Me buscáis
porque…
La
fiesta litúrgica del sábado ha cortado la trama del “argumento” que lleva la
lectura continua. Tras la multiplicación de los panes, hay un movimiento
emocional e interesado de aquella multitud que pretende que Jesús sea su rey,
porque –al fin y al cabo- les saca de apuros y sin pedir nada a cambio. Los
apóstoles debían estar metidos en esa interesada emoción, porque ellos pillaban
su buen tajo como acompañantes que eran de Jesús. Por eso Jesús les obliga perentoriamente a embarcarse solos en la
única barca que les había traído hasta allí.
Se levantó una doble tempestad en ellos: una, la del Lago; otra, el
embolado que llevaban dentro… Y Jesús vino hasta ellos andando sobre el agua.
Ahí
engarza el evangelio de hoy (Jn 6, 22-29). Unas barcas llegan desde Tiberíades
buscando a Jesús en el lugar de la multiplicación, y no lo encuentran. Y ellos
sabían que sólo hubo entonces una barca allí. ¿Cómo había venido Jesús hasta
Cafarnaúm?
Jesús
les advierte que no lo buscan por Él mismo sino por haber comido los panes.
Me
ha “tocado” mucho esa advertencia –quizá queja- de Jesús. Porque es una
pregunta que podría extenderse a muchos “espirituales” de hoy. ¿Buscamos a
Jesús por Él mismo y en cualquier estado de ánimo y situación? ¿Lo buscamos
porque “nos da panes”? ¿Lo buscamos a Él mismo por ser Él quien es, o demasiado dependientes de “las mediaciones”,
las personas, tales personas?
No puedo menos que recordar a aquel paralítico fraile que obtuvo de
Dios el milagro diario de poder mover sus brazos solamente al celebrar la Misa.
Al final aquello se convirtió en una atracción turística y en vez de que las
peregrinaciones vinieran a participar de la Eucaristía, venían a ver al fraile
paralítico que –sin embargo- podía mover sus brazos durante la Misa. Y el buen
fraile tuvo que ir a Dios a pedirle que se acabara el milagro, porque él había
pretendido lo más gratificante de su vida y para gloria de Dios, y ahora la “gloria”
era para el turismo y para el fraile milagrero.
Me
da escalofrío la pregunta de Jesús: ¿No ocurrirá demasiado que la realidad
práctica se acabe centrando demasiado en “los panes” y no en Jesús…, o en “Jesús que da panes”, más que en Jesús
por sí mismo. ¿No ocurrirá que se detiene más de uno en los rostros humanos y
pierden la perspectiva de Dios…, de Jesús, enviado de Dios?
El
pensamiento se me va a María Santísima: el día que Isabel se deshace en
alabanzas y bendiciones sobre Ella, María desvía toda la atención hacia Dios y proclama
la grandeza misericordiosa de Dios, que es quien hace maravillas. Ella
se ha echado a un lado y “desaparece” entre las grandes gestas de Dios…, aunque
una de esas gestas haya repercutido en Ella. [Valga esta consideración como flor de este día de Mayo, en alabanza de
la Madre del Cielo, en cariño filial, en atención y aprendizaje desde la gran
lección de la Maestra y Madre…]
Jesús
ha tratado de que aquellos reflexionen… ¿Por qué ese interés por buscarlo?
Deben poner su fuerza en trabajar por el
alimento que no perece…, el que os da el Hijo del hombre…, el alimento que Dios
quiere: que creáis en el que Él ha
enviado. No era poco presentar a aquellas gentes un planteamiento de fe en Jesús… (no simple “admiración”). Y
todo esto tiene mucho más meollo del que parece. Porque ¿adónde conduce CREER en Jesús? La cosa tiene mucha más
enjundia que la que se lee en simple lectura, y compromete mucho más de lo que
parece la frase si se lee de corrida.
Un
claro ejemplo de ese CREER lo da Esteban: firme y valiente en la predicación y
defensa de Jesús, acaba encontrándose con la oposición y aversión de los
judíos, a LOS QUE ESTORBA (¡buena definición para uno que CREE!; porque cuando
no “estorbamos” al mundo pagano y ausente de la fe, es que no estamos siendo “aguijón”
o levadura que penetra e influye en la mas). Entonces los judíos recurren a
testigos falsos, a juicio falso, a acusaciones falsas… Lo que, sin embargo,
deja Esteban salir a su rostro es lo que llegan a ver los “jueces”: que les
parece un ángel. Es que, en efecto rezumaba a Cristo…, y la cara es el espejo
del alma.
Me
ha tocado mucho mi oración sobre la pregunta de Jesús: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? En una sociedad
religiosa (aunque estuviera despistada), todas la referencias son de tipo
religioso: un profeta… Pero recorro
las dos o tres últimas generaciones: niños, adolescentes, jóvenes (y ya quizás
lo no tan jóvenes), y me pregunto: ¿qué dicen ellos HOY DÍA que es el Jesús,
que es Dios, que es la Iglesia, que es el orden sobrenatural trascendente…, y
mucho me temo que sus respuestas son demoledoras. El dios de hoy es el balón, el ídolo deportista, el cantante de
moda, el sexo, el dinero, el último medio de comunicación personal (“móviles” en
sus sofisticadas gamas), los alienantes “fines
de semana”… Y mucho más allá de eso, ¿cuenta Dios de alguna manera real?
Muchas pregunas ,padre ,en su meditación de hoy.No se si mi respuesta sería satisfactoria.El derroche de atenciones y gracias que el Señor ha hecho y hace por nosotros:su Encarnación,,su vida ejemplar en su trabajo de la vida oculta,sus enseñanzas acerca del Reino de Dios,sus milagros,,su Pasión y Muerte en la Cruz,el perdón constante de nuestros pecados,,su presencia constante en el Sagrario,la Eucaristía,¿cómo corresponder a tanto amor?AMOR CON AMOR SE PAGA.
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