fe.
No podía dejar a un lado que la fe lleva a compromisos y persecuciones. Pero en
medio de eso, ¡hay que perseverar! Es una lección que hoy nos viene muy bien,
cuando de debajo de las piedras está surgiendo la persecución con la Iglesia.
En Nigeria han calcinado a 500 cristianos en un templo. La foto no se ha
publicado en ningún medio “culto” de comunicación. Se ha considerado “imagen
perniciosa” y se ha castigado en redes sociales al que la colgó. Las fuerzas
del mal se alían contra el cristianismo que, solapadamente es buscado y
perseguido. Donde salta una palabra que poder “volver del revés” para atacar a
los responsables de las Iglesias católicas, aquella palabra se publica a los 4
vientos. Pero la imagen de 500 nigerianos asados por los enemigos de la fe, no
se puede publicar y es consideraba perniciosa.
¿Cómo
cabría responder? Llega Jesús en el Evangelio de hoy y proclama la GRAN GUERRA:
la de paz que os dejo…, mi paz que os doy, no como la paz que da el mundo. El mundo da la paz de la muerte,
del engaño, de la mentira, de la manipulación, la de las armas, la violencia,
de las bocas cerradas para el bien y las bocazas abiertas para echar basuras y
espumarajos contra lo que es orden y principios morales y cristianos. Jesús “se
va”; el príncipe de este mundo se ha enseñoreado, por ahora. Volverá Jesús y
podéis ya vivir la alegría, porque su ida no es huida sino triunfo del mal y
anuncio y presagio de triunfo. Ahora toca vivir el misterio, y hay que vivirlo
colgados de Dios. Es así como Dios quiere. Que Dios mismo pondrá a ese mundo
sucio y mendaz como felpudo bajo los pies de los que creen en Cristo y aman al
Padre.
MARÍA,
pureza en vuelo, ¡Virgen de vírgenes!: danos la gracia de ser humanos sin
olvidarnos del Cielo. Enséñanos a vivir, ayúdenos tu oración. Danos en la
tentación la gracia de resistir.
Tú
que eres flor de las flores, tú que del cielo eres puerta, tú que eres olor de
olores, tú que da gloria muy cierta; si de la muerte muy muerta no nos vales,
¡no hay remedio a nuestros males! Pues para nos valer, tanto vales, da remedio a nuestros males.
Sí me interesa la mesa redonda del día treinta.Por mi parte lo pondré en conocimiento de las personas del grupo que no se pueden informar por este medio.
ResponderEliminarLa paz que nos da Cristo es Ël mismo ,pues la paz verdadera es la tranquilidad en el orden;orden entre Dios y nosotros,orden entre nosotros y los demás.Si nos mantenemos en ese orden,tendremos paz y podremos comunicarla.
P Cantero como agrdecerle todo esto!!!!
ResponderEliminarQue Dios le bendiga y
Gracias!!!