EL PAN DE VIDA
De la Revista “El mes de tu
Comunidad”, del Movimiento de
Apostolado familiar “San Juan de Ávila”: Día 6 de mayo: La
Encarnación María se convierte en el primer tabernáculo: Si buscas a
María, encontrarás a Jesús. Y entenderás un poco lo que hay en ese corazón de
Dios que se anonada, que renuncia a manifestar su poder y su majestad, para
presentarse en forma de esclavo. Hablando a lo humano, podríamos decir que Dios
se excede, pues no se limita a lo que sería esencial o imprescindible para salvarnos,
sino que va más allá. La única medida que nos permite comprender esa manera de
obrar de Dios es darnos cuenta de que su amor carece de medida, Ofrezcamos
HOY a nuestra Madre, la Virgen María, que tratemos a las personas porque
son templo del Altísimo, aunque a veces ese templo esté descuidado y
abandonado.
Se
consuma hoy la historia de Esteban [Hech.7, 51-59] como primer mártir consciente
de la era cristiana. Esteban fue osado. Se enfrenté abiertamente a la plebe, al
Senado de los “ancianos” [el Sanedrín], y a los doctores de la ley. Les dijo
verdades como puños, enfrentándolos a una realidad que ellos no querían admitir
de ninguna manera: que aparentando ser fieles a la doctrina de sus mayores, de
hecho rechazaban a los mismos profetas… ¡Bueno!: en eso era “fieles a sus mayores”
porque esos mayores hicieron igual… Ellos, en la historia muy reciente, mataron
al Justo, traicionando y asesinando…
Hay
que comprender que era demasiado… Y que aquellos rechinaban por dentro, llenos
de rabia.
Para
colmo, Esteban queda arrobado en una visión y dice que “veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.
¡Había llegado muy lejos! No sólo había desenmascarado a los culpables sino que
ahora “veía el cielo abierto y a Jesús en
el triunfo supremo junto a Dios”. Y la reacción fue un alarido de escándalo
y rabia y un linchamiento hasta la muerte de aquel osado seguidor del odiado
Jesús.
Esteban
no odió. Por el contrario oró por ellos a Dios: “Señor: no les tengas en cuenta este pecado”.
El
evangelio es otro desafío: Jn 6, 30-35. San Juan había traído el tema de la
multiplicación de los panes no tanto por narrar un hecho cuanto por irle
sacando las lecciones que el evangelista quería enseñar. Y hoy ya se va
decantando hasta caer en la afirmación que presidirá el resto de este largo
capítulo: el Pan de Vida.
Hay
todavía un diálogo de las gentes y Jesús, en el que esas personas muestran
interés por escuchar. Preguntan de buena fe. Ayer preguntaban qué trabajo es el que Dios quiere, y
Jesús les respondió que acoger al que
Dios envía.
Hoy
preguntan qué signo da ese “enviado” –Jesús-
para que crean en Él. Y le razonan: creemos en nuestros antiguos padres
porque ellos comieron pan en el desierto, porque Dios les dio a comer pan del cielo. Y Jesús se apoya en esa respuesta
para dirigir la conversación adonde Él quiere dar EL SIGNO: “No fue Moisés quien os dio el verdadero pan
del cielo, porque el Pan de Dios es el
que baja del Cielo y sa vida al mundo”.
Como
en el caso de la mujer samaritana podemos concluir claramente que no se enteraron
–ni por asomos- de lo que Jesús les estaba hablando. Jesús utilizaba los mismos
dichos pero con un sentido de trascendencia que ellos no olían. Pero que les
sonaba bien. Y acaban pidiendo inocentemente: Señor, danos de ese Pan.
Ahora
entra la respuesta que se va a convertir en el leiv motiv del capítulo…, y en la gran enseñanza y promesa de Jesús…,y
en el escándalo de muchos, incluso discípulos. Jesús les contestó: YO SOY EL PAN DE VIDA. El que viene a mí no pasará hambre, y el que
cree en mí nunca pasará sed.
Nosotros
ya tenemos esto como una posesión que está asentada en nuestra fe, y nos parece
lo más sublime y maravilloso. Pero tiene tarea cuando oyes eso a un igual que
tú que, aun haciendo signos
extraordinarios en sí, no tienen que llegar a tanto como para decir ese “Yo soy…”
Yo
me pongo siempre en la tesitura –que he vivido más de una vez- de quien se
presenta a hablar con el sacerdote y dice: “Yo soy la reencarnación del Mesías
para este tiempo tan pecador”. O quien va por la calle vestido a lo emperador,
con su mano al pecho, y dice: “Yo soy Napoleón”. ¿Qué pudo sonarle a aquellos
hombres a quienes Jesús les suelta de pronto: “Yo soy el Pan de Vida; el que
viene a mí, no pasará hambre”…?
Por
lo pronto me admiro de mi fe y de la fe de todos los que hemos recibido tal inmenso
don de Dios, y podemos acoger esa expresión como una gozosa realidad. Y doy gracias a Dios.
Verdaderamente Jesús es Pan de Vida.Él se nos da diariamente como alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la fortaleza y la esperanza de una vida nueva,sin fin y sin término.Este es un misterio simpre vivo y actual .Yo también doy gracias a dios por haber sido bendecida con este don de la fe.
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