La llegada al
llano
El
Tabor es una síntesis de la vida: Jesús es HOY un triunfador. “Ayer” fue un
Crucificado. Y “antes de ayer” vivió el día a día con las mil situaciones de
una persona que vive la totalidad de su humanidad. Al escándalo de sus apóstoles
por el anuncio de su muerte violenta, responde con una ráfaga de brillo
luminoso que muestre a las claras que el
Mesías tiene que padecer pero así llegará a su gloria. En el Tabor seguirá
hablando de su muerte en Jerusalén, y sin embargo mostrará que hay detrás una
inmensa luz. Bajará del Tabor advirtiendo a sus tres discípulos que nada digan de aquello hasta que resucite de
entre los muertos. Y ellos siguen sin entender de qué habla.
En
el llano lo reciben con alegría y admiración, pero la vida ha vuelto a la
normalidad y allí hay sufrimiento, con unos apóstoles que no han podido curar a
un pobre muchacho enfermo, un padre angustiado y pidiendo ayuda, y el pobre
adolescente (“con un mal espíritu”) que
cae al suelo, se pone tieso, echa espumarajos y le rechinan los dientes. Un
epiléptico en toda regla.
Dice
el texto que las gentes quedaron estupefactas al ver a Jesús, y –por otra
parte- advierte Jesús que discutían.
¿Cuál sería aquella “discusión”? Se dice que Jesús mismo preguntó a la gente
“de qué discutían” con los nueve apóstoles. Y puede pensarse que era porque
ellos habían dado cierta esperanza de poder curar al enfermo… (si lo habían
hecho en sus misiones apostólicas, ¿por qué no iban a poder ahora?). Y sin
embargo, luego no habían podido hacerlo.
¿Será
aquí donde encajara un poco mejor la expresión quejosa de Jesús: “¡Generación incrédula…!” La verdad es
que yo no lo veo ni siquiera aquí. Menos aún en el momento en que la sitúa el
texto. Porque se ha adelantado un padre agobiado por el dolor, y dice a Jesús: Maestro; te he traído a mi hijo, que tiene
un espíritu mudo, y dondequiera que se apodera de él, le echa por tierra…
(y aquí le cuenta toda la tragedia). Le
dije a tus discípulos que lanzasen al espíritu malo y no han podido.
Y
el texto pone ahora a Jesús explotando contra la generación incrédula…; “¿hasta cuándo tendré que soportaros?” Evidentemente esa “generación incrédula” no
es el padre, que viene precisamente suplicando. No es la gente, porque la cosa
no es para tanto. ¿Se refiere a la “generación de espíritus malos”. Voy más
allá: ¿Es momento para esa reacción?
Lo
inmediatamente siguiente es pedir que le traigan al enfermo. Y en ese preciso
instante le da el gran ataque y el hijo cae por tierra malamente. Allí se agachó el padre para sujetar al
muchacho que convulsionaba, y Jesús se agachó también y ayudo a sujetarlo con
firmeza. Y ahí es donde Jesús –que ahora mismo actuaba como buen hombre que ayuda en un momento
difícil- preguntó al padre desde cuando
le pasaba aquello. Responde el padre que desde niño…, y ya –sin saber ni lo que dice en medio de su
sufrimiento- le dice a Jesús: Si algo
puedes, ten compasión de nosotros. ¡Si algo puedes…! Jesús no tomó a mal
aquella expresión, pero se la repitió al angustiado padre para que oyera él
mismo lo que había dicho…: ¿Qué si
puedes…? Y le completó: no es si yo puedo sino que todo es posible al que cree.
El hijo
seguía rígido pero ya no estaba convulso. El padre suplica con humildad: Yo creo, Señor…, pero mi fe es débil.
Ayúdanos aunque esa fe mía sea poca. Era una bonita oración. Y Jesús
respondió con un mandato de expulsión de aquel espíritu de enfermedad: Sal de él y no vuelvas a entrar. Dio
unos alaridos y sacudió violentamente al muchacho, creyendo la gente que había
muerto. [Yo he visto a un epiléptico que grita y se retuerce como endemoniado].
Y a continuación, Jesús lo toma de la mano, y el que estaba tendido en el
suelo, se pone en pie.
TODO ES
POSIBLE AL QUE CREE. Lo cual nos sirve de gran lección en nuestros momentos
difíciles. Y podremos decir que pedimos
compasión de Jesús, aunque sea poca nuestra fe…, pero que pedimos porque la
tenemos. Lo que verdaderamente nos importa es estar bajo esa mirada compasiva,
que acabará actuando en el momento oportuno.
Y alguien puede pensar: ¿y por
qué no hizo Jesús todo en el primer instante, y se ahorraba todo este episodio
tan duro para el padre y para el enfermo? Una pregunta que no por ella entramos
en “generación incrédula”… Simplemente nos toca que saber aguardar los
tiempos de Jesús. Y todavía
habrá más clara respuesta…, el próximo día.
No me he
detenido en las lecturas de hoy. La primera sitúa la predicación de Pablo, que
empieza su ministerio resumiendo la historia del Pueblo de Dios. En el
Evangelio, tomado de los momentos que siguieron al lavatorio de los pies la
noche de la Cena, Jesús ensalza la labor de sus mensajeros: no son más que Él
pero van como si fuera Él mismo. De ahí que cuando alguien los reciba, reciben
a Jesús mismo. Y quien recibe a Jesús, está recibiendo al mismo Dios, que lo
envió. Tal es la grandeza del misionero que trasmite al mundo la palabra y la
obra de Jesús.
VIRGEN MARÍA, mujer de fe, que pasaste
sufrimientos y que pudiste pensar “por qué todo eso, cuando Dios había hecho LO
MÁS…, y no salía ahora en lo menos? Un misterio tan sublime como aquel Hijo…, y
un aviso de huida porque buscan al Niño para matarlo? ¿No le era a Dios mucho
más posible y “lógico” hacerlo de otra manera? María podría no entender pero su
fe –que no era poca- se guardaba en su corazón…, y no se ponía a pedirle a Dios
otro modo de actuación. Dios es Dios, y quien cree –aunque fuera poco- sabe que
no hay que buscar “lógicas” humanas, sino silencio profundo del alma y abandono pleno en el
Corazón de Dios.
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