CAMINANDO
Hoy
celebramos los jesuitas una advocación mariana de especial devoción: Nuestra
Señora de la Estrada (o “del
Camino”). Un icono de la Virgen que se veneraba en una Capilla que había en
el camino del Capitolio, San Ignacio y sus compañeros la tuvieron en mucha
consideración y oraron muchas veces ante ella. El Papa Pablo III concedió a los
jesuitas trasladar dicha imagen a la Iglesia del Gesú, que fue el primer templo jesuítico en Roma. Y esa imagen fue
canónicamente coronada en 1638, y es muy venerada por los fieles. Puede tener
el valor simbólico de la vida como Camino, o de María en el Camino de cada
persona. Y desde luego así la sentimos los que caminamos en esta nuestra
vocación.
No
se despega de tal ambiente de caminar
la primera lectura que hoy trae la liturgia continua (Hech 16, 1-10), que nos
presenta a Pablo yendo de un sitio a otro, y con una particularidad especial:
que intenta entrar en dos ciudades y “se
lo impide el Espíritu Santo”. Un dicho que no queda explicado en ningún
otro lugar, y que no se sabe a qué responde. Puestos a pensar podría ser una
enfermedad inoportuna, una oposición de los habitantes del lugar, una tormenta…
Lo serio no es la causa sino “la lectura” que Pablo hace de esa causa. No culpa
a nadie, no explica nada, pero sabe “leer” en clave de providencia. Recuerda al
discípulo amado que –tras sucesos determinados, mejores y peores, concluye
reconociendo que “es el Señor”.
También esos son caminos en la vida
de un fiel creyente. No cae un cabello
sin que Dios lo apruebe. Y ahí está todo lo que se puede traducir por una
presencia del Espíritu del Señor.
En
el Evangelio (Jn 15,18) advierte Jesús –y bien podríamos interpretarlo como
continuidad de la idea anterior- que el
discípulo no es más que su maestro y que por donde ha pasado al amo, por ahí va
el siervo. En la medida que seamos más fieles al evangelio, seremos más
perseguidos e incomprendidos. Si no somos “del
mundo”, el mundo nos odia. Y Jesús nos ha escogido y nos ha sacado el mundo.
Ahora nos toca guardar su Palabra.
En
la continuación de Marcos que venimos haciendo, después del tema de la
fidelidad matrimonial, Jesús se encuentra con muchas madres que les traen a sus
hijos para que Jesús los bendiga imponiéndoles las manos. Jesús va más allá y
los abraza. Los discípulos interpretan que eso es una molestia para el Maestro
y tratan de impedirlo, pero Jesús les detiene ese intento y les dice que dejen a los niños acercarse a Él. Y la
razón es muy sencilla: el niño entiende lo que no entienden los mayores… O
también, de otra manera, o los mayores acogen el Reino con simplicidad de niños,
o no podrán acoger de corazón la enseñanza de Jesús.
Y
viene –como de la mano- un joven que podría ser de esos que viven la
simplicidad de la fe, porque llega por su cuenta a preguntarle a Jesús qué ha de hacer para tener vida eterna.
Jesús, respetuoso con su realidad de joven judío, le responde en clave judía: guarda los mandamientos (con la particularidad
de que Jesús sólo le hace referencia a los que miran al prójimo). Y el joven
confiesa con sencillez que eso lo ha vivido siempre, lo cual le gana el cariño
de Jesús, que fija en él una mirada llena de amor. Y de esperanza. Tenía ante
los ojos un muchacho que podía ser de los que son aptos para el Reino de Dios.
Pero
Jesús no se deja llevar de impresiones primeras, aunque esté inclinado a favor…,
y le pone la prueba decisiva de la elección: si es que buscar el camino más perfecto…, si es que buscas el Reino de
Dios en mi seguimiento, anda, ve,
dale tu dinero a los pobres…, y luego vuelves y te vienes conmigo. Era “la prueba del algodón”. El
muchacho aquel era –ya se le veía por su porte y vestimenta- un niño rico, y
había que entrarle por ahí para probar su fidelidad y su decisión. Y vino Jesús
a dar en el clavo para saber lo que había de fondo. Porque no dudaba que aquel
muchacho venía a ofrecerse. Pero los hay que quieren conservarse a sí mismos
mientras creen querer seguir a Jesús.
Jesús le ha dado en la línea de flotación. Y en la línea de la plena
sinceridad. El muchacho se entristece porque se le viene abajo su deseo, y se
marcha de mal humor (porque al fin y al cabo, ha fracasado).
Yo
pretendo poner ahora esto en niveles de inteligibilidad práctica, no sea que
nos escurramos con el pretexto de que “no
somos ricos” y, por tanto, no nos llega a nosotros el tema. Yo me pongo
ante situaciones concretas de elección de cara a la verdad: una pareja que está
sospechando muy fundadamente que su futura unión está abocada al fracaso. Unos
casados que ven que se va al traste su matrimonio por no saber ceder. Unos
jóvenes que sienten el gusanillo de una llamada de Dios…, pero el mundo de hoy
no les favorece su deseo. Ante todos ellos pongo yo este episodio evangélico: y
no es si tienen dinero o no, sino si su egoísmo, su amor propio, su ofuscación,
sus temores…, les hace dar media vuelta y no quieren saber más (aunque lleven
dentro la tristeza del fracaso del querer y no saber; del saber y no querer).
¿Podría ser una forma práctica de entender este evangelio de modo vivo y
actual? Es también tema de “CAMINO”.
Padre M. Cantero: Siempre es grato caminar con María, la Madre de Dios y, por encargo de su Hijo, mi querida Madre, Ella, fiel al encargo que le hiciera Jesús desde la Cruz, nos protege, nos lleva de la mano y nos va diciendo a lo largo del camino: "haced lo que Él os diga."
ResponderEliminarYo no conocía esta advocación de la Virgen; la voy a recordar mucho para comentarle todas mis pobrezas y pedirle ayuda para la solución de dificultades con las que me voy a encontrar mientras vivo en este "valle de lágrimas".Mis relaciones con la Virgen son las de una Madre y una hija que, por imitarla, le pregunto como vivió en la tierra después del día de la Encarnación del Verbo; me figuro que habrá vivido en una contínua adoración y le pido que me guarde a mí en un tierno abrazo hasta el final
Jesús es igual hoy y siempre; todos los cristianos nos podemos sentir inundados en la ternura con la que habló a los suyos la noche de la Última Cena:"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre".
El Señor había prometido a sus discípulos que estaría con ellos para siempre: "Todavía un pocoy el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis...El Señor ha cumplido su promesa de perrnanecer junto a los suyos, porque cuando suba al Padre, nos preparará un lugar en la Casa del Padre, donde hay muchas moradas. De nuevo vendré, les promete, y os llevaré junto a Mí para que donde Yo estoy estéis también vosotros.
Quien conozca a Jesucristo deseará encontrarse con El y el pensar en el Cielo nos ayudará a desprendernos con facilidad de nuestras pobrezas que tanto nos atan. ¡El premio es muy grande y el día está ahí!
El recuerdo del Cielo, próxima ya la fiesta de la Ascensión del Señor, nos debe llevar a una lucha decidida contra todo aquello que pueda ser un obstáculo.. Jesús es la Puerta que lleva a la Vida y la Santísima Virgen del Camino nos espera con Él.