PRIMER VIERNES.
Reunión en Málaga,
fin de curso. Iglesia del Sagrado Corazón.-
HORA SANTA a las 7, en la Iglesia
Otra carta de Ignacio a Teresa Rejadell
La anterior fue en junio y ésta es de septiembre, y es una
ampliación de la anterior pero con un tema muy concreto: el de la oración. Sor
Teresa no andaba muy centrada en su oración. No es que no hiciera oración sino
que la hacía alterada en su interior. Ignacio le dice que hay dos clases de
formas al meditar; una que fatiga y otra que serena que deja al alma gozosa y
al cuerpo en descanso.
Para poder tener una oración en condiciones, el cuerpo debe
estar serenado y tranquilo, incluso en la alimentación y el sueño. Una
mortificación en ambos casos puede ser poco racional y entonces el cuerpo
dificulta el dedicarse a pensar en el amor al Señor.
Todo pensamiento contrario al servicio de Dios ha de
despreciarse.
Liturgia:
Mateo (9,9-13) narra su propia
vocación, aunque él la cuenta como de tercera persona: vio Jesús a un hombre llamado Mateo… Jesús pasaba por el despacho
de aduanas. En el mostrador de los impuestos estaba el tal hombre llamado
Mateo. Y Jesús sin más, se detiene ante él y lo llama con su clásica llamada: Sígueme. No se nos dice en ningún sitio
si Jesús conocía antes y si había tratado a ese hombre, y si existía alguna
relación previa. Sólo se nos da el dato escueto de que Jesús lo llama.
Qué pasó por aquel hombre publicano y tan ajeno a la vida
de Jesús y el grupo actual de sus discípulos, no lo sabemos. El hecho fue que
Mateo se levantó y lo siguió. Una
respuesta igual que la de los primeros discípulos en el Lago: Simón y Andrés,
Santiago y Juan. Se oye la llamada y a ojos ciegas se sigue a Jesús. ¿Qué imán
tenía aquel JESÚS para que unos y otros abandonaran de pronto todo lo que
tenían y se fueran tras de él? Es evidente que tenía una fuerza que extasiaba y
aquellos hombres aceptaban sin más el reto y la aventura de quedarse colgados
de la llamada y seguir a un desconocido que, de momento, no les prometía nada,
no les ofrecía algo concreto, pero que en su llamada tenía una fuerza que
dejaba prendidos.
Mateo se despidió más tarde de sus antiguos compañeros
publicanos con una comida a la que invitó también a Jesús y a los discípulos
que hasta ahora le seguían. Y departieron familiarmente aquel evento.
El problema es que la idea del banquete iba siempre ligada
a una afinidad entre los comensales. Y que la mezcla de Jesús con los
publicanos (que por lo mismo eran considerados “pecadores”) acababa resultando
escandalosa. Y ese escándalo se lo llevaron los fariseos, a los que les bastaba
el canto de un duro para atacar a Jesús y criticarle sus acciones o sus
palabras.
No lo hicieron de frente sino –ladinamente- dirigiéndose a
los discípulos: ¿Cómo es que vuestro
Maestro come con publicanos y pecadores?
A Jesús no se le escapaban estas cosas y respondió: No tienen necesidad de médico los sanos sino
los enfermos. Podría ser que los publicanos fueran enfermos del alma.
Precisamente por eso necesitan del médico del alma. Y Jesús no estaba allí
aprobando lo que estuviera mal sino participando de la alegría de Mateo por
haber salido de aquello y estar ahora siendo un discípulo del Señor. Y porque
Jesús no juzgaba sin más a los publicanos, sino que con ellos quería poner una
mirada de misericordia. Por eso les dice a los fariseos: Andad, aprended lo que significa esa palabra de Dios, que dice:
“misericordia quiero y no sacrificios”. Antes está la misericordia que el
juicio. Y yo no he venido a llamar justos
sino pecadores. La frase tenía más enjundia de la que parece. Los fariseos
se consideraban “justos”. Eran los santones, los que se hacían pasar por
perfectos. No tenían punto de contacto con Jesús. En cambio los pecadores
tienen siempre una oportunidad de salir de su estado, cuando –en contacto con
el bien- son capaces de cambiar. Mateo era un ejemplo de ello: era un
publicano, pero le ha bastado una palabra para dejar lo que estaba haciendo
como publicano y ponerse a seguir a Jesús y ser uno nuevo en el grupo. A ellos,
gente sencilla, es a los que llama Jesús, porque ellos son capaces de dar el
paso.
El seguir a Jesús y caminar con el, implica fe. La fe no es ver con los ojos �� sino con el alma. La fe no necesita hacer preguntas antes de seguir a Jesús que te llama de un modo claro y nítido. Tu sientes la llamada y no la entiendes quizás pero no hace falta porque la fe suple todo eso.
ResponderEliminarMateo tuvo la fe necesaria para levantarse y dejando su modo de vivir, dar el paso.
Mateo estaba al servicio del mundo y se sentía muy bien, no tenía otras inquietudes; de hecho, él siguió trabajando cuando Jesús llegó a la ciudad. Él estaba sentado en su puesto de trabajo. Fué Jesús el que se acercó a él para cambiarle la vida. Jesús siempre respeta la libertad de cada uno; pero hace lo que quiere con cada uno...lo hace florecer con otras flores.
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